La libertad asociada a la infancia suele colarse con cierta frecuencia a partir de cierta edad, donde la imposiciones de la vida diaria forman una cadena que, a veces, tiende a estrangular con saña. Soñar con veranos eternos, con tener todo por delante y cazar hormigas es la vía de escape que nos proporciona nuestro cerebro ante la enésima llamada de ese cliente insoportable o la cantidad inasumible de correos sin abrir. Where The Bees Make Honey nos traslada a ese idílico momento para afrontar la realidad actual.
Sunny es una empleada de telemarketing que ante el peso de la rutina y de las decisiones que está obligada a tomar, recuerda momentos de su infancia, queriendo volver a una época “en la que jugar a disfrazarse era más grande que la vida y cambiaba todo a tu alrededor”, y recoger los últimos pedacitos de inocencia que poco a poco todos hemos dejado por el camino.Rompecabezas y dioramas sirven a Wakefield Interactive para proporcionarnos una visión de la infancia donde la libertad parece infinita y la imaginación parece poseerlo todo. En contraste tenemos a la actual Sunny, atrapada en un trabajo que no desea y con una importante decisión que tomar. El enfoque utilizado en Where the Bees Make Honey para esto es interesante, ya que la parte que se desarrolla en nuestra infancia se juega en tercera persona, mientras que la que se encuentra en la actualidad es en primera. Lo que recordamos y lo que vemos.
Muy a tope por aquí con cualquier juego que trate de hablar de elementos inherentes a la madurez o generacionales, algo no demasiado habitual a pesar de la cantidad absurda de treinteañeros realizando proyectos y que se antoja, al menos para quien esto escribe, como algo imprescindible en ese acercamiento que han de realizar los videojuegos hacia la realidad para conseguir atraer a otro tipo de público.
Where the Bees Make Honey ya se encuentra disponible en Steam para Windows.Página oficial