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Análisis: Metro – Last Light

Metro - Last Light
Metro - Last Light

   Lo bueno de vivir en un túnel de metro es que las decisiones son tan sencillas como «avanzar» o «retroceder». Tiene cierta lógica que en el juego con un diseño de niveles en teoría más fácil acabe siendo el escenario lo más destacable. Y lo cierto es que tal y como resulta la vida en el metro resultaba el desarrollo de Metro: Last Light. El de 2010 era un juego con muchas cosas muy buenas, principalmente las heredadas de su fidelidad a la novela original, y también con muchos defectos, algunos de los cuales, de hecho, debidos a un cierto desaprovechamiento de dicha novela. Y en este punto los desarrolladores tenían dos posibilidades: seguir avanzando sobre el mismo concepto de juego o retroceder y replantear el mismo en algo más parecido a, qué se yo, el tan demandado Fallout subterráneo. Y por lo visto han tirado hacia adelante.

   Claramente Last Light es mejor juego que 2033, pero más por una potenciación de virtudes y minimización de defectos que por la introducción de ideas nuevas. Vuelve a ser un shooter con un gran componente de infiltración y vuelve a dejar de lado casi por completo posibilidades tan jugosas como ahondar en la vida en las distintas estaciones, no porque falten estos momentos, sino por no dotarnos de más libertad que la de ser meros espectadores (no en vano, el mejor momento del juego es cuando, aún teniendo que avanzar en línea recta, podemos elegir explorar caminos alternativos laterales). Lo mismo sucede con un sistema económico tan fascinante como que el dinero y la munición sean la misma cosa; desaprovechado por el simple hecho de que en cada cadáver encontraremos más balas de las que hemos necesitado para eliminar al susodicho y porque, realmente, no hay mucho que comprar o vender.

   Sí son más interesantes las «ciudades»; están mejor ambientadas y su función en el argumento está más clara, en gran medida porque lo mismo sucede con las facciones lo cual, por cierto, quizás no sea realmente un mérito del propio juego: no hay problemas a la hora de representar a fascistas o comunistas porque el jugador ya sabe de sobra lo que son y cómo son. Se consigue dejar de lado en gran medida el componente sobrenatural y, cuando aparece, está quizás mejor justificado e introducido que en 2033 (lo cual no quita para que un servidor, personalmente, hubiese celebrado por completo su eliminación).

Al final la trama se resume como una guerra latente entre los malos y los más malos y el protagonista en medio intentando discernir qué pinta él en semejante batiburrillo. Y, de nuevo, el final malo es el bueno y viceversa, no sé si me explico.

   Realmente a la hora de la verdad nada de esto importa: ni la historia, ni las estaciones ni el comercio estarán presentes durante el 95% del tiempo. No, amigo, la mayor parte del tiempo estaréis tú, tu fusil, tu linterna y tu máscara de gas. Completamente solo en un túnel peor iluminado que el rodaje de una peli porno o en una de las más frecuentes incursiones en un exterior mucho más impactante, con panorámicas que definen a la perfección la belleza malograda de una ciudad y una ambientación que te escupe a la cara que esa ya no es tu casa, que ya no eres bienvenido y que vuelvas al agujero del que has salido (literalmente). Es aquí donde Metro vuelve a sacar las garras y mostrar su mejor cara. Cuando avanzas casi a ciegas quemando telarañas para poder tener un instante de visibilidad, cuando sales a la superficie con dos minutos de oxígeno rezando por encontrar un filtro y no acabar como el tipo al que se lo quites, cuando todo está en calma hasta que escuchas un ruido que no sabes si se ha producido junto a ti o a kilómetros, traído por el eco. Metro: Last Light es un juego que te hace dudar entre encender la linterna y poder ver o dejarla apagada para no ser visto, que te hace contener la respiración como a su protagonista y que verdaderamente sabe ponerte de los nervios. Y al igual que para disfrutar de sus virtudes jugables es conveniente activar la máxima dificultad, para sumergirse al máximo en su experiencia claustrofóbica conviene apagar las luces (las de verdad, no las del juego) y poner el volumen a tope.

