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Análisis: Lumini

Lumini
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Crítica

Siempre he considerado algo despectivo el calificativo de “evasión” cuando va referido al disfrute de algún tipo de ocio. Entiendo que el tono peyorativo no va implícito, pero al calificarlo de este modo tengo la sensación de que de manera implícita se está considerando a este ocio como algo menor en una escala imaginaria colectiva. Los videojuegos siempre han tenido algo de esto, incluso los más orgullosos (y autoproclamados) GAMERS alzan la bandera del entretenimiento y la evasión ante cualquier consideración al videojuego que intente buscar en él diferentes elementos. Curiosamente son estos mismos los que después gritan muy fuerte aquello de “el videojuego es arte”, pero ese es otro tema. El videojuego, claro está, puede servir como evasión al no considerarse uno de esos quehaceres diarios que nos definen como sociedad occidental, aunque esto mismo valdría con la lectura de una obra de Shakespeare. Ambos nos evaden de nuestra monotonía pero no significan que se encuentren exentos de virtud, o que nuestra monotonía sea contenga una virtud mayor. Que un videojuego sirva para evadirnos no significa que no pueda contener elementos que no enriquezcan. Que una crítica intente ver más allá del triunvirato gráficos-sonido-jugabilidad no significa que desprecié el componente evasivo.

Lumini es el primer título de Speelbaars, un no tan pequeño estudio independiente con sede en Holanda, en el que nos proponen controlar un pequeño enjambre de pequeñas criaturas voladoras en su regreso a su planeta después de una ausencia de miles de años. No sabemos las razones de su marcha ni las de su regreso, pero lo cierto es que el planeta ha debido de pegar un gran cambio, puesto que nos encontramos un recibimiento más bien hostil. Sobrevivir, abrir paso a la vida es el único objetivo que nos marca Lumini. Proteger a estos pequeños seres con aspecto indefenso dentro de un territorio al que no podemos culpar por sus peligros. Al fin y al cabo la naturaleza nunca ha sido justa.

Empezaremos controlando a un pequeño lumini, con el que deberemos ir recogiendo una serie de bolas de energía que crecen en algo a lo que podríamos denominar planta y que nos ayudarán, una vez lleguemos a unos extraños bloques diseminados por el mapa, a crear nuevos luminis que se unirán a nosotros en forma de bandada. Estos nuevos amigos de especie evolucionan en tres razas distintas con diferentes colores identificativos y tres habilidades distintas. Estas características se orientan hacia aspectos ofensivos, defensivos o velocidad y despenderá de nuestro estilo de juego el utilizar unas u otras. Por el mapa también encontraremos diferentes objetos con los que podremos hacer evolucionar a una de estas tres razas de luminis, aumentando la potencia de sus características.

El manejo de los luminis se realiza de manera sencilla con el stick izquierdo del pad (imprescindible jugar con mando para disfrutar medianamente de la experiencia), pudiendo dividir la bandada en dos grupos que controlaremos con ambos sticks. Elemento este que únicamente se utiliza cuando hay que resolver algún tipo de puzle, pero de eso hablaré más adelante. El control, a pesar de que manejemos una buena cantidad de luminis, siempre se interpreta como si jugáramos únicamente con uno, es decir, controlamos al que va en cabeza y los demás nos seguirán. Será también la raza que vaya en cabeza quién podrá utilizar sus habilidades, pudiendo cambiar el lumini de cabeza en función de nuestras necesidades en cualquier momento.

El control de Lumini es fluido y otorga esa sensación de “flow” según pasando los minutos. Una sensación que sería imposible sin el impresionante trabajo artístico realizado por los componentes de Speelbaars. El mundo de Lumini es un mundo vivo que por momentos parece que se encuentra al borde de la extinción. Nuestra posición dentro de él queda patente a las primeras de cambio, y por mucho que a veces nos moleste algún elemento hostil del mismo, cuesta mucho denominarlos como “enemigos”, puesto que da la sensación de que ellos ya estaban allí y que nuestra presencia es prácticamente una anomalía. Nuestro recorrido nos llevará a través de muy distintos paisajes, los cuales dejan entrever una antigua civilización avanzada que hace mucho que dejó de ser la dominante. Ahora encontramos enormes seres parecidos a mamuts que luchan por su supervivencia en mitad de terribles tormentas. Quizás no seamos únicamente una nueva especie dentro del ecosistema (o una especie de vuelta al ecosistema), sino aquella propicia para sobrevivir en lo que se intuye está por venir.

La nula carga de las diferentes áreas, lo medido de la escala en la cual se posiciona la cámara, un perfecto uso del 2D como gameplay y 3D para los escenarios junto con la belleza del entorno convierten el recorrido por Lumini en un viaje irrepetible al que no le pesa su completa ausencia narrativa, pues es el propio mundo el que va componiendo un esquema en la mente del jugador. El complemento a esto es una banda sonora que se encuentra subordinada completamente a las acciones del jugador y al lugar donde estas se desarrollan. No es una banda sonora que destaca, sino que acompaña de manera sutil y se hace valer cuando la situación lo requiere. Algo parecido ocurre con el sonido, orientado a otorgar información al jugador sobre el entorno, destacando los “grititos” de los propios luminis, los cuales nos indicarán peligro o alegría sin necesidad de complejos usos de la interfaz.

El primer viaje de Lumini se acaba en poco más de dos horas. Poco más de tres si como uno servidor quiere descubrir todos los rincones del mapa. Un viaje que no sólo honra el término “evasivo”, sino que lo abraza sin ningún tipo de vergüenza para reivindicarlo en toda su plenitud. Lumini es un título que nos ayudará a evadirnos a un mundo imaginario para salvar a unas criaturas que se hacen querer desde el primer “gritito” y que seremos incapaces de abandonar hasta que se encuentren a salvo. El reto vendrá después, en la segunda partida si la hay, mientras tanto es muy probable que alguno se encuentre dando vueltas en círculo simplemente por el placer de hacerlo. Poco más se le puede pedir a un juego.