José Rabadán, el asesino de la katana, dio el espadazo de salida a la estigmatización del videojuego en España. Para quien no lo recuerde, el joven, en pleno 2000, mató a sus padres y su hermana con una espada japonesa. Los periodistas vieron un filón en el "parecido" que tenía con el protagonista de Final Fantasy VIII y así, un juego que hablaba de cosas como la importancia de la amistad, de amor y justicia, acabó convirtiéndose en un instigador de asesinatos.
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