Una chica maquillada como un zombi le pregunta a un chico, que está enamorado en secreto de ella, cómo ha de actuar de zombi. Éste le responde que ha de parecer perdida, con la mirada siniestra y que por supuesto tiene que fingir que quiere comer carne humana, pues es lo que hacen los zombis. Ella cambia el gesto, se mete en el papel, avanza lentamente hacia él andando como un zombi. Él no articula palabra, ella se acerca hasta su cuello y simula un mordico. Ambos ríen nerviosos, ella un tanto despreocupada, él tenso por la situación. Ella le ha dejado una marca de maquillaje en el cuello, pero él tardará en darse cuenta.
Se ha hablado mucho de J.J. Abrams durante los últimos meses a raíz del estreno del séptimo episodio de Star Wars. Muchos nos preguntábamos si entendería tan bien el universo de George Lucas como había sido capaz de comprender el universo del Spielberg de los 80, saliendo airoso de la difícil tarea de no perderse en el fan-service y terminar elaborando un tratado de nostalgia adolescente para treinteañeros. La escena del párrafo anterior corresponde a ‘Super 8’, la aceptación por parte de Abrams del universo de Spielberg como el suyo propio. Un universo con monstruos y descarrilamientos de trenes donde lo realmente importante se encuentra en el pequeño momento en el que dos niños a las puertas de la adolescencia se dan cuenta de que están enamorados el uno del otro.
OXENFREE nos coloca en la piel de Alex, una adolescente que viaja a una pequeña isla con su grupo de amigos a pasar una noche de fiesta en la playa. Este grupo lo forman su mejor amigo Ren, la callada Nona, la arisca Clarissa y el hemanastro de Alex, Jonas, el cual es la primera vez que reúne con todo el grupo. Todo cambia cuando tras un rato de fiesta playera, hoguera y pasteles de marihuana, Ren decide que es buen momento para internarse en una cueva cercana de la cual se dice que tiene fantasmas. Será entonces cuando la fiesta derive en una aventura que comienza con algo tan simple como sintonizar la radio en el dial correcto.
Night School Studio propone con OXENFREE otra vuelta de tuerca a un género tan aparentemente enconrsetado como la aventura gráfica. Y digo aventura gráfica porque quizás es el primo más cercano, pero lo cierto es que no parece que las intenciones del estudio californiano sean las mismas que las del resto de títulos de estas características. Podríamos nombrar a Telltale, sobre todo porque uno de los fundadores del estudio proviene de allí, pero tampoco parece que la toma de decisiones, aún teniéndola, sea la característica principal del juego.
OXENFREE es un juego narrativo en el sentido más amplio de la palabra. A pesar de su corta duración contiene cientos de líneas de diálogo, y al igual que en Gone Home la mayoría de estos diálogos no sirven directamente para avanzar en la aventura sino que van conformando las personalidades de cada uno de los personajes. Estos diálogos no se producen directamente contra nosotros, sino en nuestra presencia, lo cual es únicamente un matiz pero aportan un toque de dinamismo interesante a la mecánica. Nuestro personaje es una adolescente que va con adolescentes, lo cual significa que se están todo el rato interrumpiendo y que buena parte de lo que se dice no va exactamente a ningún lado, sino que forma parte de la lógica de una edad en que el filtro que va desde el cerebro a la boca todavía no ha crecido lo suficiente. De este modo mientras estemos realizando cualquier acción, y esto será en la mayoría de las ocasiones simplemente caminar, las conversaciones irán derivando en distintos temas y nosotros tendremos la oportunidad de intervenir utilizando diferentes respuestas o simplemente callándonos. Las respuestas conformarán la actitud que nuestros propios amigos tienen hacia nosotros, aunque no de una manera tan visceral como ocurre con las sagas de Telltale.
La isla de OXENFREE se encuentra dividida en diferentes espacios cerrados que podemos explorar más o menos a nuestro antojo, pero no será algo a lo que nos invite el juego. La historia marca claramente cuando se ha de llegar a un punto determinado y si vamos antes por allí es muy probable que no podamos hacer nada más que maravillarnos con su acabado artístico. Aquí toca pararse. El trabajo Night School Studio en este sentido se acerca a mi ideal videojueguil peligrosamente. El título es precioso sin que por ello en ningún momento esa belleza se coma al resto de elementos, sino que los acompaña para ceñirse a lo más importante, que no es otra cosa que la trama.
El desarrollo de la trama contiene todos los elementos que hicieron grande ese cine de los ochenta del cual bebe sin reparo. El grupo de adolescentes no resulta plano y vació a pesar de cierto estereotipado, sino que se encuentra lleno de matices que se irán destapando poco a poco. Tenemos un misterio bien desarrollado, momentos de susto light, ciencia ficción accesible y un montón de diálogos magníficamente interpretados. El punto negativo, al menos para los no angloparlantes, es que el nivel de inglés exigido no es el habitual “nivel medio” que todos tenemos en nuestro CV. Los personajes hablan mucho y rápido, lo cual nos obliga a contestar mucho y rápido. Esto, a pesar de que contamos con unos imprescindibles subtítulos, obliga al jugador a entender todo de una manera más o menos ágil si no quiere dejar escapar los distintos detalles de la trama.
Desde que hablamos por primera vez de OXENFREE siempre pensé que la clave del título estaría en si iba a ser capaz de captar el espíritu en el que se asienta de una manera que fuese algo más que referencial. En este sentido la respuesta clara y contundente es si. A pesar de que la trama avanza con pasos más o menos firmes hacia un lugar muy digno, el gran aliciente y lo que hace imposible soltar el juego durante sus aproximadamente cuatro horas de duración, es una composición de personajes única, muy alejada del resto de estereotipos habituales del género, incluso si nos referimos en exclusiva al sector independiente. El guion introduce hábilmente diferentes giros que sirven para ir desgranando el pasado de Alex, conformando de este modo un marco en el que juego y personajes van encaminando sus pasos hacia una madurez que se encuentra a la vuelta de la esquina.
Si han saltado directamente al último párrafo les resumo: OXENFREE bien. Si por el contrario se han comido el resto del texto creo que merecen una conclusión en condiciones. OXENFREE no es un título perfecto, pero es un retrato generacional único que hace muy bien todo lo que se propone. Quizás se le pueda pedir algo más de riesgo, pero estamos sin duda alguna ante uno de los mejores debuts de un estudio en los últimos tiempos. No es tanto una manera de entender el videojuego como una manera de mirar el mundo, y no me cabe duda de que la gente de Night School Studio ha sabido quitarse el velo de cinismo actual y volver por un momento a otra época en la que todo podía pasar con sólo sintonizar la radio.