Hubo un tiempo pretérito en que SEGA era la ama del cotarro. Diseñaba sus consolas pensando en las adaptaciones de recreativa y tenía tal confianza en sí misma que sus ejecutivos aprobaban toda clase de proyectos alocados a los que hoy en día nadie daría luz verde. Y, aún así, Crazy Taxi llamó la atención.
Cuando reviso el catálogo de Dreamcast me encuentro con que la mayor parte de sus juegos más destacados provienen de recreativas, desde Soul Calibur a Virtua Tennis pasando por Ferrari 355 o Sega Rally 2. Y no es para menos, la placa Naomi en que se programaban estos juegos permitía una potencia y una facilidad de desarrollo espectaculares en la época y, además, la arquitectura interna de Dreamcast también estaba basada en ella con lo que las conversiones eran fáciles y fieles al juego original. Así surgió también Crazy Taxi, desarrollado por AM3 (renombrados por un tiempo como Hitmaker lo cual no es para menos pues también son los responsables de, entre otros, Virtua Tennis) nos encontramos ante un juego que te estoy recomendando jugar obviando que, probablemente, ya lo habrás hecho.
Y es que cualquiera que haya pasado alguna vez por un salón recreativo hace unos diez años recordará las empinadas avenidas con tranvías de una ciudad inspirada en San Francisco y la Costa Californiana, los taxis amarillos descapotables y la adicción de tener que meter otra moneda para reintentar batir un récord que seguramente estaba fuera de tu alcance.
Cógete siempre a este tío
El funcionamiento del juego es muy simple. Conduces un taxi, empiezas con un minuto y tienes que recoger a clientes y conducirlos a su destino. Si lo haces bien ganas tiempo en la partida, si lo haces mal saltan del taxi en marcha. Las puntuaciones son el dinero que obtienes de tus clientes no sólo cuando te pagan al final de cada trayecto sino también cuando te abonan propinas por realizar temerosas maniobras. Cada cliente tiene un color que señala su dificultad, lo cual está muy bien equilibrado pues no puedes vivir mucho tiempo de clientes pequeños pero con los grandes te arriesgas a no llegar a tu destino a tiempo.
La clave del juego reside en su escenario, uno de los primeros, más grandes y detallados mundos abiertos en 3D, rompedor en 1999. A diferencia de un taxista real, a ti no te interesa dar vueltas y vueltas para llegar a tu destino sino que intentarás atajar. Y aquí es donde llega lo bueno, porque esto te llevará a arriesgar. Quizás decidas usar uno de esos camiones que transportan coches para saltar a un puente o derrapar serpenteando entre tres coches para conseguir unas propinas. Cuando adquieres un control avanzado sobre el juego y te conoces la ciudad como la palma de tu mano, no hay nada más gratificante que esto. Luego súmale la ambientación macarra, la música más macarra aún (que por cierto no se conserva en el remake HD) y toda la gran cantidad de macarradas varias que puedes llegar a hacer y tendrás un juego no sólo original sino endiabladamente divertido y adictivo (y macarra).
Esto, para la recreativa.
En cuanto a la versión de consola debo resaltar que no se limita a recrear el original con fidelidad sino que añade extras como un modo de pequeñas pruebas (habitual en los juegos de Hitmaker) muy acertadas que aportan variedad cuando nos cansamos del modo principal (si es que eso puede llegar a suceder). Aparte de la versión de Dreamcast, el juego salió para bastantes plataformas cuando la muerte de la-SEGA-que-fue se consumó, pero paso olímpicamente de recomendarlas; jugar a Crazy Taxi fuera de recrativas o Dreamcast es como estar con tu novia en la cama de tu amante, y eso es algo muy feo.
Obviamente dado el desmesurado éxito del juego debemos hablar de continuaciones. La primera, en Dreamcast, es un juego continuista con un par de extraordinarias imitaciones de Nueva York como escenarios estropeado por la inclusión de la habilidad de que el taxi efectúe saltos que, sinceramente, no pega nada y yo, personalmente, procuraba no usar. El tercero, ya fuera de las plataformas de Sega, es un descontrol absoluto ambientado en Las Vegas y con locuras como derrapes con ruedas llameantes. En fin, no hay que pasarse de arcade, así que mejor quédate con el original o, en su defecto, el segundo.
Poco más que decir. Si no lo has probado difícilmente podré transmitirte la locura que es este juego. Si sí lo has probado quizás me entiendas cuando hablo de tener memorizada una ruta y un orden perfecto de recogida de pasajeros que garantice jugar durante más de una hora sin perder. El motivo real de este texto no es exclusivamente ensalzar los méritos de un auténtico juegazo, sino también recordar una época dorada del videojuego en que una compañía llena de deudas hasta el cuello decidía apostar por una propuesta totalmente absurda como un juego de taxistas para, con ello, reventar el mercado y lanzar uno de los mejores arcades de conducción de la historia. A la Sega de hoy en día hay que suplicarle de rodillas para que lance remakes HD de estos mismos juegos, ya no digamos para que se arriesgue con algo novedoso.