Pinstripe: El Infierno

Pinstripe

Pinstripe

Hay una palabra del léxico canario (que realmente es como el euskara batua, una ficción para conglomerar las hablas de cada isla) que me encanta: traboso. Un traboso es alguien que se “traba del coco”, que le da muchas vueltas a las cosas, que te regala reflexiones porreras pretendidamente profundas. A esa gente cuando te suelta algo así se le dice “chacho, no seas traboso” y luego seguimos a lo nuestro: ir de palmera en palmera.

Pero traboso tiene otra acepción: de miedo, siniestro, extraño. Five Nights at Freddy’s o Limbo son ejemplos de “juegos trabosos”. Cuando me habláis de plataformas oscuretes con niños, ese subgénero (dark child games) que tan bien define mi compañero Juanma aquí, yo lo que veo son “niños trabosos”.

Y traboso es Pinstripe, la obra que ha tenido trabajando durante cuatro años a Thomas Brush (Atmos Games es todo él) de forma cuasiobsesiva.Vale, no comparte exactamente la estética de los juegos que he citado, pero no me diréis que no se da un aire a ese tipo de juegos que combinan plataformas, puzles y narrativa a partes iguales para sumergirse en la parte más oscura de la vida.

Y Pinstripe, mucho más colorido que ellos, también lo hace. Nos hace manejar a un antiguo pastor religioso que tras un accidente con su hija en la nieve acabará descubriendo que está en el Infierno. Y que un tal Dios se ha llevado a su hija. Casi nada.

Aparte de lo fascinante que resulta que una sola persona haya trabajado en este título durante tanto tiempo, no me van a negar que lo que se ve es algo robusto, sólido. Un videojuego con unas influencias clarísimas pero que lleva camino de tener entidad propia.

¿Les interesa lo traboso? En 2016 tendrán algo más que llevar a su colección. Y de momento, está por cinco tristes dólares en precompra.Página Oficial

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