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Análisis: Headliner

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HeadlinerCríticaFake news.

Tremenda mierda de expresión que un bocazas con aires ha puesto de moda y que no designa más que lo que lleva toda la vida haciéndose con los medios de comunicación privados (y, trágicamente, públicos): tener una intención oculta, ya sea ideológica o pecunaria. Llamar la atención con noticias, exagerar titulares, optar por una determinada línea editorial y reforzarla, tirar de Jorgebustos de la vida… pues eso, lleva haciéndose desde siempre. Y aunque por un lado es un poco triste que tenga que ser Donald Trump el que venga a denunciarlo (de manera disparatada), pues oiga, si sirve para que de repente todos nos cuestionemos lo que sale en los medios…

Si de algo podemos alegrarnos es de saber que en el mundo del videojuego independiente esto llevaba ya tiempo. Ya en 2012 Lucas Pope lanzaba The Republia Times (anterior a Papers, Please), en el que teníamos que gestionar el periódico de un omnipotente Estado, con la opción de ayudar a cimentar su dominio sobre la población o el peligroso camino de la subversión, que acababa de manera… curiosa. The Westport Independent tiraba por un camino similar, con los últimos días de un periódico antes de que un «acta patriótica» se aprobase y lo dejase completamente sometido al gobierno. Ambos títulos, sobre todo, ponían su énfasis en la censura, en las noticias que se eliminaban para que la población estuviera «protegida» de determinados pensamientos sediciosos. Eran, al fin y al cabo, visiones sobre el clásico Estado totalitario que todo lo controla y que de manera muy poco disimulada influye en su propia población. Dos videojuegos más que interesantes y anteriores a toda la papanatada de las fake news, pero que sólo miraban a un lugar de todos los posibles.

La buena noticia es que Headliner mira hacia el otro.Quizá les suene Jakub Kasztalski, o si no, Unbound Creations. Jakub, a través de su estudio, está detrás de otros títulos como Postmortem: One has to die o Karaski, ambos con un marcado carácter experimental y que bien merecen la atención de ustedes.Headliner quizá sea el más corto y experimental de sus tres proyectos «grandes». De hecho, una partida no debería durarles más de cuarenta minutos, y las siguientes que hagan para probar otras opciones, menos aún. Lo que nos propone es, precisamente, que hagamos de director de una agencia de noticias y que decidamos lo que es noticiable o no, ni más ni menos.«Al final, por mucho que nos pese, todo esto es un duelo de intereses y la única libertad está en elegir quién nos va a utilizar»Sin embargo, la gran diferencia con otros videojuegos que transitan por ese camino está en que aquí no hay un malvado gobierno censor que nos imponga una línea editorial. No, el interés de nuestra cadena es puramente crematístico: las noticias son un negocio y a esto se viene a ganar dinero, no a contar ningún tipo de verdad.

Así que cada mañana se nos presentan una serie de noticias, que marcaremos con un sello verde si serán luego emitidas o rojo si carecen de valor para nuestro objetivo comercial. La única variación más adelante será que podemos elegir postura editorial presentando de dos maneras la misma noticia o que nos limitarán el número que podremos dar y tendremos que dejar, sí o sí, alguna en el tintero. Y de fondo una pequeña historia familiar que puede verse afectada (o no) por lo que se convierta en noticia y llegue a la gente.Precisamente, el acierto principal de Headliner está en que describe mucho mejor el funcionamiento real de los canales de noticias que sus predecesores. Las únicas presiones que vamos a recibir (aparte de alguna carta de espectadores cabreados) serán las de los dueños de la cadena, que nos han ofrecido un ascenso si lo hacemos bien, y las que vengan de nuestro propia familia. Es decir, que por un lado estará el interés monetario de nuestro empleador y por otro el nuestro, nada más.Los dos grandes temas que tocaremos serán el de los refugiados y el de las minorías del país (en este caso, una minoría «genética» de gente que no quiere modificarse). Y, de verdad, podemos hacer lo que nos dé la gana. Mientras montemos un buen escándalo, tomemos una postura firme y la defendamos, tanto dará que hablemos a favor como en contra de los refugiados, porque nos haremos una audiencia fiel. Al fin y al cabo, ahí tienen a Mediapro, con Antena 3 y La Sexta como ejemplos paradigmáticos. Pero por supuesto, nuestro apoyo no será inocuo: si pedimos más controles policiales podremos encontrarlos en la calle, igual que si abogamos por una minoría podrán surgir grupos de la mayoría que se enfaden y la líen en la calle.

Toda esta influencia la veremos en nuestro paseo a casa al final del día, donde incluso podremos encontrarnos con alguna sorpresa tonta dependiendo de lo que hayamos emitido. Y luego, en casa, en la propia trama de la familia, que se enfrenta a varios desafíos en los que podemos «ayudar» aunque sea jodiendo a otros por el camino.

Dinero, nada más que eso.Headliner podría ser algo más largo, podría intentar traer alguna opción más… pero, realmente, no se echan de menos. Su desarrollo es el que debe ser y su mensaje queda bien claro. Se hace divertido experimentar a lo largo de varias partidas los cambios (dramáticos) que se producen en la sociedad y en nuestra familia «gracias» a nuestra intromisión, pero tanto como divierte, preocupa.

Lo consigue sin un gran despliegue visual y con una jugabilidad sencilla, sin duda deudora de la obra principal de Lucas Pope. No, no necesita más. Lo sorprendente es lo acertado del disparo y lo clarito que queda su mensaje. Que no debemos preocuparnos tanto de la censura como de que todo el que viene a contarnos una historia lo que quiere es contarnos su historia, la que le haga ganar más dinero al final del día. Que al final, por mucho que nos pese, todo esto es un duelo de intereses y la única libertad está en elegir quién nos va a utilizar.

Y oigan, creo que deberíamos alegrarnos de que un videojuego que dura tan poquito y no cuesta más de tres euros logre algo así.