The WitnessCrítica
Es difícil hablar de The Witness a estas alturas. Por un lado, se ha escrito tanto sobre este juego que es difícil encontrar un enfoque nuevo o al menos lo suficientemente original y útil para justificar tu tiempo de lectura. Y por otro, porque cuanto uno menos sepa de este título, más lo disfrutará.
Y es que lo nuevo de Jonathan Blow (Braid) y su equipo es un diamante tremendamente bien pulido. Bajo un diseño minimalista en lo estético y un diseño por substracción en lo jugable, Blow ha conseguido crear la que a buen seguro será no sólo una de las mejores experiencias del año, sino de la historia de los videojuegos.
El juego consiste en recorrer una isla donde hay una serie de paneles que resolver para activar otros paneles que nos lleven a activar un rayo láser hacia la montaña de la isla. Estos puzles consisten en trazar el dibujo correcto en una especie de laberinto, en el que nos dan una serie de pautas. Pautas que en ningún momento se paran a explicarte.
Evidentemente, los diseñadores no quieren que les leas el pensamiento ni que averigües la solución por ciencia infusa. El entorno lo es todo. Y si te encuentras con algo que no entiendes, deberías buscar a tu alrededor, porque a buen seguro vas a encontrar la pista que te conduzca a la solución en el propio entorno de juego.
Vale, hasta aquí todo bien. Puede que ahora pienses, como mucha otra gente, que esto es un Myst HD. Pues no. No exactamente al menos. Es evidente que hay muchos paralelismos entre los dos juegos, como también eran evidentes los paralelismos entre Braid y Super Mario Bros. Pero ahí radica la grandeza de Jonathan Blow: Coge un concepto de juego y lo retuerce hasta convertirlo en algo completamente diferente.
Y sabe perfectamente lo que se hace. Porque si Myst y todos esos títulos de puzles tan desafiantes que nos dieron los años 90 tenían algo en común era su filosofía de diseño. Los diseñadores querían hacer rompecabezas complicados. Convertir el juego en una batalla intelectual entre diseñador y jugador. Y por eso, en muchas ocasiones además de tu fiel cuaderno con anotaciones y garabatos, terminabas comprando alguna guía o revista o preguntando a los amigos que ya se hubiesen pasado ese puzle que te tenía atascado.
Pero Jonathan Blow tuvo una idea diferente con este juego. Él quería hacer un juego sobre ese momento de iluminación, felicidad y satisfacción que uno alcanza cuando encuentra la solución a un problema que le tenía bloqueado. De hecho, en incontables medios, foros y redes sociales he podido ser testigo de cómo el equipo de desarrollo ha pedido a la gente que no consultase guías de ningún tipo.
Y es que este juego funciona con un patrón de diseño: Te encuentras con un puzle, lo intentas, fracasas, lo intentas un rato más, te das por vencido. Apagas el juego y te vas a hacer otra cosa. Vuelves al rato al puzle. Antes de tres intentos averiguas la solución. Y desde luego ese sentimiento de haber encontrado la solución correcta, o de haber dado con el patrón adecuado es maravillosa.
The Witness viene a ser ese profesor duro pero entregado que quiere demostrarte que eres mucho más inteligente de lo que te pensabas y que si tienes paciencia, tesón y dedicación puedes solucionar cualquier problema que se te ponga por delante.
Puede que en un mundo donde los juegos de mundo abierto tienen incontables misiones secundarias, minijuegos y actividades que llenan de horas su mundo abierto, un juego en el que el mundo abierto sólo contiene puzles de un tipo, y la mayor parte de ellos siendo desafiantes, puedes pensar que este juego no es para ti.
Pero esta experiencia de aprendizaje que compone el núcleo de The Witness lo convierte en un juego accesible para cualquiera. Ya seas un jugador ocasional o un gran fan de los juegos de rompecabezas. Incluso si se lo quieres poner a tu abuela, es bastante probable que le pille el gustillo rápidamente.
Hay cierta universalidad en este título. Algo de lo que carecen muchos juegos, o quizás sería más apropiado decir que carece de cosas que la mayoría de los juegos tienen. Porque por más que me he esforzado en buscar referencias al respecto, la historia de The Witness es virtualmente inexistente.
Hay grabadoras escondidas por el mundo que podemos escuchar, con fragmentos de diarios de personas de diferentes épocas. Pero nada nos indica qué hacemos en esta isla, ni qué sentido tiene resolver todos esos puzles. Sin embargo, el juego cuenta con un montón de estatuas, que recuerdan a las personas de Pompeya. Gente fosilizada en una posición, y que nos irán dando una idea de las historias que se esconden en esta isla, siempre que prestemos suficiente atención.
Otro de los elementos de los que carece The Witness es de una banda sonora. Se han decidido por la ambientación natural, de manera que cada zona de puzles tenga su propio estilo visual y ambiental que no distraiga de lo verdaderamente importante: seguir adelante encontrando las soluciones.
En definitiva, hay más de lo que podría hablar de The Witness, pero les fastidiaría el placer de descubrirlo por sí mismos. Y a buen seguro eso no es lo que ustedes querrán. Este juego no se presta a hablar mucho de él sin destripar sus virtudes, que radican en enfrentarse a él con el mínimo de información posible. Un clarísimo recomendado que cualquier usuario de PC o PS4 debe tener en su colección.