Videojuegos. Esa pasión que muchos tenemos desde pequeños, en ocasiones, sin saber cuál es el comienzo o la motivación para sentir ese magnetismo, una atracción de película, clásica e idílica. Hasta que un día, quieres ser partícipe y hacer uno propio. Te animas a dar el paso formándote en alguno de los múltiples cursos que hay, compaginándolo con aprender por tu cuenta. Ganas conceptos, aunque no tanta práctica. Cuando crees que estás listo para lanzarte a la piscina, te das cuenta de que no es una piscina, sino una pequeña charca.
Esta introducción es un repaso breve de mi pequeño golpe de realidad. Sí, digo pequeño por orgullo, porque la decepción interior fue mayor.
Para empezar me gustaría hablar de las titulaciones y formaciones de videojuegos, con una opinión que tal vez genere controversia: No son necesarias. Ale, ya está dicho. Puede parecer un mensaje extraño, decir que no hay que estudiar, pero para desarrollar… No importa que hayas estudiado, sino lo que hayas hecho por tu cuenta. La justificación de mi opinión tiene que ver con la titulitis y otros aspectos que explicaré más adelante, vamos por partes.
Ocurre en otros sectores, pero en este, por el interés general que suscita dedicarte a una de tus pasiones -como es la de los videojuegos-, a consecuencia de esa demanda, se ofertan muchísimos cursos, másteres y demás titulaciones. Los hay de todos los colores y tamaños, pero sobre todo de precio, ya que algunos estudios pueden ser de un coste elevado para muchos bolsillos. Cuando tienes claro cuál quieres y cuál te puedes permitir -no necesariamente coinciden-, te lanzas a ello. En mi caso fue un curso de carácter público, de los primeros años en los que se ofrecía, así que se justifica un poco lo verde que estaba el asunto. Una vez dentro, las personas que lo estaban estudiaban podían clasificarse en alguno de los siguientes grupos. El grupo desarrollador beta -los nombres están sacados de la manga, obviamente-, compuesto por personas que tenían unas nociones básicas de qué era desarrollar -habían trasteado con proyectos propios, pero nunca demasiado lejos-. El grupo gamer, el de los que venían porque les gustaba jugar a videojuegos, el grupo futuro incierto, lleno gente que no sabía qué hacer, pero quería un título para su currículum. Por último, destacaría el grupo starter pack, el de la gente que le interesaba desarrollar videojuegos, pero necesitaba una guía porque no sabía cómo empezar. Sí tuviera que encasillarme, me pondría entre los dos últimos grupos. La mención de la titulitis viene por ese tercer grupo, aunque también incluiría el segundo. De todas esas personas aglutinadas ahí, muy pocas continuaron y menos aún llegaron a acabar la formación. Es algo habitual que pasa continuamente en los grados universitarios y formaciones profesionales, aunque en este caso viene por el mazazo que supone programar, dibujar o animar, en personas que no tienen interés más allá de tener un título.
La otra parte de la justificación se la doy al temario de los cursos. Todo suena genial, muy amplio y variado, pero poco tiempo dura ese encanto, porque de tan amplio y variado que es, es genérico. Ojo, que sea genérico, no significa que sea necesariamente malo, de hecho va bien para entender cómo funciona la producción de un videojuego en global y facilitar el entendimiento del trabajo en equipo. Aun así, puede que estos conocimientos sean redundantes y simplistas para personas como las del ya mencionado grupo desarrollador beta. Sé que no en todos los casos es así, depende del curso que elijas y de los formadores que tengas -sobre todo de los formadores-. Para solventar ese rol generalista poco a poco se van creando formaciones para perfiles más específicos, aunque de todas formas vas a tener que investigar y aprender por tu cuenta, eso no te lo ahorra ninguna formación. Por eso mismo, sí eres una persona autodidacta y tienes claro qué papel vas a desarrollar, te puede salir mejor invertir en aprender por tu cuenta en Internet con los tropecientos tutoriales que hay. A desarrollar se aprende desarrollando.
