Lo que hace Cain ya lo hemos visto. Ahí está el ejemplo del magnífico Stories Untold. No es nuevo, ni falta que hace. Traspasar la cuarta pared es algo con lo que el videojuego ha coqueteado en multitud de ocasiones, pero no siempre con igual fortuna. El ejemplo más recordado pertenece a Metal Gear Solid y el famoso enfrentamiento con Psycho Mantis, el cual parecía abrir múltiples posibilidades que a día de hoy no se puede decir que hayan sido explotadas.
Desarrollado por Christopher Laino, Cain nos propone una partida a un juego de plataformas clásico en lo que parece ser el salón de una familia en los 80. Nosotros encarnamos a la persona que juega al juego, que a su vez juega a través de nosotros. Es dispersión del espacio le permite a Cain desarrollar una trama paralela que se entremezcla con el propio juego y el lugar donde se desarrolla. Una metaconversación entre juego, jugador y nosotros en los que el terror va invadiendo poco a poco cada uno de los espacios.
Allá va un gameplay que recomiendo ver con discreción porque revela demasiado.
Cain desarrolla un inquietante in crescendo que se apoya en su corta duración (aproximadamente 30 min) para soltar todas sus cartas sin resultar repetitivo. Es una pieza que se consume con gusto, como si fuera parte de una antología de terror que por el momento no existe. Su manera de apelar al subconsciente colectivo a través de una serie de mecanismos con los que mayor o menor medida nos podemos sentir identificados es su mejor baza, creando un diálogo que a pesar de no ser novedoso, funciona.
Cain es uno de esos proyectos de cuya existencia te alegras. El terror, a pesar de las aparentes infinitas posibilidades que tiene el videojuego, lleva años explotándose prácticamente en una única dirección, así que cualquier intento de caminar por un sendero diferente, o al menos menos transitado, se siente como si acabaran de abrir las ventanas para airear.