Sería muy aventurado, a pesar de las horas dedicadas, hacer un análisis de una beta. Porque así es como está el título de Klei Entertainment, puede comprarse ya en la plataforma Steam o en Chrome, y quien lo haga tiene acceso a la beta temprana (que a todas luces, casi se comporta como un juego editado) y el propio estudio no para de pedirnos que le hagamos sugerencias. Dicho esto, insisto, no es un análisis, así que no os lo toméis así.
Por lo visto en la beta, Don’t Starve promete mucho. No sabría cómo definir el estilo de juego porque está a medio camino entre la estrategia, la gestión de recursos y los juegos de rol, así que voy a intentar explicarlo de manera sencilla.
Cuando empezamos una partida un nuevo mundo se genera de manera procedural, con una pantalla de carga con claros guiños a los Sims y a Tim Burton cuando aún molaba. Y ahí estamos, encarnando al científico Wilson (en un inicio, luego hay más personajes) en ese mundo único que pretende matarnos. Nada más levantarnos tenemos que ponernos manos a la obra para procurarnos el sustento: hay una infinidad de elementos que podemos recolectar (hierba, troncos, distintos tipos de comida, piedras…) y dos medidores: la barra de hambre y la de vida.
Y es que la cosa va de comer y sobrevivir. La inanición a la que menciona el título nos persigue sin cesar, y dependiendo del mundo que nos toque las vamos a pasar canutas. Para ayudarnos, todo el material que vamos recolectando lo podemos ir convirtiendo en cosas útiles: un hacha para talar, una pala con la que excavar, un pico para romper enormes pedruscos…la lista es enorme. Todo se rompe y los recursos se gastan si no tenemos cuidado, con lo que tendremos que elegir con cuidado. Por ejemplo: si arrancamos de cuajo las plantas y no las replantamos o fertilizamos no volverán a florecer, y en un mundo en el que la comida escasea igual las bayas de un arbusto marcan la diferencia entre seguir vivo un día más.
Parece sencillo, pero no lo es. No tendremos un solo consejo ni un triste tutorial, así que tocará sufrir. A medida que avancemos podremos crear una MÁQUINA DE CIENCIA que nos permita ir investigando más y más añadidos: desde sombreros hasta cañas de pescar, armaduras, huertos…de todo. Es impresionante la cantidad de posibilidades que nos da Don’t Starve y lo cruel que es a la vez con nosotros. ¿Por qué digo que es cruel? Porque podemos pasarnos horas recolectando y proveyéndonos de herramientas, montarnos un huerto…y olvidarnos de comer. Puede que estemos preparados para todo pero que no nos quepa nada más en el inventario y de repente llegue la noche. Y cuando llega la noche, si no tenemos manera de dormir o un fuego que nos dé cobijo, estamos muertos.
Demasiadas cosas que tener en cuenta para una generación acostumbrada a tocar dos botones y pasar a la siguiente pantalla, ¿no? Al igual que en la vida real, podremos tomar diferentes caminos. Nuestra máquina de ciencia está hambrienta y debemos darle objetos para conseguir puntos de investigación y desarrollar nuevas tecnologías que prolonguen nuestra agonía. Curiosamente, lo que más puntos nos da suelen ser los que se renuevan: si arrancamos un arbusto de cuajo con la pala y lo metemos ganaremos un montón de puntos, pero ya no estará…Vamos, que podemos montar una revolución industrial y arrasar con todo recurso natural posible o ir poco a poco y buscar que la naturaleza cruel y mezquina provea.
El estatus actual de beta, más que restar, suma. Porque el juego se va actualizando cada dos por tres, añadiendo nuevos objetos que fabricar, nuevos acontecimientos…Entre las cosas nuevas en las últimas versiones están la posibilidad de encontrarnos con el Krampus (una especie de demonio navideño austriaco) o fabricarnos un sombrero con el que mandar sobre las arañas (y creedme, hace falta). Además, los desarrolladores están muy pendientes a lo que dicen los jugadores en los foros y así van corrigiendo lo que menos le gusta a la gente, dando la posibilidad de participar activamente en la versión final del juego.
A todo esto hay que sumar un diseño artístico soberbio. Don’t Starve entra fácilmente por los ojos, y no lo hace gracias a unos gráficos de última generación, sino por lo simpático de su propuesta. Tenemos por delante una mezcla entre steampunk y expresionismo, un mundo tétrico plagado de peligros que a la vez que dan miedo tienen un ligero toque infantil. Los protagonistas son pura magia y el humor macabro campa a sus anchas, tanto en los diseños como en las cosas que podemos hacer (¡hasta aprovechar los pelos de la barba!)
Y nos matarán, vaya si lo harán. El objetivo no es otro que ver un día más, y es un auténtico reto. ¿Y cuando nos maten? Se acabó. Perdemos todo lo que teníamos y podemos volver a empezar la partida en el mismo mundo o generar otro nuevo. Lo único que se conserva son los descubrimientos que hayamos hecho y los puntos de investigación. Es frustrante y a la vez adictivo, porque la siguiente respuesta será volver a darle a “play” para superarnos. Si nos dan la suficiente experiencia podremos ir desbloqueando a nuevos protagonistas y dejar un poco tranquilo al pobre Wilson, y poco más.
Habrá quien lo compare con Minecraft, pero Don’t Starve tiene una entidad propia. Es de esos juegos de los que uno sospecha que sus creadores están realmente orgullosos. Tiene un montón de mimo encima y no requiere que echemos horas y horas, no. Es difícil, exigente y cruel. Nos pide una dedicación absolutamente exclusiva durante cada partida y castiga el más mínimo despiste de manera más dura que la mayoría de simuladores en los que gestionamos recursos. Requiere audacia y velocidad de pensamiento, es puro hardcore en un envoltorio “dulce” y se postula como un gran juego para cuando sea su lanzamiento oficial.
¿A quién interesará especialmente? A los fans de los RTS complejos o a masoquistas con mucho tiempo.
Don’t Starve en Steam
Foros del juego (desde Klei Entertainment no hacen más que pedir opiniones sobre la beta)