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Análisis: The Invincible 1

Análisis: The Invincible

Allá, en Regis III

Análisis: The Invincible 2
Fecha de lanzamiento
6 noviembre, 2023
ESTUDIO
Starward Industries
EDITOR
11bit Studio
PLATAFORMAS
PC, PS5, XBOX Series

La literatura de Stanislav Lem tiene muchas cualidades maravillosas, pero mi favorita es cómo te pone en contacto con una humildad purísima y genuina. En esto me recuerda a Carl Sagan como divulgador, una tradición de amantes de la ciencia y la especulación que en vez de fliparse y caer en el positivismo desarrollista lo que hacían era dejarse llevar por la maravilla y entender que el ser humano es una casualidad y que el universo no existe para él. Confieso que llegué a The Invincible siendo fan del escritor polaco pero sin haber leído la novela que inspira y nombra al propio juego, así que quise convertir la experiencia en una zambullida en ese universo y acompañar al videojuego con la propia lectura; un poco por ver cómo adaptaba la obra original y otro poco por simplemente disfrutar de ambas. Lo que aquí sigue es, al final, una mezcla de las dos vivencias, que intentaré centrar en el juego. Perdónenme si no lo logro.

Starward Industries, paisanos de Lem, debutan con él, aunque muchos de los trabajadores del estudio han hecho el clásico periplo previo por CD Projekt y otras compañías punteras. Y la propuesta de entrada en los primeros tráilers ya era tremendamente atractiva: no ya por partir de un autor consagradísimo y muy querido, tanto en su país como entre los fans de la ciencia ficción, como por haberse revelado con un apartado artístico bellísimo y haber cuidado mucho lo que mostraban: un Regis III hermoso y nuestra protagonista, la Dra. Yasna, tratando de sobrevivir a su desierto. Allí aparecemos, sin memoria, entre dunas y bajo un sol que es ya una estrella gigante roja que vio sus mejores momentos pasar. Lo primero que tendremos que hacer es buscar algo o alguien que nos explique por lo que estamos pasando y cómo salir de allí.

Análisis: The Invincible 3

The Invincible es tremendamente respetuosa con Lem, y lo es en todo tipo de detalles. Parte de su atractivo radica no sólo en haber entendido la obra que quiere adaptar (luego volvemos a eso) sino en tratar de darle la forma que debía tener en la mente del autor polaco cuando la escribió, allá por 1964. De ahí el apartado artístico, un retrofuturismo sesentero increíblemente detallado, que no es una capa de pintura sino que nos sumerge en el bote en su totalidad. Todo aquí tiene ese sabor, no sólo en lo estético sino en lo funcional: nuestras escasas herramientas son tecnología espacial más atrasada que la nuestra, nuestro mapa-diario luce como debe lucir y cada lugar en el que nos adentremos es una delicia para la vista. Pero insisto, aquí no hay una valoración estética sino ética, de querer mostrar la obra como podía haber sido si alguien la hubiera adaptado al cine en su momento o tuviéramos una herramienta para explorar la mente del autor.

No sólo han tomado una decisión inteligente en el apartado artístico. La elección fundamental del estudio, convertir el juego en una suerte de precuela de la novela, funciona a la perfección. Porque aunque la novela puede ser adaptable y tiene un claro protagonista, vira varias veces en cuanto al elenco y podría llegar a perder al jugador. La Dra. Yasna no es parte de la tripulación del Invencible que nombra a la novela, casi el equivalente lemniano a un Destructor Imperial, sino una científica de una facción enemiga que ha acabado en el mismo planeta sin saber muy bien por qué. Enseguida reparará su radio y podrá estar en contacto, al menos, con el líder de su expedición, que la espera en la seguridad de su nave en órbita; lo que lleva a pensar claramente en Firewatch. No por la dinámica del dúo y sus interacciones, más circunscritas a lo meramente profesional aunque con alguna sorpresa, sino por el hecho de no estar del todo solos y “perseguir” continuamente al otro, tener como objetivo volver a él. Efectivamente, The Invincible es básicamente un walking simulator con muy escasos puzles, que a mí también me recuerda a Everybody’s gone to the Rapture por lo desolado de Regis III.

Pero no vamos sólo a caminar. De hecho el desarrollo del juego es orgánico en cuanto a sus escenas, y va en un muy ligero crescendo, apenas perceptible, hasta que empieza a explotar con el argumento. Se toma su tiempo, casi la mitad de la duración de una partida, en enseñar realmente sus cartas. Y creo que lo gestiona muy bien, porque al ir suministrando con cuentagotas la información e ir jugando con la espectativa del jugador llega a sorprenderle. De hecho a veces juega a ser previsible para luego engañarnos y no serlo pero vuelve a serlo de nuevo después, subvirtiendo esa lógica de ir de un punto a otro y que pase algo que lo impida tan odiosa del primer Bioshock, que tantas veces se usa para alargar los juegos. Aquí hay un alargue un poco esperado cuando crees que estás llegando al final y resulta que ibas por la mitad, pero no es nada fastidioso porque estás ya en pleno discurrir argumental.

Análisis: The Invincible 4

El argumento es, evidentemente, el punto fuerte del juego, y apenas se desvía de la novela aunque lo haga con otros personajes. Se desenrolla lentamente entre escenas y, como ya he dicho, acelera casi llegando a la mitad, cuando empezamos a entender qué ha pasado en Regis III. Y lo hace llevándonos por los mismos hitos de la novela, prácticamente visitamos todos los lugares relevantes que dan forma al descubrimiento, como mostrándonos que la Dra. Yasna ya había pasado por allí. Y qué acierto de protagonista es. Una mujer decidida, fuerte, experta en su campo (la astrobiología), con curiosidad científica y un punto de dulzura. Resulta una fantástica elección en contraposición a la novela, que siendo de 1964, ya pueden imaginar qué tipo de protagonistas tiene. Da gusto acompañarla por el planeta y uno realmente desea que pueda volver a casa.

The Invincible usa un par de trucos para compensar la osadía que resulta tratar de adaptar a un autor tan profundo y filosófico como Lem a un medio que, de partida, no suele serlo. La elección del género sin duda ayuda a la meditación y a la conversación sosegada mientras se explora el escenario, y además hay algunos diálogos que son prácticamente pasajes calcados de la novela, pero no chirrían al haber hecho de la protagonista una especialista en biología. De hecho, más pueden entenderse como guiños cariñosos a la obra que como atajos. Y funcionan. Realmente uno acaba metiéndose en la trama, y cuando llega al final, planteándose las mismas preguntas que le hace plantearse la novela. Sólo por eso ya podría decirse que The Invincible merece la pena, pero es que el camino también se disfruta y son muy pocas las veces en las que se le ven las costuras y puede dar algo de pereza, máxime teniendo en cuenta que dura más de lo que hacen otros títulos del mismo género.

Por parafrasear a sus creadores en la reflexión que hacen de la obra: “no todo, ni en todas partes, es para nosotros”. Pero desde luego, The Invincible lo es, y por el camino demuestra que no sólo las obras de literatura más “adaptables” como The Witcher pueden abrirse paso en este medio. Habrá veces que salga mejor, como en este caso, y veces que salga peor; pero por el camino ha de guiar a quien quiera seguirlo.