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Neo Cab
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Columna: Neo Cab y buenismo anticapitalista

Me disculpo de antemano: «buenismo» me parece una palabra odiosa, terrible. De hecho se suele usar más en la derecha que en la izquierda, siempre para acusar al otro cuando emite un juicio que a otro ser humano no-horrible le parecería de pura decencia y humanidad. Pero es que naíf me parece una palabra peor, quizá más irrespetuosa, y yo no pretendo faltar al respeto a nadie con esta columna. Pretendo hablar de Neo Cab, un videojuego con un importantísimo foco en la intimidad, las relaciones rápidas y los extraños como salvavidas en la gran ciudad. Y a la vez, un videojuego con conciencia política y social, pero limitado por la cosmovisión de Chance Agency, sus creadores. Volveré sobre esto, no sin antes agradecerles la valentía de hacer un título tan eminentemente político y de mojarse cuando lo que prima muchas veces es la cobardía de negar que haya política en tus juegos.

Columna: Neo Cab y buenismo anticapitalista 1En Neo Cab encarnamos a Lina, una mujer de ascendencia latina que viaja a la ciudad de Los Ojos a reunirse con una amiga (Savy) con la que hace mucho que no tiene contacto. Experimentamos las primeras mecánicas, que ya no nos abandonarán, de camino al reencuentro: el coche como libertad, los ojos en la carretera mientras avanzamos por el desierto hacia una nueva vida. Lina es conductora y trabaja para la plataforma que le da nombre al juego, un sosias de nuestros Uber o Lyft. Aunque estamos en un futuro bastante cercano, queda claro que Lina es miembro de la terrible gig economy y que está sujeta a sus reglas: nada de seguros, nada de cubrir gastos, la obligación de no bajar de un determinado número de estrellas y de recaudar una cantidad so pena de perder su trabajo. Lina es, al fin y al cabo, una esclava, pero su relación con su coche, la conducción y la «libertad» de trabajar en un empleo que está a punto de desaparecer apenas se explora aquí. Porque el principal problema es Capra, una megaempresa que posee casi todo el parque móvil, ahora automatizado, además de decenas de empresas que ha ido adquiriendo en un enorme monopolio que ha acabado hasta destruyendo al poderoso dólar, sustituido por su propia criptomoneda. Capra es, en cierta medida, «el sistema», la amenaza global que va a robar para siempre nuestro derecho a trabajar… para una app oscura que apenas nos da cobertura ni nos mantiene el coche y cuyas ganancias apenas dan margen para pasar la madrugada en un motelucho hasta el siguiente turno.

Columna: Neo Cab y buenismo anticapitalista 2La trama de Neo Cab da rápidamente un salto cuando Savy desaparece y tenemos que buscarla. Abandonada en la calle de una ciudad que no conoce, tendrá que hacer sus turnos de trabajo y tratar con los pasajeros que vaya encontrando, a la espera de que dé señales de vida. Quizá este punto es el más flojo, porque no será difícil encontrarla y el camino está más o menos hecho. Esta búsqueda a medio camino entre la desesperación y la decepción no es el punto fuerte de Neo Cab. Lo verdaderamente interesante del juego está en el papel de Lina de confesora de sus pasajeros, ya acostumbrados a usar coches automatizados con los que no pueden charlar.

Cada cliente tiene una historia que contar y está escrito con verdadero mimo. Además, tenemos la posibilidad de encontrarnos a algunos de ellos de nuevo, por lo que podremos ver la progresión de sus historias e incluso si los consejos que les damos tienen efecto. Decenas de títulos con mucho mayor presupuesto tendrían mucho que aprender de aquí, no sólo por los temas que tratan sino por cómo se articulan los diálogos, que crecen a través de una limitación.

Muy al principio Savy le regala un brazalete a Lina capaz de medir sus emociones, no sin antes acusarla veladamente de «tremendamente emocional». Así «estará más en contacto con ellas» y sabrá «cómo se siente». Esto, que no debería parecerle una buena idea a nadie, da a luz a la otra mecánica importante de Neo Cab: ajustar los diálogos a lo que más o menos vamos sintiendo, porque habrá respuestas que no podremos emitir si estamos tristes o enfadados. Retomo lo de la esclavitud: no sólo tenemos que contentar a los clientes diciéndoles lo que creemos que quieren oír para que no bajen nuestra valoración, sino que encima habrá que censurar a nuestras propias emociones o pagar las consecuencias. La conveniencia de la propia pulsera se explora cerca del final y me gusta su solución, con una suerte de duelo emocional brillantemente resuelto y la posible liberación final del puto cacharro.

