Por qué deberíamos dejar de utilizar la palabra Gamer

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Supongo que podríamos decir que el momento exacto en el que nos hicimos mayores fue el día que los informativos dejaron de asociar el videojuego con la adicción (y otros peligros) para abrir sus puertas de los minutos de relleno antes de los deportes. Pasó casi sin darnos cuentas. Habíamos estado tanto tiempo en el otro lado, en el lado de los malos, de los raros, de los cuasi-ludópatas, que apenas nos dimos cuenta de que estábamos socialmente aceptados.  Una vez más el dinero había conseguido lo que años de no demasiada buena pedagogía había sido incapaz. El videojuego había pasado mucho tiempo intentando hacer entender a los medios de comunicación que no era tan malo, cuando en realidad lo único que tenía que hacer era enseñar un buen fajo de billetes. La historia nos demuestra que el dinero siempre ha sido una gran fuente de motivación.

Estábamos en la onda, on fire, petándolo a todos los niveles. “La industria del videojuego factura más que la del cine y la música juntas”. “Las olimpiadas de videojuegos alcanzan cifras récord de patrocinadores y espectadores”.  El dinero puesto en juego demostraba que había llegado la hora de tomarse esto en serio y el primer paso consistía en  reformular el lenguaje asociado a la industria. Ya no valía aquello de jugar a “marcianitos”. Llegaba la hora del Gamer. Una suerte de homenaje y título nobiliario virtual a todos aquellos que llevábamos en esto desde los tiempos de (inserte aquí su primer ordenador o consola). Nosotros, que SABÍAMOS DE QUÉ IBA ESTO, por fin estábamos representados bajo un epígrafe que nos hacía justicia.  Digan adiós al freak, al raro, al cuatro ojos y póstrense ante el todopoderoso Gamer.

No sé si alguien lo vio venir, pero yo desde luego no. Quizá fuera porque me molestan las etiquetas y tiendo a huir de cualquier nomenclatura que me incluya en un saco lleno de aristas y zonas sin escalas de grises, pero lo cierto es que lo dejé pasar como otro eco de la edad del pavo infinita que vive esta cosa que llamamos industria del videojuego. No obstante las señales estaban ahí. Discretas al principio, pero claras para una mente mucho más inteligente que la mía. Pronto esa masa vociferante, la misma que es capaz de crear un problema por la orientación sexual de un personaje videojueguil, se autoproclamó poseedora y única defensora de LO GAMER, utilizándolo para distinguir al buen o mal aficionado a los videojuegos. Algo que en teoría no debería pasar de un rebrote de acné juvenil, pero que mucho me temo, tiene más consecuencias de las que parece a simple vista.

Con esto en mente, y con la idea de embarcarme en pequeñas luchas que no conducen a nada, allá van unas cuantas razones por las que deberíamos dejar de usar la palabra Gamer.

Por su influencia en la objetivación del usuario de videojuegos

Cualquier etiqueta lleva asociada una serie de características, y en este caso LO GAMER no escapa en su acotación del término a aquellos que por una u otra razón han creído conveniente apropiarse de él. Lo mejor de todo (y cuando digo mejor me refiero a molesto) es que no existen una serie de características únicas y cerradas para entrar en el grupo de LO GAMER, sino que estas cambian en función del ruido influencer.

Una definición clásica, al menos la que podríamos recoger si extrapolamos el término de otras disciplinas, sería la de que Gamer es todo aquel aficionado a los videojuegos con un interés por el medio que va algo más allá que el mero entretenimiento. Todo bien, todos contentos… Pues no, esto hubiese sido demasiado fácil. Los de siempre han decidido que Gamers son ellos, y que por lo tanto son ellos los que deciden quien entra en esa logia y quien se queda fuera ¿Criterio? El suyo, y con eso basta.

 

Por el lastre que supone a la hora de evolucionar

La industria del videojuego tiene sus propias rarezas, y una de las principales consiste en su profundo apego por mirar únicamente dentro de si misma a la hora de elaborar nuevos productos. Para explicar esto habría que remontarse hasta el origen del videojuego y su propia evolución, basada únicamente en el éxito de los productos y no en el contenido de los mismos. De este modo, el único criterio para valorar los géneros ha sido la aceptación del público, algo muy respetable pero que deja poco margen para la evolución del medio. La irrupción de LO INDIE ha permitido cierta ampliación de miras en este sentido, pero no sirve de mucho cuando la proyección de los grandes estudios se encuentra destinada al núcleo Gamer.

