En algún momento tocará asumir que Bloodlines 2 no va a llegar. Y no sé si es la mejor manera de abrir la crítica de un juego hablando de otro, pero espero que esto acabe quedando bien. Insisto: Bloodlines 2 no va a llegar, o, si llega, va a ser tan o más desastre que su precedesor. No pasa nada, la vida sigue, ya estamos cansados de decepciones y de que la realidad nos patee cuando caemos al suelo. Guardemos el luto y pasemos página, porque sólo haciéndolo seremos capaces de empezar a entender que no es tan grave. Que hay más alternativas, que hay un número cada vez mayor de opciones si la franquicia rolera de Mundo de Tinieblas nos gusta, empezando por este Vampire: The Masquerade – Swansong.
Siendo éste su principal atractivo y sabiendo al nicho de gente al que va, me gustaría decirles que el juego de Big Bad Wolf es una obra meritoria y disfrutable para todo el mundo, independientemente de lo que le importe la franquicia de Vampiro: La Mascarada, pero la verdad es que no sé si estaría diciendo la verdad. No puedo desligarlo de mi propia experiencia como pesado de los vampiros y de todo lo que tenga que ver con esos juegos de rol. Pero sospecho que sí, que aunque no conozcan la licencia en la que se basa, van a disfrutarlo. Me apoyo en la obra anterior del estudio, The Council, y aprovecho para reivindicarlo. Swansong es, en cierta medida, la continuación lógica de la senda que sus creadores habían comenzado a recorrer: la osadía de revitalizar un género, el de la aventura narrativa, que empezaba ya hace años a dar signos de agotamiento.
Swansong es eso, una aventura narrativa con toques de rol; o un juego de rol con muchos toques de aventura y ni un solo combate. Su núcleo jugable es una sucesión de escenas en las que alternamos a alguno de las tres protagonistas e investigamos por un escenario lleno de pistas y secretos, interactuamos con otros personajes y resolvemos pequeños puzles. Recuerda tanto a The Council como a los últimos Hitman, especialmente porque una de ellas tiene la capacidad de “disfrazarse” o incluso de convertirse en un sosias de otro personaje y porque muchos de los niveles ofrecen gran variedad de acercamientos. Hasta aquí podríamos estar definiendo a un buen puñado de títulos, pero es que en Swansong tenemos el divertido añadido que da el vampirismo.
Rápidamente vamos a conocer a las tres protagonistas de la historia, en un prólogo que nos enseña cómo utilizar algunos de nuestros poderes y las mecánicas de diálogo. En esto recuerda mucho a las partidas de rol de cuando uno está empezando, porque la Príncipe (gobernante de facto) de la ciudad de Boston nos ha llamado para encomendarnos una tarea y no podemos (o no queremos) negarnos. Parece que los humanos han descubierto una reunión importante entre varias facciones que iban a hacer las paces y aliarse y han irrumpido a sangre y fuego en el club donde iba a celebrarse, cargándose a muchísimos vampiros pero también a un sinnúmero de esclavos de sangre y aliados. Toca descubrir cómo se han enterado, salvar lo salvable y, sobre todo, hacer que se mantenga la Mascarada que da título a los juegos: el velo que hace que la humanidad no sepa quién mora en la noche.
Lo interesante de los personajes es que ya nos vienen dados y que su encaje en la historia tiene más sentido del que pudiera parecer al principio: lejos de ser recaderos pueden acabar teniendo cierta agencia y descubriendo cosas importantes, ya sea de su pasado o de los vampiros que les rodean. Nos turnaremos entre Galeb, el chupasangres más antiguo de la ciudad y que ya está hastiado pero permanece por pura terquedad y un extraño sentido del honor; Emem, una diva nocturna que es más de lo que parece y Leysha, que no sólo es vampiresa sino también madre y está doblemente maldita con la sed de sangre pero también la locura y la visión profética.
Además de una serie de habilidades mundanas que van desde la capacidad de persuadir o intimidar hasta el conocimiento académico y forzar cerraduras, cada uno tiene los poderes (Disciplinas) que le corresponden a su clan, su linaje vampírico. Pero algunos de ellos se solapan y el uso que hagamos dependerá de cómo los desarrollemos. Por ejemplo, tanto Emem como Leysha cuentan con Auspex, la capacidad de expandir sus sentidos, leer las impresiones en objetos o desvelar ilusiones, pero difieren en que Leysha cuenta con Ofuscación (permanecer oculto, adoptar otros aspectos) y Emem con Celeridad (moverse tan rápido que paras el tiempo, saltar de un lugar a otro como en un parpadeo…). Swansong no te juzga, tanto si prefieres saber hacer de todo un poco o especializarte a lo bestia; cada escenario puede resolverse de múltiples maneras. Casi todas las puertas y cajas fuertes bloqueadas pueden forzarse, pero seguramente haya otra forma de abrirlas, igual que pueden averiguarse las contraseñas de prácticamente todos los ordenadores (y no son pocos). A veces será tan sencillo como encontrar un postit o interrogar a una pobre víctima, y otras tendremos que leernos algún fichero y hacer cálculos con él. Pero la opción está. Y merece la pena intentarlo, porque usar habilidades normales, tanto en diálogos como para resolver obstáctulos en el escenario, nos resta puntos de foco; y usar poderes nos da hambre. Y paliarla no es tan sencillo: hemos de encontrar un lugar seguro donde alimentarnos y un “donante”; por lo que gran parte del desafío va a ser tratar de mantener el equilibrio entre esos indicadores y hallar todos los secretos de cada nivel.