Eso sí, se nota que Neo Cab está pensado para ser muy accesible y que lo que quede claro sea su mensaje. Porque la única limitación real es la de las emociones de Lina y lo que nos quedaremos sin decir porque no seremos capaces de hacerlo. Toda la parte de gestión de la app, de conservar las estrellas para que no nos despidan y de no quedarnos sin dinero para poder pernoctar en la plétora de moteles y cápsulas ruinosas, es tremendamente sencilla. Está, pero no agobia, no nos hace sentir que vayamos a amanecer entre cartones. El jugador estará libre para perseguir a Savy y, sobre todo, para seguir atendiendo a clientes. Apetece trabajar, ver a qué se dedican, ayudarles y ayudar a Lina por el camino. Esa decisión de diseño hace que, aunque leamos comentarios sobre lo rácanos que son los de la app, realmente no nos genere apenas antipatía. Al fin y al cabo, es la única forma de viajar en un coche sin cámaras y con privacidad, de que nos atienda un ser humano y tengamos algo de intimidad frente a los frenéticos y fríos coches automatizados de Capra. Casi podría decirse que Neo Cab son los buenos.

Y Capra los malos, claro. Una empresa antipática con la que Lina tiene un pasado, que está haciendo lobby aprovechando un terrible accidente para sacar adelante una ley que prohíba los coches conducidos por humanos. Una empresa con ejecutivos imbéciles que nos vomitan en el asiento trasero o nos juzgan. Obviamente, una empresa contra la que querremos luchar y contra la que algo podremos hacer. Lo curioso es que el objetivo de Capra es, básicamente, extraer los datos de cada persona e influir en elecciones para seguir enriqueciéndose. Influir en sus estados de ánimo usando música y publicidad personalizada para condicionar sus gustos, sus votos, sus opiniones. Como en Walden Dos, pero para anular el juicio individual de cada ser humano.

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Lamento avisarles de que esta distopía ya existe. Quiso la casualidad que justo terminara de leerme El enemigo conoce el sistema, de Marta Peirano, en el que habla de cómo la red no es libre, de cómo Facebook es básicamente una maquinaria de explotación, extracción y pura maldad y de los casos de Cambridge Analytica o la campaña electoral vía Whatsapp de Bolsonaro. Neo Cab quiere advertirnos de algo que puede pasar a menos que lo paremos, pero lo cierto es que ya pasa. Incluso, de manera heroica, podremos conseguir pararlo gracias a la revelación de los terribles secretos de Capra y los tribunales y la voluntad popular. Facebook sigue funcionando y Mark Zuckerberg forrándose a pesar de Cambridge Analytica y un juicio que no sirvió para mucho. La Seguridad Social inglesa va a colaborar con Alexa de Amazon, usando el simpático altavoz que guarda todas tus conversaciones para que le preguntes dudas sobre tu salud. El psicópata de Duterte usó Facebook para ganar las elecciones y silenciar a sus adversarios. Podría seguir, pero déjenme que les invite a leer el mismo libro y enajenarse.

El futuro frío y distante en el que somos marionetas de cuatro monopolios dueños de nuestros datos que temen Chance Agency es nuestro presente. Neo Cab no es tu amiga, tampoco es un mal menor y si indagásemos un poco más, seguro que tendría a Capra entre sus accionistas. Dice Evgeny Morozov que sólo seremos libres si los datos extraídos pasan al dominio público, algo que ya dijo un alemán en 1848 refiriéndose a los medios de producción. Así que, ¿por qué hablo de buenismo? Porque de nuevo nos tragamos el There is no alternative thatcherista. Estamos ante un videojuego valiente, pero limitado por las fronteras intransitables del capitalismo y décadas de propaganda sobre la inexorabilidad del mercado. Un anticapitalismo flojito que en el fondo quiere corregir sus mayores abusos, hacer unos retoques a una máquina que funcionaba bien pero han chafado un par de malos individuos. Lina puede ser una heroína individual, o cooperar con un pequeño colectivo, pero puede serlo dentro de un videojuego en el que al capitalismo le puede derrotar un juzgado. Chance Agency nos transmiten, al menos, que luchemos para que en la realidad no pase, que no llegue el infierno de vigilancia y manipulación. Pero ya llegó, y esto se compartirá en redes sociales, espero que con algo de indignación. Y, tristemente, si nos mantenemos en los límites que nos han dado, no servirá de nada.