The Eternal Castle (Remastered)

The Eternal Castle (Remastered) 6
The Eternal Castle (Remastered) 2
Fecha de lanzamiento
5 enero, 2019
ESTUDIO
Leonard Menchiari, Daniele Vicinanzo, Giulio Perrone
EDITOR
Playsaurus
PLATAFORMAS
Windows, Mac OS X, Linux, Nintendo Switch

Hiraeth en una palabra de origen galés que significa algo así como la añoranza por un tiempo o un espacio que ya no existe. Esto, que podría ser una manera hipsterizada para describir “nostalgia” va un poco más allá, pues también contempla aquél espacio o momento que ni siquiera existió. Hiraeth es por tanto la buena parte de la magia de Amblin Entertainment, con ese Spielberg a la cabeza reimaginando unos años ochenta que en realidad nunca existieron en otro sitio que no fuera lo que sostiene su gorra. The Eternal Castle (Remastered) conceptualiza esto y lo lleva más allá, inventa un juego que nunca existió para repartir una dosis de nostalgia ficticia que se siente completamente real. Un viaje al pasado donde el recuerdo se va construyendo a cada paso. Una propuesta que se articula desde casi la vanguardia mientras recorre senderos que animan al deja vu.

El juego con la metaficción no es algo nuevo en absoluto. Desde ese supuesto libro maldito llamado Necronomicon y escrito por el árabe loco Abdul Alhazred, hasta esa cinta de vídeo supuestamente encontrada donde los excursionistas más estúpidos de la historia se dedicaban a buscar a una tal Bruja de Blair. En ambos casos se encuentra la idea de introducir lo real dentro del fantástico, de buscar un anclaje con el lector / espectador / usuario que traspase la propia obra. Una manera de hacer tangible la narración. The Eternal Castle (Remastered) no evoca a un título concreto, sino a una época. Su condición no busca el guiño, sino resaltar esa experiencia colectiva que sólo se puede alcanzar a través de multitud de títulos.

Para alcanzar esta universalidad, The Team (a.k.a. Leonard Menchiari, Giulio Perrone y Daniele Vicinanzo) juegan con las sombras de nuestros recuerdos a través de un diseño que abraza la indefinición para centrarse en las sensaciones. Así, la elección de una paleta CGA, algo que podría parecer una boutade de artista sobrepasado por LO INDIE, adquiere la misma condición que la intermitente luz de una crepitante hoguera alrededor de la cual escucharemos historias de terror alumbrados por una linterna. 

Y es que The Eternal Castle (Remastered) tiene muy claro que lo suyo es insinuar mientras va soltando pildoritas con las que forjar un nuevo recuerdo. Desde el primer minuto el título se esfuerza por asumir con naturalidad que el jugador sabe a lo que se está enfrentando. El control de nuestro personaje es deliberadamente incómodo, mientras que la información sobre lo que debemos y podemos hacer se muestran esquivas. La experimentación pasa por tanto del juego al jugador, que debe tocar aquí y allá probando hasta dónde llegan nuestras capacidades mientras lucha para controlar correctamente la inercia de nuestro personaje. Esta complejidad contrasta con la sencillez del mapa. Tres mazmorras a visitar con el único objetivo de conseguir unos objetos que nos permitan llegar al ansiado castillo que da nombre al título.

Cada una de estas mazmorras está construida como una serie de set pieces que nuevamente evocan a diferentes recuerdos que no sólo abarcan el videojuego. Nuevamente nos encontramos con la clara intencionalidad del recuerdo, pues no hay una conexión admisible entre pasar de una mansión encantada con mad doctor incluido a una suerte de yermo a lo Mad Max. El conjunto funciona gracias a cierta desvergüenza y al acuerdo tácito con el jugador de que esto no son más recuerdos entrelazados, fragmentos deslavazados cuya única conexión entre sí es una sensación de familiaridad. No hay un orden predeterminado para poder superarlas, aunque sí que hay un orden correcto para poder superarlas con más facilidad, por lo que si la cosa se complica demasiado siempre podemos optar por regresar a la nave y probar por otro camino. Lo que sí tienen todas en común es el buen uso de la incertidumbre.

La naturaleza visual del título invita al desconcierto. Estamos acostumbrados a reconocer amigos o enemigos según el diseño de los mismos o la invitación del propio gameplay, pero no será este el caso. En muchas ocasiones no sabremos si el tipo o los tipos que tenemos al otro lado de la pantalla son gente con la que hablar o se van a lanzar a por nosotros a la menor oportunidad. El juego nos permite golpear antes de preguntar, pero esta no será siempre la mejor opción, así que toca observar, y aquí nuevamente nos encontramos con un trabajo sobresaliente. Pararse en The Eternal Castle (Remastered) es siempre una delicia. Los escenarios, a pesar de su inclinación hacia lo evocador en renuncia del detalle, resultan increíblemente vivos. A veces simplemente basta con pararse y observar lo que hacen los personajes para darse cuenta de sus intenciones, o estar atento a la paleta de colores elegida para esa pantalla, el cual puede ser un buen indicador de lo que podemos esperar. En todas ellas el denominador común es el buen hacer de un equipo que se empeña en tomar al jugador como a un sujeto inteligente que va a saber interpretar los códigos que tiene delante.

Uno de los elementos más interesantes del título reside en su capacidad para sorprendernos desde la más absoluta nada. The Eternal Castle (Remastered) renuncia a grandes tracas finales en pos de chispazos de absoluta genialidad. Algunos se consiguen durante el propio gameplay, algo en lo que me recuerda mucho a Rain World, pero otros vienen de pequeñas animaciones en las que uno solo esperaría algo funcional. El mejor ejemplo es sin duda el teletransporte a la nave, una escena que únicamente debería servir de intervalo entre el desplazamiento entre dos escenarios y que sin embargo contiene una fuerza apabullante gracias a una animación que deja claro que no estamos hablando de un tipo de teletransporte inocuo a lo Star Trek. De nuevo un recuerdo, de nuevo una sensación de no sé si esto lo vi alguna vez o es en realidad lo que siempre quise ver. Los recuerdos mezclándose con los deseos. De nuevo añorando un lugar que nunca existió.

No sé cómo recordaré The Eternal Castle (Remastered) dentro de unos años. Quizás mi cabeza lo mezcle con juegos de hace décadas, o puede que el título siga creciendo y descubra lo mucho que parece que queda por contar de este universo. En cualquier caso la experiencia ha conseguido su propósito. Ahora mismo echo de menos un tipo de juego que en realidad nunca existió, un tipo de juego que me invitaba a llegar a un castillo a través de un mundo que apenas comprendía y que me fascinaba. Un tipo de juego que me alegró un verano mientras me pregunto por qué ya no se hacen juegos así, aunque lo cierto es que nunca se hicieron.


Hace apenas un mes salió un nuevo episodio gratuito llamado Lost Tales: EPISODE of a brave SACRIFICE. Una buena manera de expandir el universo del título original que sin embargo prescinde de buena parte de los elementos que le otorgan su peculiar personalidad. En esta ocasión estamos ante un Flashback en toda regla donde la evocación queda relegada a lo concreto y el resultado se queda un poco en tierra de nadie. Su dificultad desesperará a algunos, pero resulta complicado resistirse a un dulce gratuito de estas características.

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The Eternal Castle (Remastered) no evoca a un título concreto, sino a una época. Su condición no busca el guiño, sino resaltar esa experiencia colectiva que sólo se puede alcanzar a través de multitud de títulos.
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