Ya ha llegado Dragon Age Inquisition, la primera incursión de Bioware en la nueva generación de consolas. Y una entrega que llega en un momento delicado: la situación asfixiante de su MMO The Old Republic, el abandono de dos de sus fundadores y las malas críticas que tuvo la entrega anterior. Por ahí está Mass Effect 3 también, pero esperen, no me destruyan el razonamiento. Llevo tiempo pensando que este nuevo Dragon Age iba a ser una auténtica piedra de toque, un título que podría lanzar a la compañía de nuevo al lugar que llevaba tiempo ocupando o que podría seguir arruinando su reputación. ¿Soy demasiado dramático y tampoco están en un momento tan importante? Puede ser, pero tenía ganas de ver qué salía de aquí.
Por no jugar con la paciencia de nadie, vamos a dejarlo claro de entrada, y ya lo ampliaremos:Dragon Age Inquisition ha acabado siendo un videojuego fantástico. Un muy buen juego de rol, con mucho que decir y con muchas ideas buenas: una enmienda a la totalidad de Dragon Age II. La segunda parte de la saga iniciada con Dragon Age: Origins fue muy polémica, por cómo se separaba de la primera parte y por la sensación de tomadura de pelo con el diseño de escenarios, pero a mí, al menos, me gustó por algunas de las ideas que traía. Como buena enmienda a la totalidad, en Bioware no han querido (o no han sabido) darle continuidad a algunas de estas buenas ideas, sino que más bien han intentado romper con todo salvo el sistema de combates.
Un juego de rol en “tiempo real”, muy cerca de un action-RPG, pero que recupera la cámara táctica (que cambia a una vista casi cenital y permite gestionar el equipo pausando la acción). Un juego de escenarios inmensos y con un trabajo detrás apabullante, que demuestra que con tiempo, podrían haber hecho lo mismo en la entrega anterior. Un juego que profundiza en la gestión y recolección de recursos, pero que casi elimina por completo la personalización del protagonista y su grupo. Un juego lleno de cosas que hacer, pero siendo muchas de ellas poco significativas. Una perpetua contradicción, oiga.Para empezar, cabe reseñar que aunque desde Bioware no han parado de señalar a Skyrim como inspiración en algunas cosas, se acerca mucho más a un titán como The Witcher 2. Un arco argumental dividido de manera oficiosa en actos y un montón de escenarios inmensos, plagados de cosas que hacer, de recursos que buscar y de enemigos a los que destrozar. El mundo de juego (los países de Orlais y Ferelden) es vasto, pero en ningún momento llega a ser abierto: nos acercamos a él a través de un mapa en la mesa del Consejo de la Inquisición, dentro de nuestro fuerte. Desde ahí podremos abrir zonas, tomar decisiones estratégicas y emprender misiones recurriendo a nuestra organización, que se resuelven en tiempo del mundo real y nos dan bonificaciones (o incluso misiones reales a las que ir con nuestro equipo).[
Siendo la principal queja de Dragon Age II los escenarios absurdamente repetidos y diminutos,Dragon Age Inquisition la salva con una respuesta avasalladora: probablemente las dos primeras zonas del juego ya sean más grandes (y variadas) que toda la entrega anterior. Estas zonas son regiones enteras: con sus bosques, sus pequeños poblados, sus cuevas (distintas, por fin), sus ruinas enanas, riachuelos, fuertes…Por fin da la impresión de que Thedas es un mundo vivo, con una rica historia. Aquí podemos perseguir la trama principal, pero también dedicar el tiempo a desfacer entuertos, a limpiar cuevas de criminales, retomar fuertes, cazar animales…
Pero aquí viene la primera crítica. Salvo honrosas excepciones (como un escenario que haremos cambiar, literalmente), la mayoría de misiones secundarias son muy poco significativas. Pueden darnos alguna recompensa, incorporar nuevos agentes a la Inquisición, liberar una zona…Pero no tienen continuidad y muchas veces se resuelven más a través del códice que de los diálogos. Una estructura muy de masivo online, con su “tráeme X cosas, ve hasta ese otro sitio y haz X, mata a X enemigos” que se cierra con un pequeño diálogo con el que nos ha dado la misión, o directamente con la entrada en el códice. Es el problema de las enmiendas a la totalidad, que no sirven para aprovechar lo que se ha hecho bien con antelación. Porque probablemente uno de los mayores aciertos de Dragon Age II eran un conjunto de misiones secundarias que formaban arcos argumentales, que tenían continuidad en el tiempo y respuestas distintas. O incluso en Origins, donde podíamos resolver un problema de un montón de formas distintas, con una tonelada de diálogos en cada misión. ¿Es una decisión meditada, para incluir al jugador de triple A menos dado a estas cosas, que no podría soportar un Baldur’s Gate?
