Podemos pensar en los gibones como primos lejanos dentro del clado más reciente que conecta a los seres humanos con los primates no humanos. A grandes rasgos, nosotros y nuestros antepasados, chimpancés, bonobos, gorilas, orangutanes y gibones compartimos un ancestro común que vivió hace más de 20 millones de años, por eso todos formamos parte de la superfamilia de los hominoideos. Por esa fecha, comenzó la divergencia entre la familia de los hilobátidos (la de los gibones) y la de los homínidos (primates humanos, chimpancé, bonobo, gorila y orangután). Por ello, durante bastante tiempo, a los gibones se les denominaba informalmente como simios menores, hasta que la biología se dio cuenta de que jerarquizar a los seres vivos como mayores y menores o, rizando el rizo, como mejores y peores, era bastante incoherente con el significado de la evolución, porque el mismo éxito adaptativo ha tenido un gibón que el ser humano, o en un símil más ilustrativo, un mosquito que un león.
La familia Hylobatidae está formada por cuatro géneros (Hoolock, Hylobates, Nomascus y Symphalangus) que agrupan a más de veinte especies y otras tantas subespecies que habitan los bosques del Sudeste Asiático. También hay un género extinto (Bunopithecus) que vivió en Sichuán (China) durante el Pleistoceno Medio. Y lo de extinto viene al caso, porque los gibones, como muchas otras especies animales y vegetales, están en peligro de extinción (algunas de las especies incluso en peligro crítico de extinción), lo que hablando en plata significa que si las condiciones actuales se prolongan acabarán desapareciendo todos. ¿Cuáles son esas condiciones? Según la Gibbon Conservation Society:
Si bien la deforestación contribuye a la disminución de su número, la mayor amenaza para los gibones es el comercio ilegal de mascotas silvestres. Familias enteras de gibones son asesinadas por comerciantes para vender sus bebés como mascotas. Se estima que de 10 a 20 gibones mueren para que una cría de gibón llegue a su dueño. Los gibones y otros animales salvajes se venden abiertamente en las redes sociales, a pesar de que es ilegal hacerlo. Muchas personas, incluidos conocidos famosos, comparten fotos de sus gibones en las redes sociales, lo que por desgracia alienta también a otros a comprarlos.
Y ese ciclo, ese salvaje y cruel capricho, perpetúa el proceso de extinción. Un proceso de extinción que el estudio austriaco Broken Rules (Secrets of Rætikon, Old Man’s Journey) ha decidido plasmar de forma videolúdica con Gibbon: Beyond the Trees. Y desde luego, se agradece. Se agradece que en la industria, aunque sea muy poco a poco, se vaya perdiendo el miedo a embarcarse en un proyecto con alma de serious game pero destinado al gran público, como ya sucediera, por ejemplo, con Never Alone. Los de Viena, sin embargo, no han querido obcecarse en el horror, y han desarrollado un verdadero canto a la vida o a las ganas de celebrarla, lo que nos lleva a una primera parada: el aspecto audiovisual.
Gibbon: Beyond the Trees es precioso, con unos gráficos dibujados a mano, en una forma (que no estilo) que recuerda a Gris. Llama mucho la atención el color irreal de los gibones a los que controlamos, en un rosa y violeta que vienen a simbolizar a toda la familia de hilobátidos. Hay estampas bellísimas, con el sol mirando a la jungla mientras se esconde, y otras devastadoras, por hacernos testigos del proceso de deforestación. No obstante, aunque no se renuncia a reflejar el drama de los gibones, el título, como decía, se ha propuesto (y lo ha conseguido) lanzar un feliz y colorido homenaje a la vida salvaje de los gibones, sea atravesando la jungla, poblados, árboles en llamas o ciudades que irradian contaminación y demandan de la naturaleza para seguir absorbiéndola, matándola sin ningún tipo de suavidad. A ello contribuye la sensación sonora, el audiopaisaje, muy en la línea de lo que pudimos escuchar en Ancestors: The Humankind Oddysey (un título del que me he acordado mientras jugaba Gibbon: Beyond the Trees, tal vez por la única cosa que tienen en común: primates), reproduciendo el trasiego de la jungla, de la irrupción urbana y del canto de los gibones, uno de los más hermosos que existen en los primates y que es una de sus características conductuales, pues lo utilizan para comunicarse, y aunque al oído humano suenen igual, en realidad se han encontrado diferencias en los cantos de cada una de las veinte especies.
