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Red Dead Redemption 2: La ética del forajido 1

Red Dead Redemption 2: La ética del forajido

Las incursiones de Rockstar en territorio sandbox suelen cristalizar en proyectos muy ambiciosos, movidos por ese amor por la sobredimensión y la desmesura, y con un sentido muy amplio de la acción. Se trata de aventuras que se desatan sobre tapices de gran tamaño y que responden a un nihilismo desquiciado. Y, si bien es cierto que son juegos que cuidan con obsesión sus detalles, la intención última parece responder al deseo de perderse en horizontes infinitos, a un «cuanto más mejor» como brújula, a la acción desparramada por toda su gigantesca superficie.

Sin embargo, Red Dead Redemption 2, señalado como uno de los juegos del año probablemente por su espectacular puesta en escena, es un juego consagrado a la sutileza y que trata, entre otras cosas, sobre el cuidado de los otros, la empatía, y los ejes de opresión. Pese a la aplaudida exhibición de músculo técnico, es en las distancias cortas, en sus detalles, en todo lo que sucede en la esfera de lo personal y lo humano, donde despliega una capacidad extraordinaria para transmitir cosas y mover sensibilidades.La importancia de la comunidadUno de los grandes temas del juego son los cuidados. Este tema, además, se aborda desde diferentes dimensiones, circunscritas a diferentes elementos de la mecánica. Para empezar, la aventura Arthur Morgan se mueve dentro de unos códigos éticos y narrativos que pivotan en torno al concepto de comunidad. El protagonista forma parte de una banda de forajidos que viven en comuna, una pequeña comunidad interracial formada por mujeres y hombres de diferentes procedencias y en la que el racismo y el machismo de la época afectan de una forma u otra, a veces transversal, a sus integrantes. Se trata de un puñado de personas que viven al margen de la ley, que se resisten a integrarse en una sociedad convulsa que tiene un pie en la industrialización, el otro en la destrucción del entorno natural, y las manos manchadas con la sangre de los nativos americanos y la esclavitud, abolida tan solo un par de décadas antes. Nuestra pequeña comunidad no se resigna a abandonar su estilo de vida y para ello deberá evadir la ley bajo el apoyo mutuo y un código ético que, a priori, todos sus integrantes comparten y respetan. Posteriormente, será esa misma ética de los cuidados y de velar por la comunidad la que provocará la desintegración del grupo, al chocar con otros intereses menos nobles.

El campamento es el centro neurálgico desde el cual emergen misiones y actividades de diversa índole, pero también funciona como un anclaje temático, como un sumario de todos esos temas que serán importantes en la historia de Arthur Morgan. El campamento es el lugar en el que estrechamos lazos con los otros, donde observamos sus rutinas diarias, sus estados de ánimo, sus cambios de humor, el tipo de relaciones que tienen entre sí, qué les gusta hacer en su tiempo libre, o cómo se comportan en una celebración, cuando se emborrachan, cuando están tristes o enfadados. Y todo ello se sucede de una forma tremendamente natural. Muchos de ellos a veces no estarán ahí para ti, porque van y vienen, tienen asuntos propios de los que ocuparse, y tú eres uno más del grupo.Estas dinámicas de convivencia, aunque en algún momento puedan parecer forzadas, rápidamente se convierten en un elemento lúdico de interés genuino. Volver al campamento al caer la noche para dormir allí, cuidar y alimentar a los caballos, afeitarse por las mañanas, tomarse un café, dar los buenos días y charlar con las personas, personajes maravillosamente escritos por Rockstar, que componen tu familia es una parte esencial del juego.“Tu pistola es tu pistola. Tu caballo es tu caballo. Los demás personajes del juego son tus compañeros de viaje. Son tu familia.”La minuciosidad con la que se desenvuelve cada acción o interacción, la importancia de los lazos comunitarios, la protección mutua y los cuidados son temas capitales en la aventura de Arthur Morgan, en su propia evolución como personaje, y constituyen uno de los motores de empuje de la trama.

