¿Puede un videojuego hacernos reflexionar sobre la posibilidad o no posibilidad de elegir nuestro destino? ¿Puede una saga cerrarse cuando ya está todo contado, sin seguir sacando secuelas y secuelas? ¿Puede una historia de vampiros tener un poso no homoerótico ni mojabragüístico? Sí, sí, y mil veces sí
Os hablo de la saga Legacy of Kain, una pentalogía que nos acompañó desde PSOne (y PC) hasta PS2, pasando también por la probe Dreamcast. Parida en 1996 por Silicon Knights (capaces de lo mejor y de lo Too Human peor) y continuada hasta 2003 por Crystal Dynamics. A lo largo de esos siete excelsos años tuvo una trayectoria que fue desde el Action RPG al hack&slash con puzzles, pasando por la acción y exploración tridimensional, un oscuro Tomb Raider ambientado en un mundo que se va a la mierda. Lo que nunca varió fue la apuesta que se hizo por un guión potentísimo con viajes en el tiempo bien encajados, una cosa que casi nunca se logra. Ojo que hay spoilers a cascoporro.
Einmal ist keinmal. La frase, sacada de “La insportable levedad del ser”, ilustra a la perfección la idea que nos quiere transmitir la saga. El hecho de que sólo sea una vida la que vivamos, sin ensayo ni acierto, hace que todo sea inútil. No podemos hacer las cosas bien, porque no hemos aprendido a hacerlas, y cuando lo hayamos hecho no habrá una segunda oportunidad. ¿Es osado relacionar un concepto así con Legacy of Kain? No necesariamente, y ahora veréis por qué.
Blood Omen: Legacy of Kain (Action RPG à la Zelda)
Estamos en Nosgoth, un mundo peculiar, de estilo medieval, sostenido por unos pilares elementales (mente, materia, naturaleza…) que evitan su corrupción. Esos pilares tienen, a su vez, guardianes humanos, que se encargan de velarlos. Y en el centro, el pilar del equilibrio, el fundamental para que reine la tranquilidad. Alguien mata a Ariel, la guardiana del equilibrio, el dolor infecta al resto de los pilares y los guardianes, cegados por la locura, ya no sirven para su tarea.
Treinta años más tarde muere un joven noble llamado Kain, y se le ofrece la posibilidad de volver a vengarse. Pero al volver algo ha cambiado: ahora es un vampiro. Mata a sus asesinos, y, consternado, busca en los pilares una cura. Él no lo sabe, pero es el siguiente guardián del equilibrio, también corrupto por la locura de la muerte de su predecesora. El fantasma de ésta le dice que sólo quedará curado si acaba con los demás guardianes, cosa que terminará haciendo, pero ésa no es la verdad.
Hay viajes en el tiempo para evitar grandes catástrofes, que, paradójicamente, se convierten en el detonante de las mismas. Cuando Kain vuelve atrás en el tiempo para acabar con un peligroso general, acaba asesinando a un jovencito que se convertirá en mártir y causa de una cruzada contra los vampiros. La paradoja temporal se ha provocado porque el guardián del Tiempo, haciéndose pasar por aliado, ha engañado a Kain y le ha dado una espada mítica al enemigo del pasado, la misma que llevaba Kain en el presente y que jugará un papel principal en toda la saga: La Devoradora de Almas. Haga lo que haga Kain, al final, acaba creando peores problemas, y una vez que ha acabado con los guardianes y el ser que los había infectado, tiene que hacer frente a una amarga decisión: o muere para restaurar el equilibrio (y, siendo el último vampiro, esto provoca la extinción de la raza), o se aferra al poder y deja que el mundo se derrumbe.
Toma la decisión egoísta, convencido de que necesita más tiempo. Einmal ist keinmal. Acabará descubriendo antiguas profecías que hablan de la guerra entre dos razas, de una que acabó desterrada y otra que usó los pilares para evitar su vuelta. Conocerá los planes de la primera para volver y la tiranía del destino, que sigue un curso inmutable y que sólo puede ser cambiado con paradojas, que suelen hacer que todo vaya a peor. Pero está convencido de que puede ganar, porque ha vivido una vez lo que ha pasado, y pudiendo cambiar los engranajes del destino, volverá con la lección aprendida.
Legacy of Kain: Soul Reaver y Legacy of Kain: Soul Reaver 2 (Plataformas tridimensional, con puzzles, combates y exploración)
Han pasado mil años desde la decisión de Kain. Nosgoth está en ruinas, sacudido por terremotos y catástrofes naturales. El humo de las fábricas ha cubierto el cielo, casi no queda nada vivo. El que fuera guardián del equilibrio gobierna con mano de hierro a un imperio formado por vampiros, sus hijos y los hijos de sus hijos. En un acto de aparente crueldad y envidia, enviará al primogénito de sus lugartenientes, Raziel, a un abismo de agua (letal para los vampiros) por el que caerá, condenado, durante otro milenio más. Ha cometido el terrible pecado de evolucionar antes que él y paga el precio.
