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Análisis: Lords of the Fallen

Análisis: Lords of the Fallen 1

Que Lords of the Fallen bebe directamente de la exitosa saga Souls es algo que a nadie le debería extrañar. De hecho, en una industria en la que es muy complicado conseguir algo innovador, brillar con luz propia no tendría por qué ser contrario a copiar fórmulas ya existentes. Y así, ni cortos ni perezosos, es como nos presentan los chicos de Deck13 Interactive al último fruto de sus entrañas.

Desde el primer momento me quedé totalmente prendado de Lords of the Fallen, por la sencilla razón de que esta mezcla medieval de armaduras grandes y despampanantes despierta mi lado más caballeresco y a la vez más sombrío, con ese aire a Todd McFarlane: todo ese rollo que se destila mucho en el Arthas del World of Warcraft o en el Guerra de DarkSiders. De hecho, volviendo a lo que he dicho al principio, DarkSiders no era innovador pero conseguía brillar con luz propia. Lords of the Fallen lo consigue, o al menos durante la primera mitad del juego, ya que a medida que te vas haciendo más fuerte y la historia va perdiendo fuerza, el brillo propio que desprendía también lo hace. Lo que nos queda al final del camino es una luz tenue, muy tenue, pero con un regusto lo suficientemente dulce como para que si en un futuro vuelve, no me quede la menor duda de que volverá con mucha más fuerza e intensidad. Pero ¿es realmente Lords of the Fallen un reto? Sigue leyendo y descúbrelo conmigo.

Empecemos por destacar lo que le hace brillar. El apartado gráfico es sencillamente sublime. Lords of the Fallen transcurre en un mundo pre/postapocalíptico lleno de impresionantes castillos y montañas imposibles en mitad de una borrasca con nieve. Más de una vez nos encontraremos a nosotros mismos quietos como idiotas apreciando la inmensidad del paisaje. Los juegos de luces dentro de los castillos están muy bien logrados y todo desprende mucho mimo y cariño. Mención especial, como ya he dicho, al despliegue de armaduras con las que podremos vestir al bruto Harkyn, protagonista de nuestra historia. Pese a que haya sets con los que apenas pasemos media hora, todos y cada uno de ellos han sido cuidados hasta el más mínimo detalle. Además, para el César lo que es del César: no hay nadie mejor que un equipo de desarrolladores europeos para conseguir hacerte creer la estética medieval. En esto, Lords of the Fallen gana a la saga Souls por goleada.

Sé que me repito mucho en este análisis con lo de luz propia, pero como he dicho, copiar fórmulas ya existentes no siempre tiene por qué ser malo. Y es en el apartado jugable donde Lords of the Fallen parece un calco de la saga Souls, pero a mi parecer consigue ensalzar el género y llevarlo un pasito más allá. Los controles son prácticamente los mismos. Voy a nombrar al estilo del caballero (que es el que escogí yo) para que sepas el porqué. Con los gatillos izquierdos controlamos el escudo y con los gatillos derechos la espada. Golpe fuerte o golpe débil (según el gatillo). Con la equis (en mi caso jugué en PlayStation 4) saltamos o rodamos, y con el cuadrado utilizamos el objeto equipado. Si logramos colocarnos detrás del enemigo, le asestaremos un golpe letal. Tenemos una barra para la vida, una barra para la magia y una barra para la energía. La barra de energía se consume parando ataques, atacando o moviéndonos.

Todo esto nos suena, ¿verdad que sí? Como he dicho, calca casi al milímetro la fórmula de Souls. Pero a mi parecer también la realza. El combate es más dinámico y asestando los golpes en el momento adecuado conseguiremos optimizar la energía gastada. Además, el combate está muy bien pulido y rara vez durante el juego moriremos por un movimiento imprevisto, cosa que pasaba con muchísima frecuencia sobre todo en el Demon’s Souls. No obstante, lo que sí se llega a echar de menos son los arcos, porque Lords of the Fallen los sustituye por cierto objeto que no voy a mencionar para no destriparle parte del juego a nadie, que cumple, pero que no es para nada lo mismo que tener un arco y un buen puñado de flechas.

Como he dicho, yo elegí al guerrero para mi aventura, pero tenemos dos clases más: clérigo y pícaro. Yo es que no soy muy de andarme con chiquitas y me gusta más resolver los conflictos consoleros a porrazo limpio. Además, tenemos tres sendas en cada clase, así que podremos hacernos la combinación que más se asemeje a nuestro estilo de juego. Esto es muy importante porque hará que determine cómo vamos a enfocar a la mayoría de enemigos con los que nos toparemos durante las aproximadamente diez horas que dan de sí la aventura principal. Una vez acabada la aventura, podemos optar por el clásico “Nuevo Juego +” con mayor dificultad pero retomando al personaje tal cual lo dejamos al finalizar la partida anterior.

Durante la aventura principal podremos ir realizando misiones alternativas donde la elección jugará un papel importante. Bueno, importante, importante, tampoco, pero definirá en parte el tipo de final que veremos. Sobre todo porque si somos consistentes con nuestras elecciones cuando nos topemos con personajes secundarios, las piezas del puzzle encajarán mucho mejor al final de la partida. Y para rascar algunas horas más, el juego también nos ofrece puntos donde nos transportaremos a otras zonas del espacio para luchar en arenas de combate o en misiones de supervivencia. Me arriesgaría a decir que, tirando por lo alto, estaríamos hablando de unas treinta horas de juego hasta que lo dejemos en un rincón de casa y decidamos jugarlo con otra rama totalmente distinta, cosa que personalmente no me apetecía demasiado nada más terminarlo pero que intuyo que sí haré en un futuro no muy lejano (noviembre es un mes muy duro de lanzamientos consoleros, jeje).