El juego emplea una cantidad considerable de recursos en su afán por subrayar la importancia de las relaciones protectoras dentro de la comunidad. El propio Arthur, un hombre sin formación y con una visión del mundo muy reducida, es capaz de ser empático, abierto y sensible a la hora de hacer frente a las situaciones y desafíos que se le plantean, y no solo a los que le afectan directamente a él, o a su círculo más cercano. Ayudar a una pareja de enamorados que proceden de familias enfrentadas, defender a los nativos americanos del fraude gubernamental, proteger a las sufragistas que luchaban por el derecho al voto de las mujeres, o enfrentarse a los suyos cuando éstos rebasan ciertos límites inaceptables son pasos necesarios para la construcción de la redención personal de Arthur Morgan, algo que no habría sido posible, ni tendría mucho sentido, sin el esmero que el juego pone en la recreación de esa comunidad de personas de la que parte la historia, y los cuidados necesarios para mantenerla unida.

El campamento es el eje mecánico y temático del juego, y funciona como tal porque está vivo. En este sentido, la cantidad tanto de situaciones como de líneas de diálogo situacionales que contiene el juego es tan enorme que difícilmente dos jugadores diferentes verán y escucharán lo mismo a lo largo de sus respectivas aventuras.Economía y cuidadosLa dedicación con la que Rockstar ha concebido y representado los objetos del universo de Red Dead Redemption 2 está en estrecha relación con la importancia que adquieren las relaciones personales. La manera en que el juego plantea su economía (la gestión de sus recursos y objetos) es muy interesante porque enfatiza allí donde no se suele enfatizar, y da valor a cosas que en otros videojuegos, la mayoría, habitualmente no la tienen.

El aspecto económico y la gestión del dinero no es un asunto individual, como en la mayoría de videojuegos de acción y aventuras, sino que también pivota en torno a las mencionadas dinámicas de cuidados. Podemos destinar al fondo común del campamento la cantidad que queramos del dinero que vamos ganando. Con ese dinero común podemos comprar provisiones y mejoras en los equipamientos, lo que se traduce en un incremento del bienestar; a nivel estético, ya que las mejoras hacen más bonito el asentamiento, y a nivel anímico, ya que la gente estará más feliz si tiene comida, bebida y medicinas. Esto se traduce también, a diferencia de lo que puedan pensar algunos, en una mejora en nuestra propia experiencia de juego, en un incremento de nuestro propio bienestar en tanto depende también del bienestar ajeno. Nunca se siente como dinero perdido.

El cuidado del grupo, el abastecimiento del campamento, la alimentación y la higiene del caballo, el mantenimiento de las armas, son tareas de las que tenemos que ocuparnos. Todo esto se plantea como una sencilla cuestión de costes y beneficios. Si no limpiamos las armas se atascarán y rendirán peor. Si no alimentamos al caballo, o no le damos medicinas cuando está herido, su salud empeorará y correrá menos. Si no le tranquilizamos con caricias cuando está asustado, se encabritará y nos tirará al suelo. Gracias a este trámite sencillo, que en principio podríamos llevar a cabo por puro utilitarismo, vamos desarrollando conciencia acerca del valor de las cosas, vamos apreciando todo lo que tenemos y, de nuevo, los cuidados acaban por insertarse de forma natural en la mecánicas. Acabamos acariciando al caballo porque nos importa nuestro caballo. Limpiamos nuestra pistola porque queremos que luzca bonita, con todos esos adornos y tallas personalizadas que le hemos comprado con el dinero que tanto trabajo nos ha costado ganar. Estas dinámicas consiguen que todos estos objetos de juego, tradicionalmente herramientas circunstanciales para matar, conseguir lo que queremos o para desplazarnos de un lado a otro, importen. Tu pistola es tu pistola. Tu caballo es tu caballo. Los demás personajes del juego son tus compañeros de viaje. Son tu familia.El mundo ya no nos quiereConstruir personajes complejos es algo que a Rockstar se le da muy bien. Para comprobarlo, basta echar un vistazo al elenco de personalidades, más o menos pintorescas, que pueblan su franquicia más conocida, Grand Theft Auto. Por su parte Red Dead Redemption, menos cínico, más sosegado, deja a un lado el nervio de la sátira —limitándola a ciertos personajes secundarios y a otros espontáneos— para construir una serie de personalidades complejas pero, sobre todo, maleables, cambiantes con las circunstancias. En este sentido, Red Dead Redemption 2 es una historia profundamente marcada por la psicología y el recorrido de sus personajes en el marco de la conciencia social.

