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El Valor del Factor Sorpresa 1

El Valor del Factor Sorpresa

Sobre Fallout y superar las expectativas

Cuando caminas por el Mojave casi te dan ganas de que llegue un invierno nuclear

¿Cuántas veces lo hemos escuchado? ¿Durante cuántos Npcs esa misma línea se ha repetido hasta la saciedad por encima de otras? No obstante, quien habita en tierras andaluzas conoce bien una aproximación a tales apocalípticos deseos cuando la época estival asoma y, sin ninguna piedad, barre la primavera antes de tiempo con el único propósito de sumirnos en un delirio de sudor, hastío y pereza, donde las persianas echadas, el aire acondicionado —solo los afortunados que puedan permitírselo— y el agua congelada en nuestras fieles neveras son los elementos más comunes con los que combatir tal funesto destino de nuestra patria querida.

Quizá fue la empatía, o puede que la situación geográfica a la que estaba acostumbrada, lo que sumó motivos para que Fallout New Vegas se convirtiera en mi favorito de la saga —tema aparte del rocambolesco giro en los acontecimientos de encarnar a un resucitado, en busca de venganza, nada más empezar la partida—, pero la saga Fallout presentaba un mundo distópico donde todo era posible: ¿decías robots inteligentes con humor negro? ¡Claro! ¿Criaturas extrañamente bizarras a causa de la radiación de bombas nucleares? ¡Por supuesto! ¿Caballeros tecnológicos, zombis, mutantes primos hermanos de Hulk…? ¿Y teorías conspiratorias? ¿Y qué tal un toquecito sobrenatural? Desde luego, la mesa de los desarrolladores y accionistas debió ser un verdadero show para, paso a paso, llegar y dar luz verde a que uno de los villanos de New Vegas fuera tan admirador del Imperio Romano que hasta decidió homenajearlo formando «La Legión de César». Y ese tipo de aspectos inverosímiles, pero que a su vez se quedan cortos respecto a lo que la realidad nos llega a ofrecer —recordatorio importante de quienes defienden el terraplanismo, la fiebre antivacunas o el pensamiento generalizado de que los pájaros son entes tecnológicos de los gobiernos para vigilarnos— lo atractivo del título en cuestión, junto con el aderezo de los clásicos americanos de los años 40’s y 50’s integrados en emisoras de radio.

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Los aquí reunidos sabemos que la saga Fallout no se caracteriza por su seriedad ni compromiso con la verdad —¿qué videojuego querría permitirse tal cosa sin resultar aburrido?— y aunque se distancia diametralmente de lo presentado en Borderlands, por poner un título aproximado a sus características, el salto al nuevo motor que nos presentaba un Yermo Capital cenizo, austero y duro casaba con esa sensación de opresión, soledad y ominosidad que algunos fans celebran frente al mamarrachismo que otros buscamos.

No obstante, sin desmerecer Fallout 3, la premisa de los refugios nucleares consolidados en realidad como latas en conserva enterradas en la tierra, a modo de salvación de la humanidad, se antojaba un punto interesante desde el que partir de nuevo pese a no resultar novedoso para quienes pudimos jugar al primero de la franquicia. Siendo su precuela una mucho más interesante al partir desde un punto de vista completamente distinto y encarnar a un descendiente del morador del refugio siglos después —como también ocurría en «Fallout New Vegas»—, en la tercera parte de la saga piensas que la trama y personajes gozarán de cierta complejidad y desarrollo: lo usual a medida que los números se aglomeran tras las letras de un título. De ese modo, con el «I Don’t Want To Set The World On Fire» abriendo la espectacular cinemática inicial, tuvimos amplias mejoras técnicas; nuevos enemigos, aliados y armas; conceptos que dan redondez y singularidad a un mundo devastado que busca sobrevivir… y de pronto estás dentro del mismo, te lo crees y lo gozas hasta la inmersión que lleva a Fallout 3 a coronarse entre los ARPG más galardonados de la historia de los videojuegos. Incluso cuando tu misión es buscar a un padre huidizo —un periplo que escapa de la epicidad para abajarse hasta lo mundano de aferrarse a la familia— tal y como suele suceder en un título de estas características, hay misiones secundarias que llegan a sobrepasar en intensidad y dramatismo el reencuentro entre padre e hije, o que hace alusión a guiños desenfadados y carismáticos con los que restar credibilidad a ese mundo desangelado que Obsidian Entertainment nos trae.