Y llegamos al apartado de las subidas de nivel, la experiencia y el guardado de las partidas. Lords of the Fallen vuelve a copiar la fórmula de los Souls pero le añade su vuelta de tuerca. Explico cómo funciona el sistema: cada vez que matemos a un enemigo recibiremos puntos de experiencia y, además, un potenciador para esta última. Es decir, por ejemplo, 500 puntos + x1,02. Al siguiente enemigo, 350 puntos de base + x1,07. Por lo tanto, cada enemigo nos dará una experiencia base con un multiplicador que añadirá una cantidad extra. Y mientras más tiempo pasemos sin grabar la partida, mayor será el multiplicador. Los puntos de guardado también funcionan de una forma peculiar. Desde el momento en que los toquemos, el multiplicador se situará de nuevo en x1.00 y podremos recuperar vida o pociones, guardar partida y gastar la experiencia ganada; experiencia que podremos invertir en subir nuestras habilidades/magias o características del personaje (fuerza, resistencia, fe, velocidad, etcétera). Pero además, la cantidad de guardados se limita al número de gemas que giran alrededor del punto de guardado y deberá pasar el tiempo (o morir, o apagar la consola) para que se restauren.

El apartado de las armaduras y las armas merece una mención especial. Como dije más arriba, el mimo que se le ha puesto al diseño de todas y cada una de ellas es exquisito, pero creo que han exagerado en cantidad. Aquí le pasa casi lo mismo que a los Souls, que son tantos los sets que no le coges especial aprecio a ninguno. Por otro lado, tanto armas y armaduras (las que los posean) se pueden potenciar con runas que iremos encontrando a lo largo de la partida. Estas runas añadirán propiedades especiales como más defensa física, más defensa mágica, etcétera. En el lado de los objetos la variedad es más bien escasa y se reduce a pociones de recuperación y unas cuantas pociones más de protección contra el fuego, etcétera.

Ahora me toca hablar sobre la dificultad de Lords of the Fallen y, sobre todo, de sus jefes. Si bien Lords of the Fallen no es un paseo por el campo y pondrá a prueba nuestra paciencia en contadas ocasiones, no es un juego lo que se dice extremadamente difícil. O eso o es que pasarme ya tres Souls me ha curtido lo suficiente como para que llegar al final no me resultase tan frustrante como con los “Prepare to Die”. No obstante, repito, hay momentos en el juego donde nos darán ganas de morder el mando. En cuanto a los jefes, ni tanto ni tan calvo. Me explico; en Dark Souls II encontré excesiva la cantidad de jefes finales. De hecho, había un punto del juego en que más que jefes finales parecían enemigos aleatorios debido al margen de tiempo entre uno y otro. Pues en Lords of the Fallen se me han hecho escasos y facilones. En total nos enfrentaremos a un máximo de diez Señores de los Caídos Rhogar. Y aquí otra pega, ya que no recordaremos a ninguno por su magnificencia ni su dificultad. En resumen, pasarán a la historia sin pena ni gloria. De hecho, casi todos siguen el patrón de gira, gira, espera, gira, ataca para acabar con ellos.

En el apartado musical, pues un poco como los Souls. Estas sagas parecen estar centradas más en el minimalismo que en su composición musical y, si me paro a pensarlo, no recuerdo ni un solo tema de memoria. De la misma forma que si piensas en Dark Souls II te viene a la mente la pieza de piano del pueblo de Majula, cuando piensas en Lords of the Fallen te viene a la mente el sonido del viento huracanado, que es la melodía que nos acompañará durante toda la aventura.

Y por último toca hablar de la gran mancha negra de Lords of the Fallen: su historia. Harkyn es un guerrero que ha sido condenado y marcado por sus dantescos asesinatos en el pasado. Todos le temen al ver la marca de su cara. Kaslo, su mentor, le sacará de prisión para ir a luchar contra los Rhogar y sus Señores de los Caídos, demonios venidos de otra dimensión. Los dioses también juegan un papel importante en la historia, pero no contaré más porque sería destripar parte de la trama. Y digo mancha negra porque pese a que la premisa es repetitiva, no es mala, pero de la misma forma que los Souls (aunque aquí al menos hablas con más gente, o por lo menos gente con más carisma) se diluye para darle la mayor parte del peso a la jugabilidad. Aparte de los escasos encuentros con seres vivos (y no tan vivos), el resto de la historia se nos irá contando con una voz en off de los pergaminos que encontremos diseminados por el mundo.

En definitiva, Lords of the Fallen no es un mal juego. Es muy divertido y tiene una base muy sólida. Es estable y apenas me he topado con un par de bugs incómodos (flechas enemigas que atraviesan montañas). Que parecerá mentira, pero a día de hoy no encontrarte un bug en un juego es algo a destacar, ojo. Nos brinda la suficiente diversión y dificultad para mantenernos enganchados de principio a fin, lo cual es bueno, pero a medida que avanzas en la aventura la historia pierde fuerza y la dificultad se vuelve cada vez más escasa. No obstante, un servidor estaría encantado de jugar a una segunda parte o a una secuela espiritual de este título.