Una vez acabada la formación -no menciono las prácticas en empresas, porque eso es como una lotería según donde estudies-, te dispones a buscar empleo y… Llega la realidad. No hay muchas ofertas. No es categórico, porque haberlas las hay. Aunque bastante más ocultas que para otros oficios. De las pocas ofertas que hay, menos aún son para un nivel de Associate-Junior (los puestos de entrada). Sí a pesar de la escasez, tienes la suerte de ponerte en contacto para una entrevista, te das cuenta de que la formación en sí es lo menos relevante. Lo que más importa es el porfolio y la experiencia que tengas en relación con el puesto al que te presentas. Y claro, hay gente con muchísimo talento, así que eso se convierte en una batalla por quién da mejor la talla.
En mi caso, al sentir que no podía superar ese battle royale con mis conocimientos programando -que es el apartado que más interesaba-, decidí cursar otros estudios, más especializados en programar y desarrollar aplicaciones, para así aprender a programar de una forma más estructurada y asegurarme otra forma de ganarme la vida en el caso de que lo de los jueguicos no me fuera bien. Para cuando había terminado, volví a probar suerte en el mercado laboral, encontrándome el mismo panorama, un poco más amplío pero igual de inaccesible. Esta vez, ya no me pilló por sorpresa. De una forma u otra fui preguntando a gente conocida que había podido entrar a trabajar en el sector de desarrollo de videojuegos, como lo habían conseguido. Las respuestas que más se me grabaron fueron las de tener contactos y las de llamar la atención. También mencionaban que una vez consigues un empleo en el sector, es más fácil conseguir saltar a otra empresa, aunque tienes que seguir haciendo sacrificios para aprender y seguir los estándares.
Lo cierto, es que no son pocas las personas que he conocido, sobre todo en las mencionadas formaciones, que se han llevado el mismo golpe y han huido para buscar algo más estable. Menos hermético. También los hay que abandonan por el camino, no era lo que esperaban. Suena muy desalentador, pero la realidad es que el sector de los videojuegos español, aunque prolífico en los últimos años, no es tan extenso, está en vías de expansión, pero es incapaz de absorber tantísima gente con formaciones similares. Aun así, no quiero ser catastrofista, la magia también existe fuera de la fantasía del cine y de los videojuegos, hay personas que lo logran, como los compañeros que sí han acabado trabajando en el sector y siguen en él. Algunos por tener una resistencia férrea a los rechazos y otros por calidad en sus trabajos.
Con esto quiero dar a conocer un problema que empieza a tomar un poco de renombre, el pensamiento de todo se supera con esfuerzo y ganas, cuando esto no es así, también se necesita de algo de suerte, sobre todo cuando el mercado laboral está lleno de gente con conocimientos generales como tú. Tienes que destacar como ese comentario bruto que sueltas por lo bajo que se escucha cuando todos callan. Para conseguirlo no solo se necesita ese comentario, sino también ese momento de silencio. La suerte del momento justo vaya. Sin quitar el mérito por el esfuerzo y sacrificio personal que supone, dicho sea.
No tengo claro sí al final ha quedado un mensaje más pesimista de lo deseado. Para maquillarlo un poco, voy a decir que tampoco hay que abandonar el sueño de hacer videojuegos, sobre todo sí es algo que se desea de corazón. Esa charca no siempre será una charca, se ven indicios de expansión hacia un pequeño lago. Cada vez hay más ayudas para desarrollar videojuegos, medidas para que los estudios crezcan o se creen. Recientemente, se hizo la primera feria de empleo de los videojuegos en España, donde se dieron charlas interesantísimas con consejos para gente que quiere cumplir ese sueño, dando más visibilidad a este problema y a posibles soluciones. Así que por muchos: Thank You Mario! But our Princess is in another Castle! Siempre se puede seguir buscando hasta encontrar ese castillo.
¡Mucho ánimo y suerte!