Fran es una niña de diez años, que vive feliz con unos padres amorosos y una tía siempre cariñosa. Su mejor amigo es su gatito, una panterilla llamada Sr.Medianoche, del que no se separa nunca. A todas luces, Fran es una niña normal, con una vida normal en un vecindario normal. Hasta la noche en que su existencia queda truncada por la horrible muerte de sus padres y su ingreso en un extraño hospital psiquiátrico, donde quieren curarla de las horribles visiones que la persiguen desde entonces.
Así es como empieza Fran Bow, la obra del estudio sueco Killmonday Games. Y cuando digo “estudio” realmente quiero decir Natalia Figueroa e Isak Martinson. Ella encargada del apartado visual y la historia del título, él de la programación y la música.
Una brutal obra de artesanía entre dos personas, llena de respeto por su propia creación y con las ideas respecto a su diseño muy claras.
Los primeros compases de la aventura en el psiquiátrico nos presentan el típico manicomio de antes de la reforma de la antipsiquiatría, un lugar terrorífico donde los propios pacientes reciben un tratamiento que seguramente nos el más adecuado, aún con las buenas intenciones de sus doctores.
Realmente me preocupaba el tratamiento que se hace en el juego de la locura, porque creo que el videojuego ha de avanzar en una dirección un poco más realista y menos hollywoodiense, por bien que funcionen los estereotipos que tenemos asociados a ella. Pero ni la enfermedad mental ni el propio manicomio son realmente algo importante en la historia que va a vivir Fran Bow, sino un punto de partida.
Es en el psiquiátrico donde recibiremos la “medicación”, que se convertirá en el mecanismo jugable que nos ayudará a avanzar en muchos momentos. Porque Fran Bow es una aventura gráfica clásica, con sus objetos y sus conversaciones, pero añade la posibilidad de intercalar entre dos realidades para resolver los puzles. Por un lado el mundo “normal”, que conoceremos en el manicomio, y por el otro las terribles visiones que acosan a Fran, a las que accedemos ingiriendo una de las pastillas.
Realmente, y a pesar de la casquería y ese mundo sangriento y horrible, Fran Bow no es ni un videojuego de terror ni sobre la locura. Es inquietante y en momentos sí que se hace terrorífico, pero dudo que el objetivo de Killmonday Games sea ése. Muy pronto nos acabará quedando claro que Fran no está precisamente loca, y con su comportamiento acabaremos identificándonos tanto con ella que será difícil que pasemos miedo, más allá de algunos momentos especialmente desagradables.
]Más bien, hablamos de un videojuego sobre la aceptación y la búsqueda de la verdad. Sobre cómo nuestro empeño por saber puede ser nocivo, pero también sobre cómo la luz puede triunfar si no nos dejamos acobardar.
En esto ayuda la personalidad de Fran. Sorprende lo bien dibujado que está el personaje, que lejos de ser una niña desvalida se comporta de forma muy similar a como realmente lo haría un niño: con una mezcla de rebeldía, respeto, pavor y curiosidad.
Las conversaciones del juego son tremendamente divertidas, cuando vemos cómo Fran acaba aceptando con normalidad lo que ve y dirigiéndose a criaturas extrañas con educación y sin inquietud. Fran es una heroína perfecta, temerosa pero decidida a encontrar a su querido gatito, aún mirando el mundo (por ajeno que sea) con ojos llenos de inocencia. Y qué alegría, tener una protagonista con la que es tan fácil empatizar.Es agradable ver también cómo no todo es angustia, y una vez terminados los primeros compases del juego encontramos algunas zonas nuevas en las que apenas hay elementos de terror, una especie de “parada en boxes” para que nuestro corazón y el de Fran descanse. Sus creadores han sabido manejar muy bien el ritmo de la aventura y gestionar las sorpresas, empezando muy fuerte y sangriento y luego llegando a esa zona de remanso de paz y belleza. Porque como ya he dicho, Fran Bow no es una historia de terror, sino una especie de cuento infantil (tétrico, sí) muy influenciado tanto por Alicia en el País de las Maravillas (y A través del espejo) como por El Laberinto del Fauno. Su lógica comparación en el videojuego sería Alice: Madness Returns, aunque es mucho más cándido.
Sorprendente es ver también el esfuerzo que hay detrás del juego para darle identidad al mundo que quieren presentar. Sin querer revelar nada, hay un punto en el que empezamos a conocer lo que está pasando y que abre muchas más interrogantes, haciendo que comencemos a atisbar lo que hay detrás de Fran Bow. Un trasfondo que bien podría caber en una saga de cuentos.
El otro pilar de Fran Bow son unos puzles bien construidos e ingeniosos, que alguna vez pueden pecar de enrevesados pero siempre están bien encuadrados en la propia lógica de su mundo. A destacar varios de ellos que tienen que ver con el paso de las estaciones y que el juego no obligue a estar continuamente volviendo atrás en las pantallas. Cumplen todo lo que se le debe exigir a una aventura gráfica.
Fran Bow funciona muy bien como videojuego, como aventura gráfica y como cuento infantil. Es mucho más que un “juego de terror”: es una obra cargada de personalidad, que se abraza a sus referentes pero crece hacia otro lado gracias al trabajo de sus dos autores. Su narrativa inquieta, pero también está llena de ternura y emociones. Tardas en jugarlo.