En primer lugar, la banda existe como tal por influencia de su líder, Dutch Van der Linde. Dutch es, según los guionistas del juego, un hombre instruido, idealista, anárquico y carismático. Él no se ve a sí mismo como un criminal, sino como un hombre libre que lucha contra un sistema corrupto. La suya es una resistencia ideológica. Es un hombre que durante años ha estado recogiendo huérfanos de la calle, niños a los que enseñó a leer, a cazar, a recolectar, a los que inculcó el amor por la naturaleza y el valor del pensamiento «independiente». Es un líder carismático que sabe perfectamente cómo tejer un discurso con el que mantener la cohesión en su pequeña comunidad. Sin embargo, su narcisismo y su arrogancia le acaban traicionando y queda en evidencia que no le importa tanto la comunidad como su propio beneficio, que la solidaridad no era más que una excusa para tener personas a su alrededor a las que poder manipular a su antojo para mantener su statu quo, y que todo ese idealismo no era más que un disfraz para poder matar y robar impunemente. Os suena de algo, ¿verdad?

A pesar de las intenciones de Dutch, la comunidad que se genera a su alrededor es una comunidad real, horizontal, y constituye un espacio esencial para las cosas que el juego quiere construir y contarnos. Los miembros de la comunidad se mueven como satélites en torno a ella, a menudo desde la discrepancia, incluso desde la deserción temporal, pero siempre acaban volviendo, con la mansedumbre del que cree que el resto del mundo no está hecho a su medida, con la certeza de no tener ningún otro sitio al que ir. Esto es lo que da contexto a la historia de Arthur Morgan y la del resto de personajes principales, una historia que versa sobre la toma de conciencia social y la responsabilidad individual que cada cual debe adoptar para favorecerla. Arthur Morgan pasa casi toda su vida creyendo que la filosofía de Dutch es la única verdadera porque no ha conocido otra cosa, pero los continuos choques con la realidad acaban por desestabilizar estas creencias y Arthur empieza a entender que los problemas sociales son más complejos de lo que creía y que, pese a la corrupción de las autoridades, puede que haya otras formas lícitas de vivir. Paradójicamente, nada de esto habría pasado así no ser por la vivencia comunal.“La contradicción es un fenómeno constante en Red Dead Redemption 2, presente tanto en el perfil psicológico de los personajes y el desarrollo de la historia, como en los mecanismos puramente jugables.”«You’re a good man, Arthur Morgan»Todo el juego está plagado de conflictos complejos. La contradicción es un fenómeno constante en Red Dead Redemption 2, presente tanto en el perfil psicológico de los personajes y el desarrollo de la historia, como en los mecanismos puramente jugables. Se ha escrito mucho sobre sus problemas en tanto parece contener dos juegos diferentes, a menudo enfrentados y con ritmos incompatibles, bajo una misma arquitectura. Por un lado, la historia de Arthur Morgan, por la que vamos progresando a través de misiones estructuradas con un grado de restricción asfixiante, y por otro el gigantesco mundo abierto capaz de generar una variedad de situaciones lúdicas casi infinitas. La posibilidad del libre albedrío en el juego choca de frente con la historia que nos cuenta, una historia circunscrita a la moralidad del protagonista y lo decisivo de sus actos.

