Como ya expliqué en la primera parte de este artículo, además del valor monetario de un libro (que en buena medida se debe a la calidad de su edición) y de la importancia literaria de la obra que contenga, existen unos factores de valía que podríamos definir como afectivos, ya sean dados por las circunstancias de su compra o porque se trate de un regalo. La suma de todas estas concausas determina el aprecio que profesemos al libro. En virtud de este criterio, seleccioné seis obras de mis estantes; ya hablé de tres de ellas y dedicaré la segunda parte del artículo al resto.
Empiezo con mi ejemplar de Canción de Navidad, de Charles Dickens, que a primera vista no parece tener nada especial, pero es un caso ilustrativo de cómo una suma de motivos consigue que lo tenga en estima. Es de Alianza Editorial y lo encontré en una librería por once euros, que me parece un buen precio para una encuadernación en cartoné con sobrecubierta. El dibujo que adorna la portada del libro, impreso con dos tactos distintos y acompañado del título en relieve, poco tiene que ver con el tema de la novela pero le da un aspecto impecable y es atractivo. Lo interesante de este ejemplar, además, es que lleva una copia de las ilustraciones originales de la primera edición, dibujadas por el caricaturista John Leech, y teniendo en cuenta que el relato es excelente, me siento muy satisfecho con la compra.
Aprovecho la ocasión para reivindicar a Charles Dickens como uno de los grandes de la narrativa inglesa. Encarna perfectamente a ese tipo de escritores que supieron ser populares sin renunciar a la buena literatura, combinación a veces difícil de encontrar entre los libros más vendidos de otros autores. Sus historias mantienen siempre un perfecto equilibrio entre la ficción y la reflexión social, entre el lenguaje sencillo y el virtuosismo retórico. Canción de Navidad es un ejemplo perfecto de cuanto estoy diciendo; es un cuento de fantasmas con una moraleja y el retrato de una época, relatado con claridad y talento. Aunque el argumento es muy conocido, haré un breve resumen: El señor Ebenezer Scrooge es un avaro y antipático prestamista al que en la noche de Navidad se le aparecen tres espectros, uno tras otro, revelándole las miserias de su vida y de las personas que le rodean . No diré más; el resto tendrán que descubrirlo ustedes, disfrutando de su lectura.
Tampoco podía faltar en este artículo un libro con las obras completas de Oscar Wilde, perteneciente a la colección Grandes clásicos de la editorial Aguilar. Es un volumen con una cubierta sobria en piel sintética, con la firma de Wilde grabada en la portada como único adorno. Algunos de los trabajos que incluye son: Las obras de teatro El abanico de lady Windermere, Una mujer sin importancia, Un marido ideal y La importancia de llamarse Ernesto, los ensayos La decadencia de la mentira, La verdad sobre las máscaras y El crítico artista, la novela El retrato de Dorian Gray y sus últimos escritos, que fueron la carta De profundis, fruto de su condena a prisión, en la que estuvo recluido por mantener relaciones con el joven lord Alfred Douglas, y el poema Balada de la cárcel de Reading, obra postrera que se publicó durante su exilio en Francia, donde pasó los últimos años de su vida.
Ya tenía un ejemplar de la novela de Oscar Wilde y varias obras sueltas en otras colecciones, pero compré este libro porque me apetecía disfrutar de sus trabajos reunidos en un solo volumen; aunque el continente no es especialmente atractivo ni de cómodo manejo, el contenido lo convierte en mi particular biblia. Digo esto porque me fascina la maestría y el genio del dublinés, máximo representante del decadentismo en inglés y esteta irreverente que se burlaba de la tradicionalista sociedad británica del siglo XIX. De hecho, lo hizo hasta sus últimas consecuencias, que le llevaron a prisión al desafiar al padre de su amante, como antes explicaba. Wilde fue un genial dramaturgo, pero también un poeta, un buen articulista, un excelente conversador y un personaje muy popular en su época. Sus aforismos son brillantes, muchos de ellos mordaces, y de la misma forma que me maravilla su ingenio, me deleita la lectura de cualquiera de sus obras; por todas estas razones es Oscar Wilde uno de mis escritores favoritos.
Por último, para rematar la segunda parte de este artículo, he escogido la vigésima segunda edición del Diccionario de la Lengua Española y el volumen de la Ortografía de la Lengua Española que lo acompaña, publicados por Espasa y la Real Academia Española. Esta edición del diccionario, encuadernada en dos tomos en guaflex y publicada en el año 2001, es la que sigue vigente hasta que salga la vigésima tercera en el próximo mes de octubre de 2014, como celebración del tricentenario de la fundación de la Academia. Actualmente podemos usar una versión de este mismo diccionario, de forma gratuita, desde la página principal de la RAE en Internet.
Abogo por la conveniencia del diccionario (de este o de cualquier otro) no sólo como herramienta de consulta, sino también como libro de aprendizaje. Nos sirve para saber el significado de las palabras, para comprobar que pueden tener distintas acepciones, para averiguar cómo se escriben, para descubrir incluso su etimología, para profundizar en el conocimiento del lenguaje, en definitiva. Considero, además, que el diccionario es una herramienta necesaria (aunque no la única) para aquellos que se dedican a escribir de forma regular. ¿O acaso hay algún redactor infalible que conozca a la perfección todo el vocabulario? De análoga utilidad es el libro de la Ortografía de la Lengua Española, ya que nos puede servir para repasar todas aquellas reglas que deberíamos conocer pero que pueden haberse confundido u olvidado con el tiempo, como las de los signos de puntuación, las palabras con tilde diacrítica o el uso de las letras mayúsculas, por nombrar algunos ejemplos.
Aquí concluyo esta presentación en dos partes de algunos ejemplares de mi biblioteca. Espero que os haya interesado y de nuevo os invito a que formuléis preguntas o hagáis comentarios relacionados con vuestros libros.