Cuando una de las grandes empresas del sector proclama su famoso “Para vosotros jugadores”, lo que hace es reafirmar la importancia del término. Con esa campaña está indicando que sus productos ofrecen lo que este autodenominado grupo desea, excluyendo por tanto a todos aquellos que se encuentra fuera de él y perpetuando la diferenciación entre tipos de jugador, lo cual a estas alturas se antoja como algo sin demasiado sentido. Afortunadamente estamos en un momento en el que casi todo el mundo juega alguna vez con videojuegos, de una manera u otra. El videojuego se ha convertido en un entretenimiento normal que convive con otros más clásicos, como pueda ser el cine, la música, la literatura o las series de televisión. Orientar el tiro hacia LO GAMER indica que los productos contendrán diferentes elementos familiares para este sector, evitando explorar nuevas propuestas que atraigan a diferentes usuarios hacia el videojuego y limitando por lo tanto la evolución lógica de un medio que parece empeñado en que los nuevos usuarios tengan que pasar por el aro de fuego de su zona de confort.

 

Porque ayuda a mantener la infantilización sobre el usuario de videojuegos

Entre las muchas definiciones que he escuchado y leído del término Gamer no he encontrado ni una sola que incluya un conocimiento del medio a nivel académico. Ninguna versa sobre la exploración de las distintas ramas del videojuego, ni de su estudio a diferentes niveles. Tampoco aparece por ningún sitio que para entrar en el círculo de LO GAMER haya que conocer la historia del videojuego, su evolución, autores, títulos emblemáticos… etc. No hay nada en la definición ni el uso del término Gamer que denomine al usuario como un conocedor del medio por encima del resto. Sus rasgos definitorios siempre se mueven en términos superficiales y excluyentes. La consecuencia de esto es una lucha de cifras que lo único que definen es la cantidad de horas que LO GAMER lleva delante de la pantalla.

Cuando escuchamos términos como melómano o cinéfilo rápidamente lo asociamos con una pasión por el medio y un conocimiento profundo del mismo, tanto a nivel técnico como formal. Resulta complicado imaginar a un autodenominado cinéfilo que no sepa quién es D.W. Griffith, pero no parece que dentro de las características de LO GAMER entren el conocer quién es Matthew Smith, Jon Ritman o Paco Menéndez y Juan Delcán. Si el Gamer va a ser el estandarte del videojuego parece que habría que exigirle algo más que saber jugar a videojuegos.

 

Porque de momento no ha servido para nada

Rara es la semana que no aparece algún comentario machista, homófobo o simplemente excluyente de algún autodenominado Gamer. Sin embargo el término goza de buena salud gracias al mimo de los medios hacia quienes suponen que son su “verdadero” target. LO GAMER no ha servido para normalizar el uso del videojuego, así como tampoco ha traído al mismo el componente académico que lleva tiempo reclamando. Tampoco ha servido para airear el medio y permitir la ampliación de éste con la inclusión de nuevos elementos. Quizás en términos económicos sí que haya resultado rentable, pero cuesta encontrar un lado positivo más allá de los números.

A pesar de la cantidad de noticias positivas, el videojuego (como medio) es todavía un ente bastante frágil al que le cuesta mucho emprender cualquier tipo de movimiento fuera de su espacio conocido. Perpetuar la figura de LO GAMER como estandarte del mismo no hace sino perpetuar su aislamiento. Llevamos treinta años luchando contra la concepción bastarda del videojuego, intentando ampliar sus miras a través de nuevas propuestas que permitan su normalización. Toca por tanto reevaluar el término, orientarlo hacia un aporte positivo. De otro modo estaremos caminando en círculos hacia una apología del youtuberismo más rancio, del cual no escapamos los medios escritos, arrimándonos a un carro que nos deja en una vergonzosa posición. Claro, que también es posible que todo esto no sea más que otro paso en la maduración del medio, otra etapa más de la edad del pavo que hay que quemar en el camino a la madurez y que «tampoco es para tanto». Puede ser, pero me van a permitir que no me suba este tren. Prefiero esperar al siguiente.

 

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