Un buen amigo mío que se llama Toni, autor del blog Pixelsmil, me comentaba el otro día algo que me pareció muy curioso: Durante años se había considerado de gustos un tanto extravagantes, a contracorriente por saber apreciar y valorar las cualidades de los pequeños videojuegos independientes a los que prácticamente nadie prestaba atención. Habituado a esta situación, me confesaba sentirse algo incómodo actualmente, al comprobar que incluso las publicaciones más populacheras dedican con frecuencia artículos a estos juegos y hasta los elogian. En resumidas cuentas, que se siente raro precisamente porque ha dejado de serlo.
Opino que el concepto de lo que es un videojuego y qué puede ofrecer se ha ido transformando a lo largo de los años. A la prensa y a los jugadores conservadores les ha costado asimilar los cambios y las ideas rompedoras que no venían de las grandes empresas, pero al final se ha acabado aceptando que más allá del canon tradicional existen también otras propuestas igualmente válidas, no solamente desde el punto de vista lúdico sino como una forma más amplia de entender el ocio o incluso como pequeña manifestación artística.
Sin profundizar demasiado en la plática, porque ya tenemos el tema bastante trillado, sí estuvimos hablando de cómo esas pequeñas manifestaciones artísticas están empezando a ser entendidas (y ya iba siendo hora) por algunos redactores que hasta hace poco solamente eran capaces de valorar el apartado técnico del juego, sin comprender que hay otros factores que afectan a la calidad de un producto, al interés que podemos extraer de él y a la diversión que nos proporciona. Le puse como ejemplo un detalle muy bonito del juego Papers, Please que encaja dentro del contexto en el que se sitúa la acción, donde el dibujo que compone el título en la pantalla del menú principal se mueve al compás de la música, como un soldado marcando el paso al son de una marcha militar. Al igual que este, hay otro tipo de detalles que forman parte del valor intrínseco de una obra y que son independientes de la envergadura o el coste monetario de esta. Parece ser que no todo el mundo tenía esto claro, pero celebro que estén empezando a comprenderlo.
Otro dato que me parece muy interesante, del que quería dejar aquí constancia y que algunos quizá no entienden demasiado bien, es que el videojuego no tiene por qué nutrirse solamente de la fantasía, sino también de lo cotidiano, de donde se pueden sacar muy buenas ideas y magníficas historias, como tantas veces nos ha demostrado la literatura o el cine. Me gustaría citar como ejemplo el videojuego The Walking Dead, que ya han nombrado algunas veces mis compañeros para hablar de sus virtudes. En The Walking Dead, la parte ficticia protagonizada por los zombis funciona como excusa o hilo conductor para otros elementos de peso en la narración que son puramente costumbristas: Las relaciones humanas, la vida campestre, el bar y la gasolinera de una carretera americana, el significado cultural de las armas en aquel país, … Otro ejemplo de cómo un videojuego basado en elementos costumbristas puede ser divertido es Papers, Please, del que hablaba en el párrafo anterior; el argumento nos ubica en una nación imaginaria pero perfectamente identificable con alguno de los países que se encontraban dentro de la influencia soviética durante la época de la guerra fría, con todas las penurias y los sinsabores que vivieron muchas de aquellas personas retratadas en el juego.
Dicho esto y a pesar del evidente interés que a mi juicio tienen todos estos videojuegos a los que me refiero, al leer ciertos comentarios y opiniones en algunas páginas, sigo descubriendo jugadores reacios a los cambios. Por lo que veo, un programa que no se atenga al patrón tradicional de lo que estos jugadores entienden que ha de ser un videojuego, tanto en lo referido a su aspecto como a su mecánica de funcionamiento, les resulta poco atractivo, incluso molesto. Personalmente, al seguir disfrutando de los videojuegos tradicionales, bien encarnando a un soldado que se lía a tiros sin un motivo concreto o bien conduciendo un bólido a toda velocidad, entiendo que algunas personas solamente se sientan atraídas por este tipo de productos, por la diversión directa que proporcionan y porque sus argumentos son universales y fáciles de entender. Sin embargo, me da pena que aún haya gente que se niegue a disfrutar de otras propuestas, defendiendo su postura con argumentos sofistas y mostrando su desprecio. Parece ser que las mofas y las calumnias son la forma habitual de expresión de algunos individuos, que reniegan así de la vanguardia y sobre todo del trabajo de los pequeños creadores. Es una verdadera lástima.
En fin, cada cual sabrá, pero para terminar extraigamos algunas conclusiones volviendo al principio de mi discurso. Yo diría que mi amigo Toni se sentía más raro que un perro verde, pero se ha asustado al ver que cada vez hay más fauna de su mismo color. Leyendo los artículos de opinión o las noticias preferentes de Nivel Oculto, verá que aquí también nos interesamos por videojuegos variopintos, en los que uno no solamente se convierte en un guerrero intergaláctico o en piloto de Fórmula 1, sino también en funcionario de aduanas o en un astronauta filósofo. Y ahora, estimado lector, yo le pregunto: ¿De qué color es usted?