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Análisis: The Force Unleashed II

Análisis: The Force Unleashed II 1

Cuando me enteré de que iba a aparecer The Force Unleashed II, algo en mí se estremeció. Por un lado me quedé con ganas de más, por otro me daba miedo que se inventaran alguna argucia para salvar el final tremendamente autoconclusivo de la primera entrega. A medida que se iban filtrando las primeras noticias nos enterábamos de que el personaje a manejar era un clon del protagonista, y aunque sonaba a rancio, algo en los primeros trailers invitaba a probarlo.

Tengo buenas y malas noticias: como juego, es mejor que su predecesor en algunas cosas, especialmente en las que había más quejas, pero también se ha cometido el gravísimo error (nadie sabe por qué, porque en Lucasarts juraban y perjuraban que iban a hacer el juego perfecto) de empeorar algunas cosas que eran de lo mejor en la anterior entrega.

Para empezar, gráficamente ha habido una subida. Los escenarios tienen más detalles, los efectos de luces son mejores, las físicas más veraces y, en general, todo está puesto al servicio de la espectacularidad. The Force Unleashed II es unas cuatrocientas veces más cinematográfico que el primero, y está plagado de momentos que nos pondrán ciegos de adrenalina, con especial mención a varios enfrentamientos con enemigos finales. Todo esto acompañado de una dirección artística sobresaliente, con algunos nuevos escenarios impresionantes.

La música también está a la altura de lo que espera un fan de la saga, con variaciones de su ya icónico tema principal y cumpliendo a rajatabla lo exigido. No hace eso el doblaje al castellano, infame, que sigue sin contar con Constantino Romero como Darth Vader y que palidece frente a su versión inglesa, que cuenta con gran parte del elenco del primer título. Hablamos de momentos en los que no se sincronizan las voces con los labios (es difícil, sabiendo que cada personaje está modelado según el actor) o ya directamente de voces que no pegan en absoluto.

Ya en la jugabilidad se han pulido algunas de las quejas del público. Por ejemplo, ahora es mucho más sencillo apuntar los poderes y en general el uso de la fuerza se ha simplificado y casi se ha erradicado del todo la dificultad para apuntar. Se ha añadido un poder nuevo a la vez que se quitaba otro, además del típico «modo furia» que tiene ya todo hack n’ slash que se precie. Lamentablemente, el número de combos se ha visto reducido debido a la extrema simplificación, sin verse sustituido por los movimientos nuevos (más allá de que el combate sea ahora con dos sables luz en vez de uno).

Otra de las innovaciones, que le da sentido a la recolección de cristales de colores para el sable, es que ahora cada uno da un beneficio distinto, incentivando la búsqueda y recompensando al jugador que mejor combinación haga. Estas mejoras son tanto defensivas (mayor regeneración de vida o barra de Fuerza) como ofensivas (quemar al rival, hacer más daño eléctrico), por lo que son de agradecer. A todo esto hay que añadirle un par de momentos distintos al plataformeo y la lucha contra enemigos, como varias veces que manejaremos a Starkiller en caída libre evitando obstáculos (muy espectacular) o huiremos del escenario mientras nos acribillan.

Si estos fueran los únicos cambios y lo demás se hubiera mantenido igual, estaríamos hablando de un juego muy superior al anterior, pero, como ya decía, no sólo ha habido cambios buenos. Para empezar, el mayor pecado: la duración. Pasamos de las 8-9 horas de la primera entrega a 5-6 en el caso de la segunda, algo absolutamente inexcusable. Visitaremos muchos menos escenarios (cuatro, y en uno de ellos sólo para una secuencia de vídeo y ya), que sí, serán más grandes, pero en algún momento pecarán de repetición, como si se hubieran alargado artificialmente para ocupar menos. Además, a menos niveles, menos enfrentamientos con jefes finales (una de las claves del primero), y aunque los que hay son más largos, variados y espectaculares, sigue sabiendo a poco.

El otro gran problema es el argumento. Si en la primera entrega la historia que se nos contaba tenía un sentido y encajaba a la perfección entre los episodios III y IV de la saga, ahora éste parece muy forzado y sin apenas justificación. Empieza fuerte, promete, y cuando estamos llegando a la conclusión (yo pensaba que iba a mitad de juego), se nos quedan los ojos como platos. Teniendo todos los ingredientes para ser dotado de profundidad y escapar del tópico de los clones, fracasa estrepitosamente por no dejar tiempo a desarrollarse, sino concluir con velocidad. Quizá con las mismas horas de juego que el primero, estaríamos hablando de una trama muy digna, pero ahora sólo aprueba raspado y nos hace preguntarnos por qué no habrán querido darnos un poco más.

El único atisbo de rejugabilidad son los dos posibles finales y una serie de retos que se nos proponen (típicos desafíos que ya traen todos los demás juegos del género), pero que no alargarán mucho más la vida del juego.

Concluyendo: a nivel jugable es mejor que el primero a pesar de la simplificación, más variado y más espectacular. Lamentablemente dura casi la mitad y no tiene el atractivo de un guión como el de su predecesor. Sólo para alquilar o comprar barato. Y si hay algún fan acérrimo en la sala, que se espere a la más que previsible edición que acabarán sacando con todo el contenido descargable (yo me apuesto una cerveza a que sacarán algo con el escenario que sólo visitamos de pasada).

Lo mejor: Mejor sistema de apuntado. Muy espectacular.
Lo peor: Escasa duración. Argumento mediocre que se queda en la superficie.