De un tiempo a esta parte es habitual que la troncal principal, esa misión que da sentido a un título y que abre el mismo, se quede en pañales frente a otras de menor relevancia sobre el papel bajo el algoritmo de “Secundaria”, y cuya profundidad supera a la que debe mover la trama de nuestro personaje. De ahí que Fallout New Vegas integre tan armónicamente ambos conceptos, enmarañándolos en un largo desvío por el Mojave que, de nuevo, promueve la inmersión entre sus arenosas y destartaladas carreteras donde la frase que inicia este artículo se deja oír con inusitada normalidad: una que nace de las constantes marchas y patrullas cuando, trastabillando por el desolado desierto, se ve pasar una cuadrilla superviviente de soldados de la República de Nueva California una vez terminan de poner punto y final a otra de la Legión de César. Porque fue el conflicto entre el oso bicéfalo contra el toro dorado lo que marcó mi reinicio en la saga Fallout. Y a pesar de que el tercer título se hizo un hueco en mi corazón de manera especial años después, fueron los Compañeros del Mensajero y NPCs del Mojave quienes ganaron los puntos necesarios como para que New Vegas quedara muy por encima de Fallout 3 respecto a la opinión generalizada que se tenía de ambos en mi entorno de juego y que colocaban a mi favorito al final de la lista. Desde luego este artículo no pretende abrir una absurda guerra, ni dividir a la comunidad lectora. ¡Ni mucho menos! Lo que leéis tiene como objetivo, más bien, servirme de puente para afrontar una nueva realidad que me ha llevado peculiarmente a formalizar mi relación con Fallout 4. Porque sí: me ha encantado.

Y diréis: «Si tan mainstrain te pareció la trama del tercero, ¿cómo es que la cuarta entrega te ha gustado tanto?» Francamente, por lo mismo que New Vegas. Porque en un mundo donde todo es desolación, miseria, peligro inminente y pavor a lo desconocido, aquellos que te ofrecen palabras amables o a quienes ayudas —bien por obtener algo a cambio o por mero altruismo— representan un alivio constante en tu camino de supervivencia. Si bien la cuarta parte de la franquicia no mejora respecto a la trama principal, dándole la vuelta a la del tercer título, sí que proyecta mejor ese anhelo y desesperanza por encontrar al familiar perdido. Además, implementa gran variedad de personajes compañeros con diversas brújulas morales, cuya relación avanza o disminuye respecto a tus propios actos en partida y que va más allá del mensaje «X personaje recordará esto». Recogiendo el testigo implantado en New Vegas, e incluso yendo un poco más allá al permitir el romance del morador del refugio, las misiones que engloban a tus acompañantes te ofrecen su propio punto de vista y es ahí donde vuelves a sumergirte en un mundo plagado de realidades que se descubren junto con un renovado abanico de mejoras, tanto gráficas como técnicas, mientras afrontas el largo sendero a recorrer siguiendo el rastro de miguitas de pan.

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Sin embargo, he de decir que los compañeros —los mejores tardan bastante en aparecer al quedar distanciados unos de otros— han representado la punta del iceberg cuando, como jugadora de sims profesional, se te plantea la posibilidad de establecer asentamientos: creación de casas, mobiliario, murallas, sistemas de defensas, arena de combate… ¡incluso capturar y entrenar a tu propio sanguinario! Muchas posibilidades, sí, pero con mesura: no nos vayamos a volver locos al querer implementar demasiados sistemas eléctricos y personalizar cada casita dispuesta para cada uno de nuestros colonos. No. ¡Esto es el Yermo y se viene a sufrir! Porque si no tienes los materiales necesarios, ni las chapas para hacerte con ellos, te toca desvalijar las localizaciones cercanas —y no tan cercanas— en busca de ese componente que te hacía falta para la caseta del perro. Y es que, la integración de mejoras de juego viene impulsadas por un camino, al principio tortuoso, que te impela a seguir adelante en las misiones —principales o secundarias— o a investigar los puntos más próximos en el mapa. Siendo en tales donde está la magia, llegas a apreciar el gran mimo del rediseño de niveles y funcionalidades para quienes hemos acompañado a la franquicia casi desde sus inicios y ya nos sabemos todos sus trucos.

