Ahora que todos hemos tenido tiempo para finalizar el juego, y tras la polémica generada con el tema del final (polémica en la que nos posicionamos muy claramente en esta web, o al menos yo lo hice), me gustaría hablar del final: me ha gustado, y mucho. Y aunque no me hubiera gustado nada, seguiría pensando que es una intromisión grave decirle a los creadores lo que deben hacer con él; pero al menos he tenido la “suerte” de disfrutarlo.
¿Por qué me gusta el final de Mass Effect 3?
Fundamentalmente, porque me parece coherente con el tema y la narración, aunque no tanto con la trama. A pesar de que a lo largo de la trilogía encarnamos a nuestro propio Comandante Shepard, el diseño del juego en las dos primeras entregas hace que su desarrollo personal sea casi nulo. Sí, hay un interés romántico y una tripulación de la que hacerse amigo (o no), pero Shepard existe en un vacío que el jugador debe rellenar. Muy pocas veces le vemos expresar una emoción o plantearse nada, y a veces da la sensación de que hasta llegó La Guarida del Corredor Sombrío (que cambia de tema de manera drástica), nadie jamás le pregunta cómo se siente.
Shepard, hasta la tercera parte, es un maniquí. Un avatar del jugador para que éste deposite sus expectativas. Porque lo verdaderamente importante es LA MISIÓN. Hay un objetivo claro: derrotar al Soberano, detener a los Recolectores. El protagonista es, así, un personaje desdibujado, muy parecido al héroe clásico, que emprende su particular viaje del héroe: crece desde la nada, progresa, sufre un ataque imparable y derrota estrepitosa y vuelve desde los infiernos para acabar con su enemigo. Más allá de sus rasgos de héroe clásico podemos decidir si tiene un buen corazón o se asemeja más al antihéroe moderno; que hará lo que sea con tal de llevar a cabo su misión.
Es en la tercera parte cuando Shepard se humaniza. Por fin empezamos a ver cómo la misión le erosiona. Cómo la derrota se acerca. Porque, aunque es un héroe, el enemigo es demasiado poderoso como para acabar con él. A lo largo del juego se nos lanza el mensaje (de hecho, a lo largo de la trilogía), y no hay que estar demasiado atento para darse cuenta de que, al final, nuestro personaje va a morir: de nuevo hará lo que sea con tal de llevar a cabo su misión. Y de paso, los desarrolladores, con ese recurso tan sencillo de humanizar al personaje, consiguen que su pérdida nos duela realmente, que por fin entendamos lo que realmente significa sacrificarse. Con el final nos devuelven a la dura realidad: lo único que importaba era la trama, y no Shepard, que era el vehículo de una fuerza superior para salvar a la galaxia.
Hablando de fuerzas superiores, el tono religioso en la saga es clarísimo. En la segunda entrega Shepard vuelve de entre los muertos (un deus ex machina mayor que cualquier otro, lo expliquen como lo expliquen), convirtiéndose en un Mesías de ciencia ficción (¡si hasta la estación espacial donde lo resucitan tiene forma de cruz!). Es el primer paso que da el héroe para ser algo más que él mismo, la muestra última de dedicación a una causa: ser incapaz de permanecer muerto hasta solucionarla. Shepard ha sido señalado y está claro que será él, o nadie más. Así llegamos al final de la tercera parte, en el que experimenta una apoteosis, elija la decisión que elija. De nuevo, volvemos a las tramas clásicas: el protagonista asciende (literalmente, incluso) a un nuevo estado del ser, lo más cercano que hay a un dios, pero para ello debe borrar todo lo que es y ha sido. Sacrificio, una vez más; y la misión por encima de todo, una vez más. Sin irse tan lejos como la Biblia, basta con leerse 2001: Una odisea en el espacio para ver una apoteosis final en ciencia ficción, con resultados similares.
Para mí, funciona porque Shepard cambia para que todo pueda cambiar. Tome la decisión que tome, el mundo no será igual, y por fin un ciclo que ha durado millones de años se termina. Un ciclo del que somos testigos desde la primera parte, llegando en la última (vía DLC) a conocer al “Shepard” anterior, Javik, que también fracasó. Es satisfactorio ver que algo que ha durado tanto tiempo y es tan relevante en la historia de la galaxia no puede finalizar con cañonazos y una guerra a gran escala, por mucho que sea la mayor guerra de la historia. Y me complace ampliamente saber que nos alejamos de la dialéctica del videojuego, que nos dice que si tenemos todo al 100% llega el final feliz (o el verdadero), la secuencia extra en los créditos (aunque de ésta no nos libramos). Por mucho que consigamos, el viaje no ha servido para nada: de esto en Battlestar: Galactica también saben mucho.
El final, además, funciona en varias direcciones. Podemos tomarlo como literal, y asumir que todo lo que pasa desde que Shepard despierta con la armadura quemada fundida al cuerpo y lleno de heridas (sin saber cuánto tiempo ha pasado) es real. Podemos asumir que es un intento de adoctrinamiento. O directamente, podemos entrar en el terreno de las alegorías, que creo lo dignifican más aún.
Para mí, mi final fue el de síntesis. Me parece el sacrificio último, y me recuerda mucho a varios mitos religiosos de la creación, que parten de la muerte de un ente para dar vida a los demás. Shepard sufre ante mis ojos la apoteosis última, y él, que ha vuelto de entre los muertos para llevar a cabo su misión, se disuelve en el futuro de las razas del universo. Las secuencias posteriores, para mí, son alegóricas y no necesitan explicación: son un pequeño guiño final al jugador, con EDI y Joker como Adán y Eva del siglo XXII.
Sin embargo, lo que más me satisface del final es que nada es definitivo. Al ser un final abierto, al haber un guiño con Shepard respirando si elegimos el genocidio sintético, es posible adentrarse en el terreno de la especulación. Cada jugador puede hacerlo suyo desde la impotencia de no poder modificarlo. ¿Adoctrinamiento? ¿Shepard se ha convertido en Segador y las imágenes son mentales? ¿Todo es literal? Con esto, cada cual puede tener el final que decida. Por eso, espero que cuando saquen el DLC del final (que ya preveo, no calmará las críticas sino que generará más, porque cada cual quiere el suyo), van a arrancar, para mí, parte de la magia. ¿Habrá explicación? ¿Habrá algo definitivo? Gran error.
Sea como sea, a mí el juego al acabar me arrancó una sonrisa. Me alegra que se abandonen las obligaciones que tienen los videojuegos como plataforma (enemigo final, “real ending” con 100% de todo) en pos de adentrarse en terrenos más literarios, cueste lo que cueste.