Shadow Tactics: Blades of the ShogunCrítica
Cuando Commandos decidió recoger los elementos del clásico The Lost Vikings para incorporarlos a un terreno de estrategia en tiempo real creó un género que a día de hoy, y ahí están los comentarios para corregirme, no tiene otro nombre que “tipo Commandos”. Dos secuelas después (olvidemos Strike Force) y varios hijos bastardos nacidos al calor del éxito de Pyro Studios (Desperados: Wanted Dead or Alive, Robin Hood: The Legend of Sherwood…) son prácticamente todo el bagaje que podemos encontrar de títulos de este tipo, algo insólito si se tiene en cuenta las infinitas posibilidades de ambientación y desarrollo que da de sí la propuesta. Shadow Tactics: Blades of the Shogun llega con la intención de recuperar un género que jamás debió caer en el olvido y lo hace con una seriedad y respeto por el mismo que sorprende desde el primer minuto.
Será por la saga Total War o porque como buen hijo de los 80 me crie entre producciones de serie b de videoclub (no, no voy a nombrar a Kurosawa) ambientadas en este periodo, pero al igual que el Japón actual me da una pereza horrible, todo lo que tenga que ver con el Japón Feudal me atrae irremisiblemente. Ojo, ni soy un experto ni sabría distinguir si tal o cual armadura pertenece a la Era Meiji o la Era Edo, más bien un entusiasta que se queda únicamente con la parte pop (a.k.a. espadas + intrigas palaciegas) mientras ignora todo lo demás. Ignoro por tanto si los alemanes Mimimi Productions han realizado un producto históricamente correcto sobre un grupo de asesinos durante el Japón de 1615, pero puedo asegurar que sin duda cumplen el objetivo de representar su iconografía a la perfección. Así que ahí nos encontramos, en un Japón con un Shogun recién instaurado que intenta asentar el país tras un convulso periodo de guerras. Las cosas poco a poco parece que van volviendo a su cauce, pero no todo son alegrías. Un tal Kage-sama se encuentra reuniendo un ejército que pondrá en peligro la estabilidad del país y ahí es donde entramos nosotros.
Encarnamos a un grupo de cinco héroes al servicio del Shogun, cada uno con diferentes habilidades y motivaciones. Esto, que en principio podría parecer trivial consigue ganar peso gracias a una trama que lejos de centrarse en la épica de la misión decide apostar por los personajes, consiguiendo de un plumazo una absoluta empatía por los mismos y un desarrollo argumental mucho más elaborado que en otras ocasiones a pesar de los genérico de los mismo. Contamos con un soldado, un ninja, una asesina, una espía y un francotirador, aunque aquí pasan a ser un samurái, un vejete barbudo con una simpática mascota… etc. Podía haberse exigido más en este aspecto, pero como decía al principio, la gran cualidad de Shadow Tactics: Blades of the Shogun no pasa por su originalidad, sino por el tremendo respeto hacia el material que tiene entre manos.
La inteligencia del estudio alemán en el desarrollo de la aventura se demuestra con una decisión sencilla que sin embargo no es tan habitual en el mundo de los videojuegos. Comenzamos con un único personaje al que se le irán sumando los demás según avance las misiones, sin embargo, en cuanto tengamos el elenco completo el título nos ofrecerá misiones en las que nunca manejaremos a todos. De este modo se evita la típica preferencia por las habilidades de un personaje mientras que por otro nos invita a adaptar nuestro juego a los recursos y no al revés. A esto ayuda una perfecta composición del tablero, algo imprescindible en este tipo de títulos.
Shadow Tactics: Blades of the Shogun va poniendo con calma sus cartas sobre la mesa. Nos va enseñando poco a poco las reglas del juego y las diferentes posibilidades que tenemos a la hora de enfrentarnos a los puzles que nos ofrece cada una de las misiones. Estas, gracias al enorme tamaño de sus mapeados y a los más que habituales diferentes caminos de acción, admiten múltiples maneras de encararlas, pero siempre ateniéndose a unas reglas fijas que apenas dejan sitio a la improvisación, fomentando el uso de una pausada planificación. Lo destacable en este aspecto es que se ha cuidado al máximo que las reglas se culpan a rajatabla, algo crucial para otorgar al usuario la sensación de satisfacción una vez superado el obstáculo de turno. Para cualquiera que le guste este género supone un verdadero placer observar atentamente los movimientos de los enemigos mientras pensamos cómo será nuestro próximo movimiento y no hay nada que resulte más frustrante que ver cómo ese movimiento fracasa debido a una trampa/fallo en la I.A. o las propias reglas impuestas por el título. En este sentido puedo decir que ni en las más de cuarenta horas que he echado delante de la pantalla, ni en las múltiples ocasiones en las que una vez superada una parte del mapeado he vuelto a cargar para ver si podía hacerlo de otra manera, me he encontrado con ningún momento en el que la suerte formara parte del éxito o el fracaso de mi plan.
Con una mecánica sólida como una roca, a Shadow Tactics: Blades of the Shogun únicamente le hacía falta cumplir en el resto de apartados para convertirse en un imprescindible, pero hace mucho más que eso. El diseño de los escenarios demuestra cómo utilizar la estética para ampliar las posibilidades mecánicas. De este modo nos encontramos con que un precioso escenario nevado dejará nuestras huellas marcadas en el suelo, mientras que la espectacular noche en la ciudad nos lo pondrá difícil debido a las luces que cuelgan en sus calles. Una vez más desde Mimimi Productions dejan claro que a pesar de que contaban con el talento suficiente como para tirar la casa por la ventana a nivel de diseño, han supeditado todo a la mecánica. Esto incluye la posibilidad de dejar el ratón y el teclado a un lado y jugar con mando, algo que me parecía completamente imposible y que consiguen con mucha solvencia gracias a un cambio completo en la interfaz de juego que funciona con mucha solvencia.
Shadow Tactics: Blades of the Shogun se ha colado sin apenas realizar ruido (algo que encaja perfectamente en su propuesta) entre los grandes juegos de 2016. Estamos ante un título que no sólo recupera el espíritu Commandos desde un completo respeto por este sistema de juego, sino que consigue revitalizarlo sin perder un ápice de su esencia original. Si desde Daedalic permiten que la gente de Mimimi Productions continúe por esta senda, podemos estar ante una franquicia interminable con la posibilidad de ambientarse en cualquier época, algo que viendo el resultado actual ojalá llegue a cumplirse.