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Análisis: SPATE

Análisis: SPATE 1

Siempre que se trata cualquier tema relacionado con el alcoholismo, mi mente acaba dándose de bruces con Peter Mullan en Mi Nombre es Joe. Aquel personaje -otro más- de Ken Loach que, a pesar de poseer únicamente su nombre, trataba con su orgullo escocés redimirse de sus pecados. Los pecados y el alcohól suelen ir de la mano y curiosamente éste también está presente como método para olvidarlos. No hace falta conducir ebrio para tener un accidente ni beber para olvidar la desaparición de una hija pero en ambos casos una botella puede formar parte de la ecuación, y de todas las botellas, la Absenta es la que más literatura nos ha dado. Una bebida con aura bohemia y supuestas propiedades alucinógenas en la que cada trago equivale a emular a Wilde, Van Gogh o Hemingway buscando nuestro propio duende verde al final de la botella.Es difícil imaginar los motivos que han podido dibujar el camino que separa a Eric Provan de trabajar en la Jim Henson’s Creature Shop al desarrollo de un videojuego independiente sobre un adicto a la absenta, pero como jugador no puedo hacer otra cosa que sentirme agradecido. Spate nos pone en la piel del detective Bluth, un tipo con un pasado y un presente de lo más descorazonador que se embarca en la peligrosa tarea de encontrar a un hombre de negocios visto por última vez en un lugar conocido como Zona X. Este lugar fue en otros tiempos conocido por ser un cotizado y hermoso destino vacional, pero hace diez años descendió sobre él una extraña niebla que dio como resultado la desaparición de varias personas y condenó a lo que antes había sido un paraíso en un lugar prohibido. Allí comienza Bluth.Spate es un viaje con mecánica plataformera. Sus retos no se basan en una gran dificultád sino en algo más primario, un conjunto apoyado por una belleza incómoda que trata de transpasar la cuarta pared gracias a un botón que nos permite dar un trago de Absenta en cualquier momento. Cuando Bluth bebe adquiere un poco más de velocidad y algo más de salto, pero el mundo a su alrededor cambia y se deforma. En ningún momento se indica si abusar de este recurso está penado, por lo que depende del jugador controlar su uso, y el único elemento con el que contamos para realizar tal valoración es un argumento que se nos desgrana poco a poco en forma de voz en off magníficamente interpretada por Jack Bair. Se agradece, y mucho, el tono moral grisáceo que deja entreveér la narración, que al estar interpretada por el propio Bluth recorre el camino conocido por la justificación de su alcoholismo presentado un escenario de desgracias personales iniciales que da paso a momentos de lucidez donde reflexiona sobre las consecuencias del mismo y su elección personal acerca de cómo ha decidido vivir su vida.Al contrario que en otros tratamientos sobre la culpabilidad dentro del medio, como por ejemplo en la saga Silent Hill, Spate no apoya su mundo en seres deformados y habitaciones oxidadas. Ciertamente la Zona X no es un lugar en el que construir una urbanización pero su planteamiento es más onírico que terrorífico, apoyado por una fantástica BSO compuesta por Mike Raznick que ejerce un papel fundamental junto con un uso de la profundidad de campo y de cámara del que debería tomar buena nota cualquier que pretenda realizar un título en 2D. Nunca sabremos si nos encontramos en un lugar real o en una alucinación provocada por la adicción a la Absenta de nuestro protagonista, y el hecho de que la narración sea propia no hace más que acrecentar esta sensación. De hecho la historia de la Zona X parece contener elementos en común con la vida del propio Bluth –tampoco demasiado disimulados- que da pie a abordar pararelismos entre la niebla que cubre tanto la isla como la mente del protagonista o reflexionar sobre los motivos por los cuales se puede pasar de la normalidad, incluso de la felicidad, a un permanente estado de tristeza.Provan ha realizado un juego redondo, donde es difícil mostrar algún punto negativo. Quizá su duración no sea la esperada dentro del medio (unas dos horas), pero eso no desmerece un ápice la solidez de su propuesta, donde unas mecánicas cuyo mayor referente es Donkey Kong Country dejan paso a una amarga reflexión sobre la casuística de la propia existencia y la manera que tenemos de afrontar el dolor. Alejado de moralinas, Spate ofrece un recorrido alucinógeno -y alucinado- a través de un entorno de melancólica belleza en el que juguetea con la esperanza como base para la redención, dejando en manos del jugador el juicio de valor sobre la necesidad de castigo. No deberían dejarlo pasar.SpateSpate en Steam