Ese libre albedrío ha ido siempre ligado a la polémica en los juegos de mundo abierto de Rockstar. En este caso, la polémica no ha tardado en llegar y lo ha hecho de la forma habitual al servir como plataforma en la que dar rienda suelta al machismo y la misoginia de algunos usuarios. Poco después del lanzamiento del juego se empezaron a viralizar en Youtube una serie de vídeos donde los jugadores golpeaban, humillaban y asesinaban a las sufragistas que aparecen en el esmerado retrato de la sociedad norteamericana del 1899 en la que se ambienta la aventura. A pesar de que se puede matar a cualquier criatura con la que interactúas (a excepción de los niños), casualmente uno de los vídeos más vistos del juego en la citada plataforma es el de un usuario que golpea salvajemente a una sufragista para después atarla, arrastrarla a caballo y arrojarla a un pantano para que la devore un caimán. No se trata de una violencia gratuita, como se le suele llamar, sino de la exhibición de un tipo de violencia muy específica y cargada de odio contra un símbolo histórico de los derechos de las mujeres, pero es también un despliegue ideológico que choca frontalmente con las cosas que el juego nos quiere contar.Más allá de señalar dónde recae o debe recaer la responsabilidad del estudio para no promover estos comportamientos, resulta interesante reflexionar por qué se producen en un entorno que no los favorece.Red Dead Redemption 2 trata, entre otras cosas, sobre el cuidado de los otros, la empatía, y los ejes de opresiónSi bien el juego permite libertad de acción y movimiento por su mundo virtual, la historia de Arthur está sujeta a una serie de códigos opuestos a ese tipo de violencia. El suyo es un viaje de autodescubrimiento de la propia moral, y pese a que su vida transcurre al margen de la ley, tiene límites y sentido del honor. A nivel de diseño, hay una contradicción intrínseca en el hecho de poder desatar el caos y la violencia, indiscriminada o dirigida a grupos concretos, en el juego ideológicamente más comprometido y progresista de Rockstar.En la salud y en la enfermedadContradicciones y ambigüedades aparte, como precuela de la primera entrega, en la que se narra la redención de John Marston, el final de Red Dead Redemption 2 está sellado desde su inicio. Esto nos remite, a priori, a un marco narrativamente restringido. Sin embargo, Rockstar se ha sacado de la manga una historia coral vibrante y emotiva, una historia de amistad, compromiso y descubrimiento, de la mano de uno de los personajes mejor escritos en un videojuego, Arthur Morgan, y también del propio Marston, que aquí queda redibujado en unos términos más interesantes; mucho más vulnerables,  mucho más humanos. Frente a los destinos sellados de antemano, el juego no se rinde al pesimismo sino que se toma la molestia de construir, con ese ritmo pausado que impregna toda su narración, con un sentido casi artesanal del drama, algo bonito y esperanzador, pese a todo. Frente a la corrupción, la enfermedad o la muerte, la redención a través del camino de la solidaridad y los cuidados.

No se debe obviar tampoco la fuerza expresiva que todo el entramado técnico y artístico otorga a la narración. La belleza y la extensión de los parajes que transitamos apostillan la querencia por esa forma de vida salvaje que se nos escapa de las manos. La suciedad y la artificiosidad de las zonas industrializadas y sus gentes acentúan el miedo al cambio, ese contraste entre lo que se conoce y lo que se avecina de forma inexorable. La obsesión enfermiza por el detalle en las distancias cortas converge con esa relación tan íntima y personal que entablamos con el juego. Una cantidad casi infinita de eventos y secretos que recalcan la modesta posición que tenemos en el mundo. Las piezas musicales de la prodigiosa banda sonora, que emergen en el momento preciso para tocar las teclas oportunas en cada situación. Pero cuando el paso del tiempo y los avances técnicos emborronen la magnitud de estas sensaciones en revisiones posteriores, son otras huellas las que quedarán indelebles. El diario de Arthur, silencioso síntoma de su sensibilidad y sus dudas antes de que él mismo empiece a manifestarlas con sus actos. Las relaciones de amistad entre hombres y mujeres, también síntoma de la madurez de un sector en perpetua adolescencia. El calor de las canciones a la luz de una hoguera tras un feliz reencuentro («de la Sierra Morena, cielito lindo, vienen bajando»). El tiempo (no) perdido con el crío junto al lago. La satisfacción de construir una casa, y un futuro, con tus propias manos, en la sincera convicción de que las cosas pueden hacerse mejor de lo que lo has hecho hasta ahora. La certeza de haberte involucrado en algo que, aun sabiendo que es efímero, se siente relevante.