Haremos estas tareas al principio para conseguir puntos de poder, que son los que nos abren las misiones de la trama principal (justificando que la Inquisición crece y gana en capacidad militar) y luego porque el sistema de juego es divertido. Permite pocas alegrías para los fans de la personalización (ya ni siquiera repartimos los atributos al subir de nivel, sino que las habilidades que elijamos los potencian), pero la vuelta de la cámara táctica y el ritmo (que permite pocas pausas) consiguen que acabemos echando horas de más. Eso, y las honrosas excepciones de las que ya he hablado.Lo que sí que no se le puede achacar a Bioware, con todas apuestas, es que haya restado al juego de personalidad. Porque Dragon Age Inquisition tiene un sabor muy propio, que seguramente no pueda dársele a la próxima entrega de la saga (salvo que se siga con la Inquisición). Decisiones como prescindir de los hechizos de curación y limitar las pociones (arriesgadísima) para obligarnos a establecer campamentos en los escenarios, la propia gestión de recursos para mejorar a las tropas, el uso del mapa para resolver problemas (por ejemplo, creando un puente para acceder a un área nueva, o despejando la vegetación para adentrarnos en un claro), la personalización (estética) del fuerte… Le da una narrativa propia coherente con la historia que nos presentan, con un ritmo de acontecimientos bien gestionado. Y eso es muy positivo,porque podrá gustar mucho o poco, pero no es ya heredero espiritual de nadie, sino Dragon Age Inquisition, una experiencia con personalidad única.
Respecto a lo que nos cuenta, la trama de Dragon Age Inquisition es muy clásica y muy similar a las de otros juegos de Bioware: un híbrido épico y mesiánico sobre salvar al mundo de las fuerzas del mal, pero también de sí mismo. Desde luego no es tan “innovadora” como en la entrega anterior (una trama más íntima, que en el fondo era la historia de la ciudad), pero sabe jugar sus cartas para dar cosas nuevas, misiones de la trama impresionantes y revelaciones que le dan unas cuantas vueltas y dejan a los fans sorprendidos. Es de agradecer lo bien insertados que están los juegos anteriores en los sucesos de éste (y aquí entraríamos en el reino de los spoilers para justificarlo, así que les exijo fe con esto para no arruinarles las sorpresas) porque le da coherencia al mundo, continuidad y significado al contenido: en verdad hay consecuencias.
Pero como en todos los juegos de Bioware, la trama no es lo mejor, sino los acompañantes. La galería de secundarios es más pequeña que en la primera parte (donde podíamos llegar a perdernos), pero está muy bien construida. Varios de los acompañantes del protagonista son, además, de los mejores que han creado en el estudio, con una vida y una consistencia que casi los hace parecer reales. De nuevo no revelaré nada para no arruinar la sorpresa, pero hago hincapié en lo importante que será hablar con ellos cada vez que tengamos oportunidad. Tienen más conversaciones propias que en los juegos anteriores, desvelan detalles sobre el mundo de juego y enriquecen el conjunto. Al fin y al cabo, cuando estás deseando terminar una parte del arco principal para volver a la fortaleza y conversar sabes que lo han hecho muy bien.
En el fondo, el resumen de este Dragon Age Inquisition podría ser ése: trabajo, trabajo, trabajo. A pesar de las secundarias perezosas (entre ellas las misiones de especialización, que exigen algo más y se quedan en triste recolecta) hay una cantidad ingente de horas puestas en el juego. En sus escenarios gigantescos con personalidad propia, llenos de ruinas e historia. En las entradas del códice sobre Thedas, que aplastan al jugador que no quiera leer. En el fantástico diseño de las cartas de Tarot que ahora adornan todas esas entradas y la pantalla de selección de personajes…Mucho trabajo y mucho mimo, mucho escuchar a los fans y redimirse de la desidia y falta de tiempo con la que abordaron el juego anterior.
Al final el resultado es una experiencia divertida, un mundo lleno de personalidad (cuanto más lo abren a otras naciones más empieza a diferenciarse de otras historias de fantasía épica) y un videojuego notable. Sin hacer todas las secundarias ha aguantado sus buenas cincuenta horas de juego, y ha conseguido por momentos sorprender y emocionar. Podría extenderme en la banda sonora y el doblaje (salvo el protagonista en momentos, muy bien ejecutado), pero volvamos a lo importante: Bioware devuelven el amor a la saga. Dragon Age Inquisition es un juego de rol con personalidad propia, con algunas cosillas a pulir (esas secundarias…), pero que acaba siendo una experiencia adictiva y que seguramente reconcilie a muchos con la saga y atraiga a otros. Yo sigo esperando otra entrega que lime todos esos defectos, pero he acabado prendado de él.