Stray Gods se presentó en sociedad como Chorus, antes de tener uno de esos absurdos conflictos que se tienen por derechos y nombres registrados. Lo hacía con David Gaider (creador del mundo de Dragon Age) como cabeza visible, y lo cierto es que a mí su primera denominación me gustaba más que la que ha acabado teniendo. Llegó a Fig, una plataformas de micromecenazgos, autodenominándose “juego de rol musical” aunque yo creo que lo más exacto sería decir que es un musical con distintos roles. Y lo poco que dejaba ver a mí me convencía, no siendo el mayor fan del género ni de lejos: un mundo actual, de fantasía urbana, en el que los dioses griegos de los mitos viven y se esconden entre la multitud. Un mundo al que llegaremos sin querer y que una vez en él no nos dejará escapar salvo que pongamos solución a un misterio.
Grace, nuestra protagonista, vaga sin rumbo por la vida, ya lo dice ella misma en su primera canción, “como un barco perdido en el mar”. Ha abandonado la universidad y, en ese impás entre la vida adulta y la académica anterior, está ayudando a su amiga Freddie con las audiciones para su nuevo grupo. Obviamente no encuentran a nadie, hasta que de la nada casi que surge un personaje misterioso, una mujer que afuera la oye cantar y decide unirse. Y que a la par aparecerá, horas después y moribunda, en casa de Grace. Resulta que se trataba de Calíope, la musa de la poesía épica, supuesta inspiradora de La Ilíada, ya saben:
Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquileo; cólera funesta que causó infinitos males a los aqueos y precipitó al Hades muchas almas valerosas de héroes, a quienes hizo presa de perros y pasto de aves —cumplíase la voluntad de Zeus—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquileo.
Grace no lo sabe, pero cuando uno de los Ídolos (así es cómo se denominan a sí mismos) muere, pasa parte de su alma a un mortal, que será el nuevo dios. Así que nuestra protagonista acaba convertida en Musa, pero apenas será capaz de disfrutar su nueva divinidad porque será acusada del crimen por los miembros del Coro, el “gobierno” de los dioses. Tiene una semana para demostrar que ella no ha matado a Calíope para quedarse con sus poderes, y si no lo logra será aniquilada.
Siendo como es una diosa musical ya sabemos lo que va a pasar, ¿no? Grace tiene la capacidad de hacer que la gente que tiene alrededor saque lo que tiene dentro, que vierta el contenido de su corazón ante ella… cantando. No es que pueda forzar a nadie a hacer nada, pero entre lo que le cuentan y cómo puede intervenir ella manipulando las canciones puede convencer a otros, hacer que exploren otras ideas o directamente redefinir su relación con ella. Al fin y al cabo nada nos llena tanto como una canción.
Decía que Stray Gods más que un RPG musical es un videojuego musical con distintos roles porque creo que hay que tener muy claro lo que es para valorarlo como se merece. Aquí no hay numeritos ni puntuaciones, ni ítems curativos ni hechizos ni hostias, nada de lo que muchas veces viene a definir lo que se entiende por juego de rol. Mecánicamente se parece mucho más a una novela visual, nos vamos desplazando por distintas ubicaciones e interactuando con los personajes que hay en ellas, y en cuanto a los roles que podemos interpretar son tres: agresiva, empática e inteligente, que nos abren distintos árboles de diálogo y elecciones. Muchas veces las elecciones no están para dar una partida drásticamente distinta, sino para dar color a nuestra Grace, para que la interpretemos como queramos, y la realidad es que el camino hasta el final va a ser siempre el mismo. La mayor variación va a estar en quién nos acompaña y en nuestro interés romántico, porque, ¿cómo no va a haber una historia de amor en un videojuego así?
Por supuesto la estrella absoluta es la parte musical del juego. Su banda sonora, con Austin Wintory a la batuta, es excelsa, pero brilla especialmente en los momentos en los que se convierte en el musical que quiere ser: lo más parecido que encontramos a un combate o una lidia entre dos personajes será cuando Grace use sus poderes para interactuar con otro de los dioses. Pasaremos a una canción y es en ellas en las que se encuentra la verdadera diversidad del juego, porque van mutando según lo que elijamos nosotros responder. Cada composición está segmentada, y normalmente nuestro rival canta su parte y nosotros optamos entre distintas opciones, así durante varias secciones. Una respuesta agresiva de repente puede ser un tramo casi rapeado o de rock, mientras que una inteligente de repente convierte todo en una balada. Se hace muy divertido y tremendamente disfrutable, y además varios de los objetivos que podamos tener sólo se cumplen si elegimos muy bien cómo combinar lo que cantamos para convencer a la otra parte. Uno acaba deseando volver a jugar estos momentos para ver todas las permutas.
Ayuda muchísimo un casting que cuenta con pesos pesados de la industria como Laura Bailey o el omnipresente (en esta industria) Troy Baker, al que sorprende mucho escucharle en un registro en el que jamás se le había visto. Aquí están las evidentes diferencias que pueden esperarse en cuanto a nivel, porque aunque todos están a muy buena altura de repente cuando comparten escena con Mary Elizabeth McGlynn (que aunque es actriz es muchísimo mejor cantante) quedan un poco opacados. Nada criticable, porque pasa en cualquier musical, y sobre todo es de agradecer que se hayan atrevido a lanzarse a un mundo tan complicado y en el que es tan fácil salir mal parado.
He disfrutado mucho de Stray Gods. El mundo que plantea de dioses que van heredando su posición del anterior (de hecho, no existe ya ninguno de los originales) se hace fascinante, digno de un relato de Gaiman, y lo poco que se entrevé de su historia anterior y cómo el estudio ha jugado con los propios mitos para luego darles una vuelta logran que uno se mantenga queriendo llegar hasta el final. Que se vea seducido por esa realidad de inmortales agrupados en torno a una familia tremendamente disfuncional. Y, obviamente, los guiños y juegos que hacen, a poco que conozcas las historias en las que se basan, hacen que todo sea más grato. Tratando de no destripar, lo más interesante de su recorrido no es descubrir quién asesinó a Calíope, que llega a ser muy predecible, sino todo lo que hacemos hasta llegar, las personas rotas a las que podemos ayudar a sanar y la hermandad que podemos construir.
Y al final si es tan disfrutable es porque cumple con lo que promete. Ha habido un despliegue absurdo de esfuerzo, trabajo y arte para darle forma. La banda sonora, lo repito, es colosal, y los segmentos musicales se hacen tan divertidos que uno quiere volver a ellos cuanto antes. No sólo son divertidos, están llenos de alma, son conmovedores, la emoción se escapa a chorros en muchos de ellos, y en cierta medida tienen una sensibilidad que es de agradecer. El estudio ha aprovechado aquí para tratar de redimir o redefinir a algunas figuras clásicas, incluso para ponerse tontorrones con algunas de las más tenebrosas. Stray Gods deja al final con ganas de repetir, con ganas de más, con el cariño cogido a sus personajes y las ganas de juntarse con ellos para dar un recital. Ese era su objetivo, así que no se le puede pedir nada más.