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Análisis: Shadow Warrior

Análisis: Shadow Warrior 1

No es casualidad que Beavis & Butthead fueran iconos noventeros. Si algo caracteriza esta década es un poso de nihilismo transhumanista en el que el exceso de los 80 dejó paso al miedo ancestral al cambio de milenio. Quizá la sociedad occidental pensó que si había que evolucionar, el primer paso era despreciar la propia sociedad que habíamos creado. En los 90 TODO ERA UNA MIERDA, incluso lo bueno era una mierda. La mirada de desprecio únicamente admitía una revisión irónica sobre lo establecido. Por eso la creación de Mike Judge funcionó a la perfección, porque representaba un momento concreto e irrepetible en el que buena parte de la sociedad decidió no tener futuro y limitarse a despreciar ante la llegada del Efecto 2000. Todos fuimos en algún momento Beavis & Butthead.Hace apenas un par de años se anunció que Beavis & Butthead volvían a antena, y nada menos que a la MTV, la cadena que les vio nacer. Judge, quiero pensar que con acierto, decidió congelar en el tiempo su, ahora, anacrónica mirada social, y con ello convertirlos -aún más si cabe- en unos parias desubicados incapaces de adaptarse a la sociedad actual. Sin embargo esa incapacidad también servía para realizar una crítica mordaz hacia lo que nos hemos convertido, empezando por una MTV que pasó de Korn a Miley Cyrus. No recuerdo haber visto a Beavis o Butthead jugar al Shadow Warrior original en su serie, aunque estoy seguro de que les hubiera gustado.No tengo un buen recuerdo del original de 3D Realms. No puedo decir que sea culpa del propio juego, sino de la máquina que tenía por aquel entonces, la cual no era capaz de mover aquel despliegue gráfico. Curiosamente cuando conseguí una máquina mejor me reenganché a Duke Nukem 3D y Blood, pero dejé caer en el olvido a Shadow Warrior. Digo esto porque si bien he tenido la precaución de verme unos cuantos vídeos del original y hacerme una idea de por donde van los tiros, no tengo ninguna potestad a la hora de realizar una opinión comparativa, ya que apenas jugué en su momento un par de niveles. Con todo esto en mente digámoslo ya, aquí y ahora, para quitarnos cuanto antes este peso de encima: la generación de FPSs de los 90 pre-Half-Life eran todos muy similares. Cuidado, que no lo digo con ninguna connotación negativa, sino todo lo contrario. Eran buenos juegos, libres de prejuicio y con esa mirada mordaz característica de la época. Juegos difíciles conscientes -o no- de su propia ligación temporal a la consolidación de un género, el cual se mostró mucho más efímero de lo que todos esperábamos.Mi compra de Shadow Warrior ha estado estrechamente ligada a su desarrollo por parte de Flying Wild Hog, estudio que me demostró con Hard Reset que no sólo no había desaparecido la esencia del FPS, sino que la fórmula podía evolucionar más allá del dejavú y el autohomenaje que suponen propuestas como las sagas Serious Sam o Painkiller. Hard Reset refinó la fórmula del FPS clásico a través de los medios propios de éste, es decir, utilizando una mecánica basada en la combinación de armas y el aprovechamiento de un escenario lleno de peligros. Quizá por eso mi sensación durante los primeros niveles de Shadow Warrior no ha sido todo lo satisfactoria que esperaba. La puesta en escena no puede ser más sugerente, con un Lo Wang presentado rápidamente al son de The Touch, de Stan Bush, en un descapotable que deja paso a un idílico y bello escenario formado por perfecto jardín de corte nipón. Es en el momento en el que empiezan las hostilidades cuando salta la voz de alarma. El escenario es precioso pero intocable, los primeros mandobles con la espada no dejan de ser una pulsación alocada de clicks, y la sucesión de enemigos basada en «arenas» no resulta demasiado atractiva. Afortunadamente es únicamente la primera impresión.Al contrario que en la mayoría de los FPSs actuales, la violencia de Shadow Warrior huye del la épica y crece desde la parodia. A pesar de las decenas de muertes y desmembramientos que dejaremos a nuestro paso, el conjunto nunca deja de tener un poso de gore noventero heredero de un Sam Raimi en estado de gracia.Aún partiendo de ciertas bases inamovibles dependientes del título original, la gente de Flyin Wild Hog logra insuflar su propio estilo a esta revisión. Los chistes de micro-penes dejan paso a un humor que, si bien parece metido con calzador, incide en el propio sinsentido del argumento y la caracterización de Wang, cumpliendo con la función de aliviar la carga de sangre y vísceras que suele copar el primer plano de la pantalla. La exploración clásica de los FPSs de los noventa sigue ahí, con una casi obsesiva atención por los lugares ocultos, los cuales ofrecen desde pequeñas recompensar hasta algún homenaje en forma de encuentro retro. A esto se le añaden ciertos componentes «actuales», tales como la mejora de armas y la progresión del personaje, la cual se basa directamente en ir gastando puntos que, habitualmente, se consiguen en estas estancias secretas. A partir de estas bases crece una mecánica que si bien intenta combinar el uso de las numerosas armas de larga distancia con la utilización de la espada, fracasa en este sentido debido al excepcional sistema diseñado para ésta.La espada es el todo de Shadow Warrior. Su uso resulta, a falta de un adjetivo mejor,  tremendamente satisfactorio. Y ojo, que esto no es nada sencillo. Decenas de FPSs se han quedado en el camino intentando integrar correctamente su utilización y Shadow Warrior lo consigue sin que sepamos por qué demonios nadie lo ha hecho así de bien anteriormente. La combinación de distintos combos se realiza de forma natural, lo que sumado a las diferentes magias que podemos realizar, nos otorga una versatilidad impensable en los primeros compases de juego. Es cierto que se echa en falta algo más de equilibrio en el uso de armas a distancia, o quizá es que simplemente utilizar la espada es mucho más divertido que disparar con la escopeta. La realidad es que en el resultado final, a menos que nos ataquen enemigos de veinte plantas de alto -que los hay-, no echaremos mano de otra cosa que no sea nuestra fiel katana.El resto son unas 17 horas de sangre, decapitaciones y cercenamientos varios que mantienen el tipo mucho mejor de lo esperado a pesar de unos escenarios repetitivos hasta la saciedad -no creo que existan más de 3 muebles de interior distintos en todo el juego- y unos enemigos que pecan de cierta falta de variedad, aunque combinados, eso sí, de múltiples maneras. El componente esotérico del argumento nos regala un amanerado demonio secundario con un punto socarrón que se guarda para sí los mejores diálogos del título, y también será gracias a esta historia de demonios y espadas míticas lo que nos dará la posibilidad de enfrentarnos a varios enemigos finales de los de antes, de los de 25 minutos pegando tiros y protegiéndonos mientras poco a poco vamos debilitándolos.Shadow Warrior cumple sobradamente lo que promete y merecería ser jugado únicamente por lograr la mejor integración FPS-Espada jamás realizada. Una cierta falta de equilibrio en su mecánica general y unos escenarios que pasan del mejor Tarantino al peor Rodriguez lo alejan del «Recomendado«, pero al contrario que Beavis & Butthead, su mirada es al pasado, no desde éste, lo cual lo convierte en un imprescindible para todo aquel que desee revivir viejas experiencias desde una óptica actual.