Reemerge del abismo como algo distinto: un devorador de almas. Alternará entre el mundo de los vivos y los muertos, y será guiado por un ser que dice ser un dios antiguo que quiere ver el equilibrio restaurado. Mil años más han pasado, el mundo está al borde del colapso y los que fueran los hermanos de Raziel han devenido en colosos monstruosos y horriblemente mutados por su sangre corrupta y milenios de evolución. Para llegar a un Kain nada sorprendido por lo que está pasando, primero tendrá que matarlos a ellos y absorber sus habilidades.
A medio camino heredará la versión espiritual de la Devoradora de Almas y descubrirá que antes de ser vampiro fue un sacerdote cazavampiros. Cuando finalmente se encuentre con Kain tendrá que perseguirlo al pasado, y más al pasado aún, para llegar a la época en la que quedaba el último de los antiguos vampiros vivo (una raza aparte que nada tiene que ver con los actuales). Ese “antepasado”, Janos Audron, probablemente tenga respuestas para él.
Atrás en el tiempo, Kain le explica su plan: le ha liberado de la rueda del destino y se ha convertido en el único ser con libre albedrío. Literalmente, Kain pretende “tirar y tirar una moneda para que, en vez de cara o cruz, caiga de canto”. Raziel llegará tarde, sólo podrá hablar con su antepasado mítico un breve espacio de tiempo, y será testigo de cómo unos cazavampiros liderados por su yo pasado le arrancan el corazón. Era lo que el destino había previsto que pasara. En la capilla de los sacerdotes hay una pintura de un demonio que asesinó a sus líderes. Ahora, en el pasado del pasado, manejaremos al demonio y Raziel hará lo que estaba destinado a hacer desde el primer momento: matarse a sí mismo y a sus hermanos, como venganza y para intentar recuperar el corazón del anciano. En ese momento se sucede otra paradoja y Raziel descubre que el espíritu dentro de la espada no es otro que él mismo, el pasado ha sido cambiado, pero el futuro sigue inmutable: será un parásito dentro de un arma devoradora de almas.
Einmal is keinmal. Los viajes en el tiempo no pueden evitar el destino. Ya estaban contemplados. Sólo existe esa oportunidad.
Legacy of Kain: Blood Omen 2 y Legacy of Kain: Defiance (Hack&Slash tridimensional, con puzzles para no cansar)
¿O realmente existe la oportunidad adicional que busca Kain? En Blood Omen 2 viviremos una línea temporal alternativa, cien años posterior al primer Blood Omen. Curiosamente, se forma cuando Raziel decide resucitar a Janos Audron en Defiance, aunque el propio Kain es consciente de ella en el momento en el que Raziel sobrevive y no acaba absorbido por la Devoradora de Almas, en Soul Reaver 2. Complejo, ¿eh? No hay un sólo chirrido argumental, salvo la presencia de un personaje presuntamente en esa línea que no es explicada, sólo ese fallo. Kain adquiere nuevos recuerdos, de cuando se enfrentó a la antigua raza que odia a los vampiros y los derrotó, y advierte a Raziel para que no provoque ese pasado. Pero lo hace igual.
Tras eso, ya en Defiance, encontramos la traca final de la historia, la que ensambla unas piezas con otras y nos demuestra que einmal ist keinmal, pero que puede haber viele mal (muchas veces) si jugamos con el tiempo y vivimos incontables vidas. Kain las ha vivido, y tras recorrer varias líneas temporales, enfrentarse a Raziel y reconciliarse, suceden dos cosas: han vuelto a la época del primer juego de la historia, Blood Omen. En esa época Raziel, tras miles de años vagando por el tiempo para vengarse, se deja absorber finalmente por la espada tras purificarla, entendiendo que es su elección que su destino es restaurar el equilibrio. Y con esa única decisión, fruto de la experiencia de muchas vidas, cura a Kain de la locura que contrae.
Curado, Kain puede ver finalmente al verdadero enemigo, el que ha tramado la destrucción de los vampiros y los pilares que sustentan Nosgoth. Curado, puede enfrentarse a él. Y, curado, por fin la moneda cae de canto. Muchas vidas vividas para por fin tener una oportunidad auténtica de hacer las cosas bien. Nosotros, pobres mortales, no tenemos esa posibilidad y seguimos atrapados en la insoportable levedad del ser. Pero él, inmortal, ha podido volver a atrás y gozar de lo que nadie más tendrá. Para nosotros queda, eso sí, una historia perfectamente cerrada tras cinco títulos, y la sensación de que cuando hay interés por narrar una historia, las cosas se pueden hacer realmente bien.