Esto de los secretos es muy importante por varias cosas: porque van a ayudarnos a tener un final u otro, a darnos nuevas opciones en siguientes niveles o porque podemos usarlos en los desafíos conversacionales. Esta mecánica la han transplantado de The Council y es lo más parecido que vamos a encontrar a un “combate”: tenemos una serie de rondas en las que desarmar con argumentos a nuestro rival y lo más importante no es tanto usar algún poder o habilidad como prestar atención a lo que nos dice y responderle en consonancia. Lo simpático es que muchas de esas opciones de diálogo dependen de lo que hayamos descubierto: una forma de premiar al jugador que no se deja ni un centímetro cuadrado sin revisar. No son algo especialmente difíciles si uno presta atención, pero incluso fallando podemos avanzar. Porque el fracaso aquí significa menos puntos de experiencia, detalles de la trama que no descubrimos y quizá un peor final, pero no que no podamos seguir jugando. De hecho, juraría que sólo se puede “morir” (definitivamente, que ya los vampiros están muertos) en los compases finales de cada personaje, pero a eso ayudará todo lo anterior que hayamos hecho.
Un ejemplo real: para poder cruzar una puerta de seguridad debemos dar un nombre. Hay varias formas de averiguar distintos nombres de empleados, pero si es un soldado deberemos ir disfrazados como tal, igual que si es una técnico, y si nos confundimos nos van a pillar y capturar. Otra opción es robarle la identidad con nuestros poderes a un capitán, pero para eso debemos conocerle primero averiguando detalles personales suyos e interrogándole. Cosa que sólo podremos lograr si no le destruimos la mente con nuestros poderes. Como ven, muchas ramificaciones en un segmento muy pequeño del juego.
Todo esto que les cuento… ¿hace del global algo apetecible si no les importan los vampiros y sus mascaradas? Como ya les he dicho, a mí me resulta muy difícil desligarlo de mi experiencia, pero releo lo dicho y entiendo que queda la sensación de una aventurilla disfrutable con múltiples opciones. Ahora bien, uno no coge la licencia de un juego de rol con más de treinta años de historia si no pretende construir específicamente sobre él, y creo que en eso Swansong sí que brilla.
Porque nos lo va dando a gotitas, pero cuando hayamos acabado, nos ha empapado del lore de Vampiro: La Mascarada. Y lo más interesante es que lo ha hecho partiendo desde un nivel muy básico e introductorio, dando un montón de detalles en el códice que tenemos en el menú pero también en los propios diálogos y sucesos que vamos viviendo. Si no conocemos nada del juego acabaremos teniendo una idea bastante buena de lo que nos puede ofrecer. Y si lo conocemos, vamos a encontrar multitud de guiños para el veterano, desde mecánicas del juego de rol hasta menciones a la metatrama de la nueva edición. A riesgo de repetirme y a modo de resumen: en vez de agarrarte de las solapas e inundarte de datos o de asumir que lo sabes todo, logra presentarlo de manera que acabes conociendo muy bien su mundo.
Entendiendo la estrategia transmedia que llevan en Paradox Interactive con la franquicia (la compraron hace un lustro), creo que el principal éxito de Swansong no se medirá sólo en ventas, sino en lo capaz que sea de atraer al mundillo a nuevos jugadores. Por eso hablaba de Bloodlines al principio, porque ése fue uno de sus logros (también de Redemption). Y yo creo que lo va a lograr, que va a conseguir interesar a la gente que ya tenía el gusanito pero no se había atrevido a acercarse a Vampiro: La Mascarada. Más allá de eso, que lo veremos con el tiempo, creo que Swansong es un videojuego de clase media muy digno, muy entretenido y con valor propio. Le falta algo de pulido y me he comido bugs que supongo que en breve estarán subsanados, pero escarbar en las historias de los tres protagonistas me ha hecho avanzar sin parar. Consigue trasladar muy bien el ambiente decadente y terrible en el que se ambienta, pero se guarda también momentos de ternura, tensión o pura y dura emoción. Me parece imprescindible si son fans de la licencia, pero creo que también deben probarlo si no lo son: dudo que les defraude.