Análisis: Vaccine

Vaccine

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VaccineCrítica

Siempre recordaré mi primera partida a Resident Evil. Corría el año 1999 y yo apenas había cumplido seis años. Lejos de ahuyentarme por su carácter terrorífico, su apasionante universo me permitió disfrutar cada minuto, ganándose así un lugar fijo en mi memoria. No en vano la obra de Capcom se ha consolidado ya como un clásico moderno dentro de la industria.

Los chicos de Rainy Night Creations lo saben, y su último trabajo se plantea como un homenaje directo a este titán del survival horror. Por eso no lo pensé dos veces cuando me ofrecieron analizarlo. Sin embargo, he acabado por descubrir que ni se acerca a la calidad de la obra a la que referencia, ni las aportaciones que ofrece son suficientemente interesantes para recomendarlo por sí mismo.

La historia de Vaccine comienza bajo una simple premisa: nuestro compañero está infectado y hemos de encontrar una vacuna a tiempo para curar su enfermedad. Con este fin, deberemos registrar las numerosas estancias de una antigua mansión mientras nos enfrentamos a criaturas de pesadilla. En nuestro viaje iremos encontrado diversos documentos que arrojarán algo de luz sobre lo que en este lugar ha acontecido.

Si bien en los clásicos de los 90 el argumento era uno de los pilares fundamentales del conjunto, aquí brilla por su ausencia. Es cierto que en mi crítica de Gravity Rush reivindiqué el valor de las nuevas formas de narrar que se están asentando en los videojuegos. Pero en este caso los textos que vamos descubriendo simplemente denotan la falta de profundidad de lo que se cuenta. Tampoco ayuda que toda la trama se sustente en los tópicos más recurrentes dentro del género.

Esto podría ser obviado si el control y la experiencia jugable en general fuesen satisfactorios. Pero nada más lejos de la realidad. Controlar a nuestro personaje es un verdadero suplicio. Para apelar a la nostalgia se ha procurado heredar el esquema de movimiento del clásico de Capcom, pero el resultado ha sido desastroso. A menudo nos encontraremos intentando huir de una situación peligrosa en vano, dado que por el camino nos chocaremos con todo lo que se encuentre por el escenario.

Además, se nos impone el reto de completarlo en apenas treinta minutos. Por lo que acabaremos corriendo de un lado al otro de la casa mientras intentamos eludir fallidamente a las criaturas que la habitan. Éstas acabarán matándonos por mucho que nos esforcemos ya que encontrar un arma decente es muy poco probable.

Por un momento llegué a replantearme mi habilidad como jugador, pero con varias entregas de Dark Souls a mis espaldas, me atrevo a decir que se trata más bien de un problema de diseño del título.

Esto no es todo, ya que, para complicarlo más, el juego carece de puntos de guardado y cada vez que fallecemos volvemos a empezar desde el principio. Y es aquí cuando advertimos el añadido de la generación procedural. Las habitaciones de la mansión han cambiado de lugar, eliminando cualquier posibilidad de estudiarnos el mapa y la posición de los enemigos para intentar sobrevivir.

El uso de lo procedural está muy de moda en los juegos hoy en día. Pero hay que saber cuándo implementarlo. En este caso parece no ser más que un añadido forzado para un título que, a fin de cuentas, no se sostiene por sí mismo. No hace otra cosa por tanto que entorpecer aún más la experiencia.

Desde un punto de vista visual Vaccine tampoco se salva. Antes de nada, debo aclarar que soy un fan declarado de la estética retro y el pixel art. Pero si decides emplear estas técnicas, debes tener un buen diseño artístico detrás para hacer atractivo el conjunto. Y desgraciadamente la obra no es que destaque por ello. Se limita a referenciar a lo visto en el Resident Evil original, pero con mucha menos personalidad. Tanto los escenarios como los enemigos resultan poco inspirados, planos y vacíos.

Se me hace duro hablar en estos términos de un juego español, sobre todo teniendo en cuenta lo castigada que está nuestra industria. Pero hay que ser realistas. No podemos obviar la gran evolución que han sufrido los títulos independientes a día de hoy. Candle, Aragami o Maldita Castilla son un gran ejemplo de los estándares de calidad que se han ido asentando entre nuestras fronteras. Por lo tanto, no debemos olvidar que la etiqueta “indie” no puede convertirse en una excusa para dar por buena cualquier obra, independientemente de su origen.

En cualquier caso, no quiero ser yo quien desanime al equipo de Rainy Night Creations. Está claro que sienten gran pasión por el medio. Pero a veces esto no es suficiente. Y es que lo poco que me gusta de Vaccine no reside en lo que realmente ofrece, sino en la época a la que me recuerda. Sin embargo, con trabajo duro, estoy convencido de que volveré a sentarme delante de otro trabajo de este estudio. Y quizá entonces le conceda mi más honesta recomendación.

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