El Valor del Factor Sorpresa 5Además de contar con una verdadera y solicitada verticalidad —pudiendo subir escaleras de incendios o andamios para alcanzar azoteas y tejados, gozando así de una mejor visual de nuestro alrededor con la que posicionarnos para un ataque—, determinados enemigos se comportarán de manera diferente a la que ya esperamos aquellos que jugamos a títulos anteriores. Por poneros un ejemplo próximo al inicio, en determinada misión deberemos hacernos con un núcleo de energía: un dispositivo que, como su nombre indica, funciona a modo de pila concentrada para activar una servoarmadura que, al contrario que en los títulos previos, ahora resulta ser un armazón compuesto de piezas personalizables a lo Mazinger Z; aunque de tamaño mucho más reducido. De modo que cuando superas la estupefacción de ver ese armatoste abierto ante ti, mientras las palabras: «Sube al EVA, Shinji» resuenan en tu cabeza, te armas con lo primero que tienes y un gran estruendo hace temblar los edificios hasta que se descubre un gran sanguinario a cuya vida tienes que poner fin. Mientras disparas con todo lo que tienes, la bestia galopa hacia ti meneándose de un lado a otro para impedir llevarse la ráfaga de balas… y aunque sabes que es un script de evento ligado a la misión en curso y que no va a volver a aparecer nada así, no puedes evitar pensar en las molestias que se han tomado para sorprenderte con esta puesta en escena, o con el desafortunado destino de acabar entre las garras de un sanguinario.

El Valor del Factor Sorpresa 6Además, podría añadir que los conocidos necrófagos salvajes que deambulaban como almas en pena, a la espera de que un francotirador con un pulso firme y un lugar privilegiado los devolviera a la tierra contaminada que los engendró, en este título se esconden en las sombras del viejo mundo, reptando por sus cavidades ante la presencia de quienes se atreven a perturbar su sueño inquietando, a su vez, el nuestro ante el lamento de la jugosidad que emite la piel pegada a sus huesos. Y cuando creías que ya nada podía sorprenderte, cuando deambulas de una localización a otra henchido de curiosidad, ves algo nuevo que temer bajo la apariencia de un aliado: porque eso son los synth, androides divididos por generaciones capaces —en la más actualizada— de adoptar la apariencia de quienes menos esperamos para hacernos sentir igual de ilusos que Ellen Ripley.

Tales detalles solo representan unos pocos ejemplos que ahora se agolpan en mi recuerdo y que aluden al llamado factor sorpresa porque, frente a la presentación de un nuevo título surgen interrogantes que van de la mano del recelo: una emoción que, si bien viene cultivada desde que el fraudulento marketing del Hype está en boca de CEOs y desarrolladores del medio videolúdico por igual, también cuenta con una contrapartida en detrimento nuestro y que nos lleva a alejarnos de títulos que, verdaderamente, puedan copar nuestras expectativas… ¡y hasta superarlas sin pretenderlo!

«¿Qué más van a contar en Fallout?» Me preguntaba cuando el anuncio del E3 2015 se hizo público. «¿Qué otra aventura nos van a querer vender cuando nosotros, que ya venimos entrenados de los títulos previos, somos conocedores de sus secretos, sus facciones, su mundo o la manera de abatir a los enemigos más emblemáticos?», argumentaba a una buena amiga mientras veíamos el directo, creyéndome muy lista y mirando con prepotencia los vítores entre el público reunido en el evento. Y es ahora, mejor tarde que nunca, cuando una servidora se quita el sombrero tras casi rozar las 400 horas de juego, ante la maestría esgrimida de cómo saber contentar a una seguidora de la saga: todo gracias a esos pequeños detalles que surgen en una mesa de desarrollo, que se nutren de innovadoras ideas que son escuchadas y apalabradas, abrazando cierto aire vanguardista, lo que hacen que un título asentado y normalizado en la comunidad se convierta en uno inolvidable.