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Neocolonialism
Neocolonialism

Análisis: Neocolonialism

Análisis: Neocolonialism 2
Fecha de lanzamiento
25 noviembre, 2014
AUTOR
Seth Alter
EDITOR
Subaltern Games
PLATAFORMAS
PC, Mac, Linux

Uno se acerca a Neocolonialism, la obra de Seth Alter, con cierta sonrisa de complicidad. Supongo que es la época en la que estamos y el cansancio que generan la crisis y ver enriqueciéndose cada vez más a las mismas élites de siempre, pero es muy fácil congeniar con la propuesta del juego de Subaltern Games. “Ruin everything” nos dice en su pantalla de título, y desde ahí nos lanza a un tour de force que nos hace dudar si estamos ante un videojuego o si es más un serious game. Yo creo que me decantaría por lo segundo, porque me da la sensación de que en el título es más importante el sentar las bases de un activismo político que el de ofrecer una experiencia jugable, y eso no tiene por qué ser malo (sólo hay que mirar The Curfew).

Aunque en ningún momento menciona el concepto, Neocolonialism es un esfuerzo genial por explicar el término “élites extractivas”, esa “casta” no necesariamente política que se dedica a invertir en un país mediante fondos buitre, sobornos y lo que haga falta sólo para esquilmarlo de sus bienes, sin dejar títere con cabeza. En su exposición es muy poco sutil y ya desde el principio nos golpea con citas de grandes cracks del neoliberalismo. Además, el resto de nuestros competidores, si jugamos contra la máquina, lucirán con orgullo nombres de ex-presidentes de algún país, magnates o ex-miembros del FMI: toda una declaración de intenciones.

Análisis: Neocolonialism 3

Así, nos enfrentaremos a cracks como Strauss-Kahn o Margaret Thatcher en una lucha por esquilmar de recursos las distintas naciones, aunque a medida que juguemos nos daremos cuenta de que se roba mejor a la gente colaborando entre tiburones.

El sistema de juego es bastante sencillo, aunque permite muchas permutaciones, especialmente cuando jugamos con más personas, que irán complicándolo y requiriendo más esfuerzos por parte del jugador. Es, además, tremendamente adictivo. Quizá porque por un momento sintamos el poder que da pertenecer al Eje del Mal, pero lo cierto es que echaremos más partidas de las que teníamos planeado cada vez que iniciemos nuestra andadura.

Jugaremos en tres fases: inversión, gobierno y Fondo Monetario Internacional. En la primera debemos hacer uso de nuestro capital para ir comprando votos en los distintos territorios (que se han simplificado por continente, en vez de por país). Sólo cuando hay un número de votos comprados en cada región puede elegirse un Primer Ministro, así que nos veremos invirtiendo, sobre todo al principio, en los mismos territorios que nuestros competidores. ¿Por qué? Porque el dinero para comprar adhesiones es limitado, y sólo lo recuperaremos si hay un gobernante (recibiendo fondos por cada voto en cada región con Primer Ministro).

Una vez en la fase de gobierno elegiremos a un Primer Ministro entre los jugadores (y no tiene por qué interesarnos siempre serlo a nosotros), que empezará a hacer propuestas que debe ratificar el Congreso (con nuestros votos comprados). Entre ellas, tratados de libre comercio o creación de minas o industria (los dos recursos que explotamos en el juego). El asiento del FMI se sortea en cada turno y nos permite hacer lo mismo en una región afectada por alguna catástrofe (aunque también podemos destruir edificios o embargar), en este caso sin colaborar con nadie. Cuando conectamos minas con fábricas, ya sea creando o con tratados de comercio, se va encareciendo la compra de votos y recibimos más liquidez del país, pero tampoco es eso lo que nos interesa. No directamente, al menos.

Análisis: Neocolonialism 4

No interesa que el país progrese salvo para una cosa: liquidar sus bienes cuando tengamos la presidencia e ingresarlos bien calentitos en nuestra cuenta suiza. Para eso hemos comprado votos en el país, manipulado sus leyes e invertido en determinados negocios: para luego esquilmarlos y dejar la nación y sus habitantes a su suerte. La partida siempre finaliza avisándonos de que hemos arruinado al mundo y proclamando al ganador entre el que más dinero haya acumulado en Suiza.

Poco sutil, pero directo. Durante el juego nos acompañará siempre la vista del mapa invertida, para generar sensación de extrañeza y desasosiego, al igual que una música de violines que genera más desconcierto aún. Todo con el objetivo de hacer ver al jugador cómo un puñado de personas son capaces de montar y desmontar economías, de actuar como reyes del mundo con el objetivo de enriquecerse un poquito más, sin importarles a quién o qué se llevan por delante.

Por eso creo que le pega más el concepto de serious game que el de videojuego. Por un lado, está fuertemente politizado, y por el otro, sus mecánicas son bastante limitadas. Permite estrategia, especialmente en partidas multiplayer, con alianzas y puñaladas entre jugadores y algún que otro evento aleatorio, pero no es tan extenso como demandaría un juego clásico de estrategia. No, más bien es un puñetazo en la cara, una llamada de atención con aspecto jugable y un alegato para que el jugador no se deje mangonear por un “neoliberalismo” que vive más de lo público que cualquier economía hipersubvencionada.

Creo que, de todas formas, es comprensible la escasez de mecánicas si tenemos en cuenta que ha sido diseñado por una sola persona y con un presupuesto ajustadísimo conseguido vía Kickstarter. A mí me deja con ganas de más, pero también con el mensaje bien claro.