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Análisis: The Long Reach

The Long Reach
The Long Reach

The Long ReachCríticaSi tuviera que elegir una de entre las decenas de lecciones para la vida que ofrece La jungla de cristal, sería la de no bajar la guardia en las fiestas de Navidad. Nunca se sabe lo que acecha entre las infinitas luces de colores, el muérdago, la invasión de Papás Noel, los forzados amigos invisibles, la borrachera para sobrevivir a las fiestas de empresa y la nieve de baño corporativo. John McClane lo aprendió por las malas cuando en medio de toda la farándula se vio sorprendido por un grupo de terroristas europeos con sed de sangre y dinero. Y Stewart, protagonista de The Long Reach, cuando sus compañeros de laboratorio comenzaron a asesinarse unos a otros mientras rendían culto a los fantasmas de sus subconscientes.Todo comienza en una noche de trabajo como otra cualquiera. Stu, Shelly y Stan llevan tiempo trabajando en un sistema de transmisión de habilidades en red, una forma descargar cualquier aptitud de manera instantánea para emular aquel mítico ya sé kung-fu de Matrix. Se acerca la navidad, pero el equipo de investigadores tiene fechas que cumplir, así que mientras las plantas altas del centro de investigación celebran las fiestas de rigor, en los sótanos toca pringar.Entre la resignación y la costumbre, el trío se dispone a realizar una prueba rutinaria de su prototipo y, oh sorpresa, algo sale mal y Stewart se desmaya por causas desconocidas. A su vuelta a la conciencia, ya bajo el control del jugador, todo el laboratorio parece haber sido engullido por una densa oscuridad y lejanos lamentos guturales, a los que el científico deberá enfrentarse en su huida hacia la superficie, al tiempo que esquiva los delirios de un viaje a lo más profundo de sus pesadillas.«El estreno de los de Painted Black Games es una propuesta interesante para una tarde en la que apetezca un poco de terror en 16 bits»El primer juego de Painted Black Games es un combinado de diversas influencias. En su desarrollo jugable recuerda a esos momentos en los viejos Silent Hill en que llegabas a una nueva localización y tocaba ir puerta por puerta recogiendo objetos, dibujando un mapa mental del entorno y resolviendo puzles: junta los pelos escondidos en una caja fuerte del tercer piso con la aguja torcida que encontraste en un viejo peluche en el nivel inferior y podrás pescar una llave del desagüe de un vestuario.El avance en The Long Reach sigue estos mismos esquemas, que en un principio parecen acercarlo al survival horror, pero que pronto se revela realmente como una aventura gráfica por la ausencia de mecánicas de combate y gestión. Además, el sabor de sus acertijos recuerda más a títulos como Monkey Island o Broken Sword, en los que de vez en cuando había que dejar la lógica de un lado en favor de un pensamiento obtusamente creativo. Esto no devuelve un juego difícil per se, especialmente por la ausencia de mecánicas de combinación de inventario, pero sí que hay algún punto clave en su progreso que podría atragantarse a los menos acostumbrados al género. Mención especial a un par de secciones que, en lo personal, se hicieron un poco tediosas, llegando a resolver una por ensayo y error ante la desesperación de no saber cómo continuar.Todo el paquete llega en un cuidado envoltorio de píxeles y sonidos ambientales que los desarrolladores ponen al servicio de una estética bastante atractiva, sirviéndose del contexto onírico de su narrativa para ofrecer imágenes variadamente perturbadoras. En ciertas ocasiones llegan a permitirse algún jump scare, en los que he de confesar que caí, todo un logro teniendo en cuenta sus limitaciones gráficas.En su exploración temática, como contrapunto, The Long Reach discurre a medio gas. Optar por contar el trasfondo de su historia mediante los típicos correos electrónicos diseminados en los terminales que el jugador se cruza durante la aventura es un recurso tan limitante como manido. Si se suma esto al hecho de que todos los personajes que se cruzan en el camino de Stewart están como auténticas jairas —de nuevo, como los habitantes de la ciudad de las brumas— y sus diálogos son tan crípticos como opacos, la sensación que queda tras los créditos finales es de una falta de profundidad que, de haber existido, habría convertido The Long Reach en un juego muy recomendable más allá de su nicho.

Tal y como ha sido presentado en sociedad, el estreno de los de Painted Black Games es una propuesta interesante para una tarde en la que apetezca un poco de terror en 16 bits. Apenas dura unas horas —salvo que uno se atasque— y sus constantes, pero bien repartidas referencias provocarán más de una sonrisa, y aunque por momentos emerjan sus evidentes carencias, se le perdona por el buen manejo que hace del humor y su cuidada estética de serie B.

El resultado no es un juego que te vaya a cambiar la vida, pero, como aquella obra magna del cine protagonizada por Bruce Willis, las lecciones de The Long Reach quizá te salven de la desidia la próxima vez que te toque currar en Navidad, ya que por malo que parezca, siempre te quedará el consuelo de que por suerte, y a diferencia de Stewart, nadie va a intentar decapitarte y comerse tu cabeza.