José Rabadán, el asesino de la katana, dio el espadazo de salida a la estigmatización del videojuego en España. Para quien no lo recuerde, el joven, en pleno 2000, mató a sus padres y su hermana con una espada japonesa. Los periodistas vieron un filón en el “parecido” que tenía con el protagonista de Final Fantasy VIII y así, un juego que hablaba de cosas como la importancia de la amistad, de amor y justicia, acabó convirtiéndose en un instigador de asesinatos.
Antes de todo esto eran los juegos de rol los que precipitaban a los jóvenes españoles al homicidio, violación y violencia en general. Nunca la nefasta inversión en cultura, cosificación de las mujeres, imposibilidad de concilar de los padres…siempre un malvado agente externo en forma de ocio que se agarraba al cerebro de los hijos y trastocaba su excelentísima educación para convertirlos en zombis sin cerebro con la agresión como único objetivo. Porque en España, amigos, la culpa es siempre de los demás.
Así, gracias a Rabadán y una horda de pedagogos nonagenarios, periodistas aburridos y políticos oportunistas; los videojuegos han sido usados, de cuando en cuando, para distraer y culpar. El ejemplo lo tuvimos hace poco en el programa electoral del PSOE, que sólo los incluía en el apartado de la lucha contra las adicciones. Ojo, que yo con eso estoy de acuerdo, pero metería la televisión, Internet…el problema es que en ningún momento se hablaba de utilizarlos como industria cultural, ni de potenciarlos, ni de ayudas. Cosa que hacen en países como Francia o Canadá y reportan jugosos dividendos en forma de impuestos y empleo.
Y mira tú, que de repente, en un verano que se presume calentito para el Gobierno, en el que está ardiendo media España (incluyendo Parques Nacionales que son Patrimonio de la Humanidad), con todos los recortes y, en general, el país yéndose a la mierda, ya tenemos la polémica hasta que vuelva la liga de fútbol y se relaje la gente: LA ETA.
El lío gordo se ha montado porque en el nuevo Counter-Strike: Global Offensive habrá un grupo terrorista llamado “separatistas”, con estética calcada a la etarra (pasamontañas y txapela) y que se enfrentan a Francia y España. Vamos, que los yankees han osado hablar de lo que no conocen. En este país hacíamos chistes con el 11-S cuando la zona cero aún estaba calentita y las familiares de los muertos en shock. Por no hablar de la cantidad de bromitas que puede oír uno sobre Marta del Castillo, Irene Villa…Somos un país tremendamente hipócrita y nosotros sí podemos reírnos de los demás, pero que los demás no osen tocar nuestros símbolos porque “ellos no tienen ni idea de lo que es pasarlo mal”.
A esto nos ha llevado la victimización de la sociedad, que es veneno puro. En vez de superar el duelo psicológico, se ha favorecido que, por un puñado de votos, la gente viva en el dolor e instalada en los recuerdos. Se nos ha enseñado que superar equivale a olvidar y deshonrar la memoria de los difuntos; cuando una sociedad madura lo que hace es recordar con cariño y trascender el sufrimiento, no instalarse en él. El logro social, por tanto, sería ver esto y asentir con un “hmmm”, en vez de correr a gritarle a Gabe Newell que él no tiene un familiar asesinado por ETA. La victoria es ver que en el próximo Medal of Honor se menciona el 11-M y, a pesar del ingrato recuerdo, que a uno le afecte lo menos posible.
Pero eso no da votos ni sirve para ponerse medallas. Lo sabe bien el delegado del Gobierno en el País Vasco, que se ha lanzado a pedir que se saque del juego al comando o que no se distribuya en España “por respeto a las víctimas”. No es por nada, pero ya son años en los que en las encuestas a la gente lo que más le preocupa son los políticos, la crisis y los banqueros, pero siempre viene muy bien (sea al partido que sea, cuidado) tener la carta de ETA aunque ahora mismo no sean más que tres mataos. Lo saben bien en Facua también, en cuyo Twitter se han explayado a soltar estupideces de gran calibre, del tipo “en el juego encarnas a un etarra que mata policías” y que se enseña a los niños que juegan a eso.
Primero: ¿el problema es ETA? ¿No importan el resto de grupos terroristas? Supongo que porque no han matado a nadie nunca, sino que secuestran a la gente para tomar el té. ¿Y tampoco importan grupos antiterroristas como la CIA, que se han hinchado a torturar y practicar terrorismo de Estado? Hipocresía de la buena, para toda la familia. En segundo lugar: Hola, hablamos de Counter-Strike. Ese juego con cero inmersión en el que corres de lado y no paras de saltar para matar a tu enemigo; en el que no hay trama y lo único que importa son los frags. ¿Qué va a fomentar ese juego en nadie, salvo la hipercompetitividad y la abstinencia sexual?
Harina de otro costal sería un juego en el que viviéramos en primera persona el entrenamiento de un etarra, el adoctrinamiento, los crímenes…Ahí se podría argumentar (con torpeza) que se está fomentando eso, pero no en Counter-Strike. Es como decir que Saints’ Row 2 incita al odio al poder judicial porque en su segunda misión irrumpes en un juzgado a disparos para sacar a un compañero y matas a una juez que ni siquiera se parece a Carlos Dívar.
Esto, al fin y al cabo, nos retrotrae a la pregunta de siempre: ¿incitan los videojuegos a la violencia? Pues lo mismo que leer demasiadas novelas de caballería te deja la cabeza mal. Algo así sólo puede pasar en una persona que se haya criado con lobos salvajes y carezca de otro referente moral…o a un hijo cuyos padres no se han interesado por su educación. Curiosamente, la industria de los videojuegos se autorregula muy bien y todos tienen su clasificación por edad. Nadie te dice al abrir American Psycho que es para mayores de 18 años, pero en la carátula de cualquier juego está bien clarito. Nadie te dice que las revistas orientadas a adolescentes, con sus modelos de mujer, guardan una correlación bastante alta con los trastornos de la alimentación, ni te advierte del daño que le hace Punto Pelota a tu cabeza. Los videojuegos, sí.
Entonces, ¿a qué tanta gilipollez? ¿De quién es la responsabilidad de que un niño esté sobreexpuesto a la violencia a través de la televisión, cine, videojuegos…? Porque el niño no trabaja para poder pagarse nada de eso. Si un padre descuida su obligación como padre y deja al niño a su aire, hasta demasiadas horas de petanca le pueden inclinar a la violencia o a glorificar a modelos de conducta inapropiados. Ya va siendo hora de que en este país nos dejemos de idioteces y asumamos que la responsabilidad también es nuestra. Un juego no va a incitar a nada en la cabeza de un niño sano que hace un uso responsable y adecuado a su edad, como tampoco lo hará un libro o cualquier otro medio de transmisión cultural.
Si no, a quemar libros, discos, películas, videojuegos y montar un comité que decida a lo que podemos acceder. Igual tras eso nos daremos cuenta de que hay cosas que son para adultos y cosas que son para niños.