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El famoso 40% de jugadoras

Gambito de Dama y la representación femenina en el videojuego competitivo

«40% de mujeres jugadoras pero luego en los torneos a los que voy son todo tíos», o «Las mujeres son malas jugando, por eso nunca juegan competitivo», o «Si hay tantas jugadoras, cómo es que llegan tan pocas a ser profesionales», estas son frases que suelen escupirse cuando aportas datos sobre porcentajes de jugadoras femeninas. Podría sonar a inocente sorpresa o ingenuidad, sin embargo, esa incredulidad suele albergar más intención de desacreditar que de tratar de comprender el problema.

Gambito de Dama, miniserie de Netflix aclamada estos últimos meses, cuenta la historia de una niña cuyas circunstancias la transforman en una Beth acostumbrada a estar sola y no necesitar a nadie. Desde muy niña descubre el ajedrez, un juego de estrategia y uno de los primeros que hubo en plantear una esfera competitiva. A mis ojos, el ajedrez es un juego muy parecido a Magic: the Gathering, siempre he oído comentar sobre sus semejanzas, e incluso he conocido a gente competitiva en altas esferas de ambos. Episodio a episodio comprendí hasta qué punto se tocaban, no solo en el tema de torneos y estructura de competición y juego, sino también con todos los escenarios competitivos dentro de los videojuegos.

El problema no es que no vean una representación femenina con la que poder interactuar, el problema es que necesitan que su opinión sea la correcta aunque ello signifique negar una evidencia. Siempre estamos hablando de una situación de presión por parte del jugador masculino. Cuando compites a un juego aceptas que deja de ser divertido para ser una batalla cargada de estrés, adrenalina y mucha crítica (propia y ajena). El primer prejuicio es que a las mujeres no nos gusta competir. Tradicionalmente quien tenía tiempo para ir a las competiciones eran los hombres, el único trabajo de las mujeres era la casa, un trabajo no remunerado y sin horas libres como para tener una afición o poder pagártela. Por lo tanto, quedan excluidas de un escenario que estará repleto de un público masculino. Cuando las primeras mujeres empiezan a querer participar, como Beth, se espera que lo hagan en un nivel inferior (el adoctrinamiento social les ha dicho que a ellas solo les interesan las cosas menores, «Señorita Harmon, ¿qué le diría a los miembros de la Federación que la acusan de ser demasiado glamorosa para ser una jugadora seria?»), y presuponen que empiezan desde un mismo escenario que todos, (con ese todos refiriéndose a ellos).

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La primera vez que Beth Harmon va a un torneo se encuentra con dos planteamientos a su intención de formar parte: «¿seguro que quieres jugar?» y «no tenemos sección femenina», luego pasea entre mesas y grupos de amigos, hasta que decidirán por ella emparejándola con la otra y singular mujer (por lo tanto haciendo disminuir el número de jugadoras en caso de ser eliminatorio). La única forma de interacción con resto de participantes masculinos: espectador o rival. Es hasta mucho más tarde, y esto se ve muy bien reflejado en la serie, cuando Beth y el espectador se dan cuenta de lo importante que son los equipos a pesar de estar jugando de manera individual.

Esto en Magic es muy evidente. Mi primera vez jugando una presentación (un torneo amistoso pero recompensando ideal, según la empresa, para nuevos jugadores) no conocía a nadie. Fui al torneo, di mis datos y esperé la lista de emparejamiento. Al igual que Beth, mi único punto de interacción eran los organizadores. A parte de sentirte sola o parte de la comunidad, el aislamiento en este tipo de competiciones tiene el problema que vemos en la serie: desventaja al analizar qué se está haciendo mal o qué falla de nuestro mazo, ataque o defensa frente a lo que nos va a tocar jugar. En un torneo como la presentación puedes cambiar cartas de tu baraja entre partida y partida incluso llegar a crear uno nuevo. En cualquier torneo de Magic hay grupos de amigos que tanto en el torneo como en las cervezas de luego analizan los mazos, las jugadas y hablan sobre los mazos de rivales. Este juego en equipo es una parte que se nos coarta a las mujeres y, por lo tanto, se realentiza la capacidad de evolución. Si eres un hombre, no solo cuentas con tu habilidad y destreza, también con la de tu grupo. Si eres una mujer solo cuentas con la tuya.

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La soledad tampoco es buena compañera en la carrera del jugador competitivo. Te sientes incómoda, este no es tu lugar y todas las miradas a tu alrededor y vacíos que se producen te lo indican. Te preguntas qué piensan esos jugadores que han venido a ver tus jugadas pero luego se van a comentarlas con otros, ¿lo has hecho mal?, ¿lo has hecho bien?, ¿por qué has perdido esta última partida? o, ¿qué le falta a tu mazo para poder enfrentarse a otros más potentes? Luego llegas al segundo día y pides las llaves de tu habitación en una recepción abarrotada de jugadores bebiendo y jugando por pura diversión. Nadie lleva bien la soledad cuando ves que eres la única persona que lo está. Pero, ¿cómo va a ser de otro modo? Las reacciones de los rivales lo dicen todo: enfado porque una mujer les ha ganado o incluso flirteo. El momento en el que el muy educado Shapkin le da un beso en la mano aceptando su derrota ante Beth me recordó tanto al momento en el que me hicieron una reverencia para despedirse en una partida. Educado a los ojos de los hombres es incómodo al de las mujeres, no quieres que te traten distinto, quieres que te traten. Y luego están los intereses de aquellos que se acercan con el pretexto de enseñarte a jugar. Por fin tengo alguien con quien intercambiar errores o aciertos, piensas, y luego te dejan de lado cuando descubren que no quieres con ellos nada más que amistad.

«Aparecerán hombres en tu vida y querrán darte lecciones, no por eso son más listos. No lo son, pero se creen más importantes» le decía la madre de Beth. No todo el mundo tiene paciencia como para aguantar que a pesar de solo verte desde la grada quieran acercarse para darte consejos. Cuando llevas toda la vida haciéndolo sola, valiéndote solo de ti, puede que no aceptes que otra persona venga a decirte cómo se hacen las cosas. Tampoco te preguntarán por consejos para ellos. Quienes escriben libros son Bennies, no Beths. Hagas lo que hagas siempre tendrás un interés distinto, no importa cómo juegues, importa cómo se siente ser mujer jugando.

Las mujeres no llegan a las altas esferas de la competición porque están solas e incómodas. Siempre en el punto de mira pero solo resaltando aquello por lo que se las pueda criticar, exponiéndose y ampliándolo. No las tratan como jugadores, sino como un subtipo de jugador. A pesar del esfuerzo que ponen las masas misóginas en enfatizar en que no debería haber distinción entre géneros cuando el feminismo mueve ficha, ellos se esfuerzan en acentuar que somos mujeres. ¿Por qué no sigues compitiendo, niña? Porque no quiero ser el centro de las críticas, porque no quiero que me sigan viendo únicamente como una mujer, porque no quiero que solo se relacionen conmigo para intentar acostarse conmigo, porque estoy sola y me va a costar el doble poder ascender, porque todo el mundo va a presuponer que hay algo más que simplemente querer competir como cualquier otro jugador. Pero, por supuesto hay chicas, fuertes, que están ahí, como Beth. Porque siempre hay excepciones que confirman la regla.