Hace escasos días, a raíz de las manifestaciones que hubo en Francia, el presidente hizo unas declaraciones un tanto “polémicas” diciendo que los videojuegos habían intoxicado a algunas personas, que intentaban reproducir la violencia de estos en las calles. Todo eso para explicar los disturbios. No voy a entrar en política porque suficiente contenido tenemos a diario. Además, no me imagino una manifestación que se inspire en videojuegos y cause disturbios, a no ser que no sea porque a Tom Nook, el famoso mapache de Animal Crossing, le dé por subir el precio de la vivienda. Lo que vengo a hacer en el texto de hoy, de una forma similar al último escrito que hice por estos lares, es el de reivindicar el valor educativo que pueden tener los videojuegos. Aunque si bien estás en estos rincones, ya sepas que en los videojuegos hay de todo, ni son tan violentos ni van a hacer que quieras salir a la calle a liarla parda. Pero como no será la última vez que escuchemos el mismo discursito, que mejor que darle voz al valor educativo y de aprendizaje que tienen, porque el de entretenimiento come horas, lo conocemos todos.
Para empezar, aclaro que no voy a mencionar juegos puramente educativos como tal. Porque su objetivo no es divertir aprendiendo, sino aprender de una forma más interactiva y moderna por así decirlo. Además, tampoco les he dedicado suficiente tiempo como para reivindicarlos con propiedad. Así que voy a hablar más de experiencias en algunos videojuegos de los que aunque no tengan esa intención se acaba aprendiendo.
Cuando eliges un juego para entretenerte, no piensas en lo que vas a aprender o no. Si no en la historia que tiene, su jugabilidad y demás. Pero pocas veces se cae, en que para jugarlo, primero se necesita un aprendizaje muy básico. Que no es otro que el de los controles. Que puede parecer simple y no tan educativo, cosa que es totalmente cierta, pero que para aprender a jugar se necesita disociar que con un pulgar se mueve la cámara y al otro al personaje. No es que sea algo educativo, pero ya es una barrera que toda persona que juega se ha tenido que aprender.
También hay espacio para aprender idiomas. Es verdad que esto no es algo exclusivo que se pueda aprender jugando, ya que viendo una película o leyendo un libro en su idioma nativo, también se consigue. Pero eso no hace que por hacerlo detrás de un mando sea menos válido. Es una forma más en la que aprender al fin y al cabo. En mi caso, gracias a que algunos juegos no fueron traducidos al castellano en su día, he llegado a aprender palabras y términos que no conocía tanto en nuestro idioma como en inglés.
Ahora sí, centrándose más en lo que se puede aprender de los videojuegos -aparte de los controles y las mecánicas- resulta hasta increíble que sea fácil aprenderse los nombres de los personajes de un videojuego de peleas, pero no las calles de tu barrio de toda la vida. Memoria selectiva la llaman. En mi caso, aparte de los nombres de personajes, he llegado a aprenderme las calles de una ciudad real -aunque del pasado- por un videojuego. Concretamente, las de Assassin’s Creed 2, en Florencia. Porque mira que no soy muy fan de Assassin’s Creed ni de las tantísimas entregas que tiene bajo su nombre, pero las horas recorriendo esas calles de Florencia (e incluso de Venecia) han hecho que sepa situarme por sus calles sin haberla visitado más que en el videojuego. Además, descubrí un interés que no tenía antes en saber que son los Florines o los puntos emblemáticos de una Italia más medieval gracias a esas horas de vicio. Otra cosa no, pero la recreación que hace Ubisoft de sus ciudades es como poco increíble. Para la entrega en Egipto, en Assassin’s Creed Origins llegaron incluso a implementar una especie de modo museo en el que aprender datos más verídicos (porque los juegos se toman los libros de historia, por otra parte). Simplemente que exista un modo de ese estilo, ya es una prueba del potencial que se le puede encontrar para aprender sobre cultura y arquitectura, por mucho que no se aleje demasiado del concepto de una visita de museo virtual.
