
Hay un verano que es el último verano de tu juventud. El problema es que no lo sabes hasta que termina y, con el correr de los años, miras hacia atrás y te das cuenta de que fue ese. Ese último verano puede ser profundamente anodino o puede ser una orgía de excesos, y como siempre va a depender de tu extracción social. Quizá sea el verano que te pusiste a trabajar para ayudar en casa (y al final tuviste que seguir), o tal vez fuera el verano del último año de universidad porque hiciste un viaje con amigos a los que no has vuelto a ver tras ser aplastado por el rigor de la vida adulta. Y ya está, se acaba el verano y se acaba tu juventud.
Mientras jugaba a Keep Driving pensaba en mi último verano y también en esa novela generacional que es En el camino, de Jack Kerouac. A esta última le debemos gran parte de la obsesión hipster con los viajes en carretera y los grandes paisajes, con ir de punta a punta del país en busca de uno mismo mientras acompañan la música y todos los estupefacientes que uno pueda llegar a imaginar. Es una novela fantástica para leer durante tu último verano, o si acaso cuando ya ha pasado para darte cuenta de que lo fue. Desconozco si ha sido una de las referencias directas que los suecos Josef Martinovsky y Christopher Andreasson (YCJY Games, a los que aquí queremos mucho por Post Void) pero al final sus temas son tan universales y han permeado tanto en nuestra cultura que yo no podía parar de verla en las peripecias que iba viviendo y algunos de los personajes que me iba encontrando. Porque Keep Driving va de eso, del último verano de la vida de nuestra protagonista y de algo tan sencillo como debería ser cruzar tu mundo de una punta a otra para ver a tus amigos en un festival al que te han invitado.
Así que elegimos género, nombre, “profesión”, relación con nuestros padres, un coche y nuestro inventario inicial y ya está, a la carretera. Keep Driving nos da la bienvenida con una carretera que empezamos a recorrer según salgamos de casa y una banda sonora de grupos suecos que aunque no sean de la época (pretende ubicarse en los primeros dosmiles) sí que tienen un punto de rock alternativo y emo midwest que encaja a la perfección con la historia y el mundo que quiere brindarnos. Su tutorial es muy orgánico y va surgiendo como surgen las primeras molestias que nos vamos a encontrar en el camino. En mi caso me topé con un tractor que no me dejaba pasar y tuve ya el primer contacto con el “combate” del juego, una suerte de cruce entre el rol por turnos y un juego de cartas en el que tenemos que ir eliminando las amenazas que nos plantea cada encuentro y que básicamente van dirigidas a restarnos una de las características que manejamos: energía, integridad del coche, gasolina y dinero.
Keep Driving es un roguelike que con cada partida genera un mapa nuevo aunque el objetivo sea siempre el mismo: cruzar hasta la otra punta. Lo más probable es que en la primera partida no lo consigamos (a mí tras pelearme para dominar los sistemas me condenó conducir borracho y un muy mal cálculo en un encuentro especialmente difícil), pero con el fracaso podremos mantener las mejoras que hayamos instalado en el coche y los árboles de habilidades que hayamos desbloqueado (no las habilidades en sí). E incluso con el éxito merece la pena volver a él, porque hay más finales posibles escondidos dentro del juego. Al fin y al cabo la carretera va proveyendo con distintas historias, otras vidas posibles que pudieron ser la que no tomamos en nuestro último verano.
Y vamos a querer volver, porque el bucle jugable de Keep Driving engancha muchísimo. Es sencillo, como (casi) todo lo bueno, pero también cuesta pillarle el punto. Recorremos la carretera hasta llegar al final de la misma, donde nos esperan una serie de comercios dispuestos para satisfacer nuestras necesidades: gasolineras, moteles, tiendas… Y nosotros también tendremos que aceptar encarguillos en pubs o directamente buscar trabajo en ciudades grandes para poder satisfacer las ruedas del capital, del que no podemos escapar ni en medio de una road trip. En estos pequeños instantes de calma alguna vez accederemos a un minijuego de exploración, gestionaremos nuestro inventario o podremos modificar el coche, pero nunca vamos a tener suficiente dinero como para hacer todo lo que quisiéramos. Salvo que nos reventemos a trabajar, pero claro, eso nos hará perdernos otras cosas y tampoco hay tantas oportunidades. Y el juego penaliza a lo grande la pobreza: dormir en el coche lo empeora y hace que podamos enfermar, quedarnos sin gasolina puede acabar con nuestro viaje y el hambre también nos va a acechar.
Abrimos el mapa y elegimos el siguiente destino, lo que nos hace enfrentarnos a otra carretera. Allí tendremos distintos encuentros que van desde que se nos cruzan vacas hasta que tenemos a un ciclista no dejándonos pasar. Desplegamos habilidades, sabiendo que se acaban agotando (debemos descansar para “recargarlas”) y también cada una consume un distinto recurso. Topamos con un autoestopista que decidimos recoger y que contribuye al grupo con otras habilidades pero por la noche nos sisa dinero para ir a apostarlo. Quiere que lo llevemos a un casino. Nuestra otra compañera quizá sea una niña que busca a sus padres y no se acuerda de dónde vive, y nos pide continuamente que paremos para ir a orinar. Hay muchas historias distintas en la carretera.
Hay mucho mimo en este último verano que nos propone Keep Driving. En los temas que se permite esbozar en cada recorrido, en los paisajes increíbles que evocan a esos sprites de fondo que uno siempre quiso transitar en los primeros videojuegos de carreras, y desde luego en la banda sonora que ha elegido. El cuidado y amor que hay puesto en el juego se ve cuando podemos hasta configurar nuestro CD eligiendo las canciones que van a sonar, con grupos que yo personalmente no conocía pero que merece la pena apuntar. También se permite tener un cierto sentido del humor algo juguetón en los arquetipos de autoestopistas que encontramos y en algunos de los encargos absurdos que nos dan, que nos hacen dar vaivenes por el mapa sin lograr avanzar para devolverle su gato a una familia.
¿Qué pasará al final? ¿Llegará nuestro protagonista al festival o la carretera le llevará a otra cosa? ¿Y por qué no probar qué podría haber sido? Yo mientras jugaba no podía parar de pensar en el verano de 2006, cuando aún me sentía inmortal y me creía de qué sabía que iba la vida. Sólo por reconectar con un recuerdo así de bonito y lo increíblemente robusto de su loop entre partidas, creo que me quedaré una temporada larga conduciendo por aquí.