COLABORA EN NUESTRO PATREON
Análisis: Cabernet 1

Análisis: Cabernet

Análisis: Cabernet 3
Fecha de lanzamiento
20 febrero, 2025
ESTUDIO
Party for Introverts
EDITOR
Akupara Games
PLATAFORMAS
PC, PS4/5, XBOX, Switch

Los vampiros son muchas cosas.  Antes que nada son monstruos que se alimentan de sangre y viven (más bien existen) para siempre. El sol es anatema para ellos y dependiendo del relato puede que tengan una u otra debilidad relacionada con el folclore local. La cultura pop actual acentúa su naturaleza erótica, su entidad como criatura seductora y tentadora que prolonga su vida a cambio de la de sus víctimas. No es una lectura que a mí me disguste, pero sí que deja muchas veces atrás gran parte de la carga que sostenía durante su boom decimonónico: su existencia como monstruo moderno imbricado en el capitalismo y el imperialismo global. No por nada el vampiro solía ser un miembro de la aristocracia, y desde Marx hasta el pintor prerrafaelita Walter Crane han usado la metáfora del vampiro como directamente engranaje del capital. No crean que empiezo la crítica de Cabernet hablando de esto por nada, porque es un videojuego muy consciente de todas las aristas del mito y que, sorprendentemente, ha sido capaz de engarzarlas en su relato.

Elizaveta (Liza) Morozova es una mujer joven de un país indeterminado de la Europa del Este de finales del XIX. Lamentablemente no la vamos a conocer en vida, sino que el juego abre con su funeral. No sabemos muy bien qué se la ha llevado, y es en la elegía que le dedica su tío cuando empezamos a saber algo de ella. Una manera un tanto escabrosa de elegir unas primeras características para nuestra hoja de personaje pero que permite entender algo más sobre Liza y lo que aspiraba a ser en un mundo que desde luego no estaba hecho para las mujeres. Lo siguiente es la oscuridad y el terrible despertar de la protagonista, que vuelve al mundo en una oscuridad que parece que ya no le va a abandonar. Todavía no lo sabe pero le arde la garganta y está pálida como un muerto. Ya no está entre los vivos, y sin embargo se mueve y camina como ellos.

Análisis: Cabernet 4

Pasado un pequeño prólogo que actúa como tutorial entraremos rápidamente en la propuesta jugable de Cabernet. Liza ha de sobrevivir alimentándose y aunque al principio se oponga, tarde o temprano tendrá que hacerlo. Sus estudios como médica han hecho que otro vampiro con la misma profesión la tome como aprendiz en una pequeña ciudad sobre la que depredan los suyos y que tiene una extraña organización horaria. En las primeras noches aprenderemos a movernos por la villa y a usar nuestras habilidades: convertirnos en murciélago para desplazarnos a zonas bloqueadas para quien no pueda volar, invisibilidad temporal o el clásico mesmerismo; la capacidad de hipnotizar a otros humanos que depende primero de que al menos hayamos intimado con ellos. Sin hipnosis no hay alimentación, por lo que estamos obligados a tratar con el resto de habitantes del lugar, queramos o no. La mayoría de ellos tienen también un arco personal que podemos recorrer, pero en la mayoría de casos no es necesario llegar hasta el final para tener la relación requerida para poder morderles.  Es una mecánica similar a la de Vampyr, sólo que aquí le da aún más protagonismo al resto de personajes.

Es un loop jugable sencillo y que al principio nos deja familiarizarnos con todo sin agobios. Hay ciertas acciones que hacen que la noche avance hasta el amanecer, y ahí deberemos recogernos rápidamente porque si el sol nos pilla no ya fuera de un techo, sino lejos de nuestro ataúd, moriremos. Por suerte la mayoría de cosas que hagamos no requerirán de esa inversión, dándonos mucho margen para explorar la zona y conocer a los personajes. Los principales desafíos muchas veces van a ser conversacionales y ahí entran nuestras habilidades, que podremos mejorar con algunas interacciones y también leyendo libros sobre el tema (todos obras de la época que nos dejan una bonita cita al terminar). Y el propio juego avisa de si lo que vamos a hacer requiere de tiempo, dando mucho margen para elegir. Por tanto pasear y conversar; explorar y de cuando en cuando cazar o conseguir dinero para comprar la bebida sanguínea que da nombre al juego. Un último factor a tener en cuenta será ver cómo progresa nuestra moralidad, que también nos da acceso a distintas opciones de conversación. Podemos decantarnos hacia no olvidar de dónde venimos y recordar el juramento hipocrático (lo que el juego llama “humanismo”) o simplemente dejarnos de tonterías y abrazar nuestra nueva condición (“nihilismo”). No es que el juego cambie muchísimo, pero sí lo hace nuestra protagonista.

Hay que entender que la historia de Liza es tanto la suya como la de sus vecinos y su pueblo. Lo que empieza con un ligero encarguito de la Condesa que actúa como soberana del resto de vampiros del lugar va a acabar tanto en una aventura de autodescubrimiento como en una crónica de los alrededores. El guion de Cabernet hace que realmente te interesen su protagonista y la gente que tiene a su alrededor, respiren o no. Entre las situaciones que uno puede encontrar hay algunos clásicos del gémero vampírico, pero hay un verdadero esfuerzo por dotar de variedad a cada trama y por ubicar el relato. Muchas veces vamos a encontrar guiños o criaturas del folclore eslavo, pero también hechos reales y un contexto histórico en plena ebullición que va a explotar cerca del final. De hecho ese acelerón final en el que el juego empieza a mostrar todas las cartas que tenía escondidas me pilló un poco de sopetón pero también me encantó, creo que le da una dirección y un valor final al conjunto de su trama que no esperaba encontrar.

Que no se me malinterprete. Hasta entonces Cabernet era un cruce entre RPG y novela visual muy centrado en lo personal, en el descubrimiento de la noche por parte de Liza y su interacción con otros. Ya de por sí me estaba gustando, pero ese colofón y lo bien que se engancha al resto de la trama ha sido lo que ha hecho que me encante.

Análisis: Cabernet 5

Diría que Cabernet es mucho más de lo que parece. El núcleo del juego es, por supuesto, el vampirismo de la protagonista. Pero a su vez no se queda en la superficie y aprovecha bien la época en la que está inserto para hablar de muchas otras cosas. Y lo hace con buen nivel de escritura, con un cruce interesante entre sensibilidad y crudeza que a mí me ha parecido profundamente eslavo, muy deudor de la literatura y cultura del mundo que quiere presentar. Es un muerto muy vivo que quiere, precisamente, recordarnos que todas las vidas son importantes y que no hay alternativas limpias ni atajos benevolentes frente a la barbarie. No lo hace de manera cínica sino ciertamente realista, y su tesis final es doble: no hay consumo ético bajo el capitalismo, pero también tenemos dentro de nosotros una semilla para mejorar la vida de la comunidad que nos rodea. Hasta los monstruos pueden hacerlo.