Resulta obvio que Broken Rules ha querido desarrollar un título que entre por los ojos y los oídos, pero ha realizado un gran esfuerzo también en lo jugable, en convertir en mecánica el que, junto al canto, es el rasgo conductual por excelencia de los gibones: la braquiación. Los gibones son los únicos primates braquiadores cien por cien, pues a diferencia de otras especies del orden totalmente arborícolas carecen de cola, como carecemos nosotros, como carecían nuestros ancestros y como carecen los orangutanes, los gorilas, los bonobos y los chimpancés, es decir, todos los hominoideos. Por ello, la selección natural les hizo desarrollar una proporción intermembral con unos brazos muy largos y unas piernas muy cortas. Muchas especies primates utilizan la cola como extremidad para agarrarse a las ramas de los árboles y ayudarse en su desplazamiento, pero los gibones utilizan solo sus brazos. Dicho esto, Broken Rules ha hecho una recreación fabulosa en forma de mecánica de la braquiación. Puede costar un poco pillarle el timing, pero una vez se consigue funciona de maravilla, sobre todo por las implementaciones lúdicas que han hecho, como volteretas, grindar las ramas o engancharnos con otro gibón para coger impulso, implementaciones que se pueden combinar para conseguir una mayor velocidad y avanzar. Porque de eso trata Gibbon: Beyond the Trees, de avanzar, pues parte de un principio de endless runner, donde a veces deberemos empezar si fallamos un salto, pero en otras el peligro vendrá porque unos cazadores furtivos nos atraparán. Y en general, el balanceo de la dificultad funciona, porque ni resulta muy difícil ni muy fácil ni muy exigente y te imbuye ganas de continuar intentándolo si fallas, tanto como de rejugarlo.
Y por todo lo dicho, te darán ganas de rejugarlo, principalmente porque es corto y directo, una cualidad que agradezco cada vez más en los videojuegos, pues haber hecho un Gibbon: Beyond the Trees de seis u ocho horas no hubiera proporcionado el mismo flow que las dos o tres que lleva completar el modo de juego principal por primera vez; una primera vez en la que a lo mejor solo hacia el final dominas bien la mecánica de la braquiación. Hay un segundo modo de juego en el que podrás seguir experimentando con tu pericia en la mecánica y que consiste en liberar a animales capturados, un extra a tener en cuenta.
Es cierto que mientras jugaba echaba de menos otra mecánica. No hablo, por ejemplo, de poder lanzar objetos o que exista algún que otro power up, ya que eso hubiera cambiado por completo la experiencia y la intención del juego y lo hubiera convertido en una especie de Donkey Kong Country (de los que ya hay muchos y muy buenos), pero sí pensé en que una mecánica basada en el canto de los gibones hubiera enriquecido el diseño de juego y, conjugándola con la mecánica de la braquiación, podría haber resultado en un título más completo, tanto en lo jugable como en su duración como en el propio homenaje a los gibones; hubiera sido una mecánica no de relleno, sino tremendamente significativa. De hecho, durante la primera media hora pensé que así iba a ser, ya que los cantos se escuchan y hasta se visualizan en pantalla.
Gibbon: Beyond the Trees quizás no me ha dado todo lo que esperaba en lo jugable, pero sin lugar a dudas me ha dado todo lo que esperaba en intención, en lo adorable, en lo expresivo, en lo artístico y en lo que atañe al diseño de juego. Solo algunos trompicones en el framerate ensombrecen un poco la experiencia y desde luego luce mejor en pantalla pequeña que en grande (en mi caso en modo portátil de Switch que en el televisor), pero es uno de esos juegos destacables, que a lo mejor no marcan un hito en la historia del medio, pero sí lo hacen en tu particular bioludografía. Un videojuego para el que los desarrolladores han contado con ayuda de organizaciones como Gibbon Conservation Society, The Gibbon Project o Rainforest Rescue. Un videojuego necesario. Un videojuego celebrable. Un videojuego bello, conmovedor y divertido. Un videojuego que pasarle a la gente de Espejo Público para que lo juegue antes de dejarse llevar por el sensacionalismo y establecer una conexión directa entre violencia y videojuegos.