   Y, claro, hay acción, mucha acción. Lo mejor vuelve a ser la infiltración, esta vez mucho mejor resuelta por equilibrio de sus posibilidades y porque los enemigos están sordos y tienen el ángulo de visión de un tuerto. Es un gustazo escabullirse entre las sombras rajando gargantas pese a lo difícil de obviar cosas como que habiendo veinte tíos en una habitación a ninguno le extrañe que repentinamente se apaguen todas las luces de su base. Los combates, realmente, poco han cambiado; vuelven esas armas tan rusas como el vodka, icónicas a más no poder algunas de ellas, y se va esa puntería un tanto aleatoria que tantas quejas suscitó en el primer juego. Yo, realmente, es algo que he echado de menos pues creo que le sentaba de fábula a un juego cuyas armas deberían encasquillarse con cierta frecuencia. Ahora todo funciona correctamente y acribillar humanos es bastante divertido. Lo mismo diría de los bichitos mutantes que pueblan el subsuelo moscovita de no ser por esa afición suya de pararse a un metro de nosotros, más llamativa cuando vamos a bordo de algún vehículo. Son, por cierto, estos «animalitos» los protagonistas de varios enfrentamientos contra jefes finales, de esos que sobran más que Kaká en el Madrid, y de un tramo final alargado en exceso quizás para compensar la ausencia de otros innecesarios modos de juego, pero también los encargados de sumar las mejores dosis de terror, un terror mucho más presente y con razón; es lo mejor de Metro: Last Light.

   Antes de las conclusiones quiero decir algo sobre el doblaje: no comentaré su calidad o la de los actores (de hecho son voces de esas «que suenan»), sólo diré que no ponen acento ruso; tienen el mismo acento que tu primo el de Móstoles. A eso súmale el extraño hecho de que las voces, también en inglés, dejan de escucharse casi por completo si tienes de frente, es decir si no tienes a un lado, a tu interlocutor o si te alejas un metro de él (Artyom escucha mejor por un oído que por los dos al parecer, lo que sumado a la sordera de los enemigos me lleva a pensar en algún tipo de dolencia extendida en el metro, otitis moscovita  crónica o algo así). Muy molesto.

   En resumidas cuentas Last Light es un juego que descontextualizado volvería a resultar muy justito. No disfrutaría de él con la ambientación de un Halo o un Super Mario aunque sí disfrutaría de ellos con la de Metro (y de qué manera). Sin embargo te encuentras a mil jodidas millas de la chispa de luz más cercana o del soplo de aire no viciado más próximo, afanándote desesperado con la dínamo en pos de poder ver un metro más lejos, escuchando algo que se arrastra o quizás es arrastrado, asustándote con tu propia sombra, sentado en el borde del sillón mientras apuntas a cada esquina y sufres una taquicardia…

O quizás te deslizas junto a un infeliz que vive despreocupado sus tres últimos segundos de vida antes de que su garganta se convierta en una boca… o puede que hayas llegado al fin a tu estación, ansioso por beber un poco de licor mientras contemplas a las chicas del famoso ballet ruso y escuchas viejas historias… y recuerdas qué fue lo que te hizo lanzarte de cabeza a este agujero tan profundo que el fondo ni se intuye al que algunos llaman Metro. El metro de una antigua ciudad repleta de extrañas construcciones verticales gigantescas y semiderruidas llamada Moscú, donde moran los fantasmas del pasado.

Análisis de Metro 2033 a cargo de Dr. Alemán

Todo lo que se ha dicho de Metro: Last Light en Nivel Oculto

Web oficial de Metro: Last Light

Web oficial de 4a-games

  1. Muy buen análisis, sin spoilers y con referencias a la novela.
    A mi Metro 2033 me defraudó mucho aunque creo que era por la penosa optimización de su versión en PC. Tengo intención de volver a jugarlo en algún momento, teniendo muy en cuenta continuar con este Last Light.

    No sé si tiene distintos niveles de dificultad, pero me parece de esos juegos que le vendria de lujo hacerlo en modo dificil con poca munición y cagado todo el tiempo.

  2. Muy buen análisis hamijo.

    Como dices, es un juego que descontextualizado pierde muchísimo. Como FPS es bastante regulero y sólo en el nivel más difícil (existe ese modo que pide Awesomo, con menos munición y sin retícula de apuntado) se convierte en un reto.

    Yo ya he asumido que de esta ambientación no sacarán lo que pide el juego a gritos, que es algo más inmersivo y rolero, y es una lástima. Sus mejores momentos son en los que te das un paseo por la estación, descubres algún secreto sobre el metro…Precisamente, lo que hace buena a la novela está en eso y no en su acción desenfrenada.

    Como curiosidad, parece bastante claro que la trama de este juego será la de la siguiente novela (Metro 2035) también, así que asumo que el final canónico será «el bueno» (el que pierde las piernas ya sale vivo sin ellas en Metro 2034).

  3. El tema del sonido se soluciona configurando el audio del equipo como Stereo. Revisa en los foros de Steam, hay bastante información al respecto 😉

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