Pero aprender palabras, o hechos históricos con juegos que hablan de hechos “verídicos”, es el ejemplo fácil, así que voy a pasar a algo más complicado. Como, por ejemplo, aprender, desarrollar y plantear estrategias. Hay una infinidad de juegos que se venden con la premisa de tener libertad para que te los pases como quieras, la gran mayoría bajo mentiras sutiles -o no, hay juegos que ni lo disimulan-. En el caso de los Immersive Sim o simuladores inmersivos, esos juegos en los que tienes la libertad de planear estrategias para resolver problemas de la forma que prefieras es aún más resultón. Resolver puzzles o acabar con enemigos con estrategias dignas de una película, requieren de un ejercicio de aprendizaje y de planteamiento de las situaciones. O eso dicen, porque mis estrategias se suelen ir al traste y me toca improvisar. De este estilo hay muchos juegos representando, desde el clásico Dark Messiah of Might and Magic, Dishonored o Thief. Aunque el ejemplo más reciente que quiero mencionar es el de Shadow Of Doubt, un videojuego independiente, en el que seremos un detective privado tratando de resolver crímenes. Gracias a este juego, he aprendido a hacer deducciones en un corcho al más puro estilo de serie de criminales. Eso y también que no podría pagar el alquiler si fuera detective, porque resolver los casos cuando ya han asesinado a quien te ha contratado no te hace buen curriculum. Este tipo de juegos te hace aprender a planear de la forma más óptima. Y sí no te va bien, pues a aprender el arte de improvisar después de fracasar en lo de hacer planes.
¿Y qué hay de los juegos creativos? Lugares donde crear libremente lo que se te pase por la cabeza, como sí de un lienzo en blanco se tratase. Juegos como Minecraft, que es el primero y el más especial que se me ocurre, donde se plantea un mundo de cubos, con el objetivo de hacer lo que quieras en él. Nada importa más que lo que tú quieras crear. ¿Quieres hacerte una casa de oro? Ostentoso, pero no hay problema. ¿Simular la línea de tren de tu ciudad? A tus órdenes. Puedes incluso recrear canciones con los sistemas que propone. Los límites los acabas poniendo tú y tu forma de plantearlo. Estos juegos son fantásticos para aprender a crear bajo las restricciones de tu creatividad -y los límites del videojuego claro-. Aunque también puede que no tengas mucha creatividad y no aprendas nada. Este estilo de videojuegos se ha llegado a utilizar incluso en escuelas, para promover esa creatividad, aunque no tengo tan claro como de productivas serían esas clases.
Los videojuegos de puzzles también son formas de entretenimiento en las que aprender a manejar cómo solucionar problemas bajo unas limitaciones claras. Aquí hay una grandísima cantidad de ejemplos, como el mítico Portal, Braid o The Witness. Aunque prefiero destacar a Baba Is You, un buen quebradero de cabeza con el que además aprender conceptos básicos de cómo se estructura programar.
Incluso se puede mencionar los famosos “videojuegos violentos“. Porque los de pegar tiros, como Doom, o su representación más independiente, Ultrakill -una joyita-, serán sangrientos y con violencia, sí. Pero en ellos se esconde el aprender a controlar un tempo, y que es mejor en cada situación, como sí de un piedra, papel o tijeras se tratase para saber qué arma es más efectiva para cada enemigo.
La realidad es que se podrían extraer muchísimos ejemplos de juegos en los que aprendes jugando. Ya sean conceptos, planteando soluciones o a gestionar la creatividad. Claro que el valor educativo no es lo que más destaque de este medio. No es algo por lo que busques un videojuego, que te vaya a cambiar la vida, ni te haga ser ingeniero por aprender a gestionar una fábrica. Pero sí es un buen añadido, más de lo que parece. Que te diviertas está muy bien, pero sí además tienes algo didáctico camuflado, lo hace de un medio que no solamente sirve para el entretenimiento sino también para tu propio desarrollo. Potenciado tal vez por la sensación de que te estás divirtiendo y no aprendiendo. Porque al camuflarlo, se elimina esa barrera mental que hay detrás de la obligación de aprender. Haciendo que sea mucho más efectiva. Pudiendo aprender cuándo fue la revolución francesa y no memorizando como si lo hubieras leído en un libro de historia.
Con este último párrafo, tampoco quiero hacer creer que sea la forma de aprender definitiva ni mucho menos. Al fin y al cabo, como he dicho, la función principal de los videojuegos no es otra que la de entretener. No van a reemplazar a la educación de toda la vida, donde además de aprender se inculcan valores para poder vivir en sociedad. Así que, la forma tradicional de aprender con una profesora o profesor con pasión por enseñar -aunque parezca una vía en extinción-, va a tener más valor educativo que lo que obtengas jugando. A mí forma de ver, los videojuegos son como un puente. Un puente hacia historias y entretenimiento. Un medio con el que interactuar, pero con el que también aprender. Y para este escrito, mi forma de alegar que el medio de los videojuegos no son la causa de los problemas sociales del momento. Que ni la violencia que pueda tener un videojuego -esté mejor o peor elegida-, vaya a generar más violencia. Es una forma de cultura más como lo es el cine o la lectura, con el añadido de la interactividad. Así que, repitan el discurso de “la culpa es de los videojuegos” que así, al menos podremos seguir siendo culpables de seguir aprendiendo mientras nos divertimos.