Análisis
Desmontamos lo que jugamos.
Artículo Al Azar
No recuerdo muy bien cómo llegó Super Mario Bros. 3 a mi vida, pero es que tenía 5 ó 6 años. Quizá lo hayáis logrado borrar de vuestra mente, pero los únicos recuerdos que tiene un niño en esa época son flashes extraños que combinan humillaciones en el patio de recreo, horas de fútbol siendo elegido como portero por estar gordaco y señoras mayores amigas de tu madre que te tiran de los mofletes y te dicen lo guapo que eres. Esto es así. Por tanto, como decía, no recuerdo cómo llegó a mí, pero sí lo que pasó luego.
Aquí está de nuevo vuestro abuelo zzzerotime dispuesto a contaros por qué poco a poco se siente más viejo, utilizando como excusa entre otras cosas este juego y las muchas monedas de veinte duros que le costó jugarlo (que bienvenidas eran esas vueltas del pan).
Hemos tardado mucho tiempo en analizar AMY. Más del que nos hubiera gustado. No por falta de interés o de acceso al juego, porque desde el primer día lo teníamos por aquí. No. El problema para el análisis era terminárselo para poder juzgarlo con todas las letras. Porque el título de Vector Cell (capitaneados por Paul Cuisset) era injugable hasta el parche que se introdujo tras el rechazo en la prensa y entre los consumidores. Hecho el cambio, aquí lo tenéis.
O cómo conseguir hacer una segunda parte mejor que la primera