Análisis: Papo & Yo

Papo & Yo

Papo & Yo

Uno se acerca al título de Minority Media pensando «vaya, un niño y su monstruo, qué bonico». Porque una historia sobre un infante y la enorme bestia que le acompaña sólo debe terminar bien, ¿verdad? Ahí está el origen del engaño y es la primera decepción (tanto ingame como real) que viviremos en el juego.

La base del juego es la relación entre Quico, el protagonista, y Monstruo. Comenzaremos en el mundo real, en el que tras una breve escena parecemos trasladarnos a una especie de favela cargada de realismo mágico, al que contribuye una banda sonora muy emparentada con la samba. En este aspecto, la realización del título sabe sobreponerse a sus limitaciones gráficas (texturas algo aburridas y animaciones toscas) y nos traslada un mundo repleto de color, de bellos murales y puzzles pintados en tiza que quieren representar la ingenuidad del niño.

Nuestro objetivo no está nada claro al empezar, pero debemos avanzar. Lo hacemos con una cámara en tercera persona, en un gameplay repleto de plataformas que funciona muy bien. Hay que sumar sus puzzles, que van creciendo en dificultad y muchas veces son de tipo espacial: mueve esta plataforma, crea un puente de cubos…Lo más original es que muchas veces estamos manipulando las casuchas de la favela con resultados espectaculares. Muchos de los rompecabezas son muy originales y nos sorpenderán por su realización, por la cantidad de juego que dan las tres dimensiones y la manipulación de objetos.

Además, necesitamos al monstruo para avanzar. Insisto, uno se esperaría un gigante fortachón y de buen carácter, un protector para Quico. Nada más allá de la realidad: la bestia es perezosa y se dedica a dormitar (dejándonos saltar sobre su barriga para alcanzar otras zonas) y sólo conseguiremos hacer que avance atrayéndole con los cocos que suele comer. Hasta que llegue el momento en el que se coma una rana venenosa y cambie por completo.

Llegados a este punto, es difícil continuar con el análisis sin hacer ningún spoiler, pero voy a intentarlo. Sea como sea, si sólo tenemos en cuenta la mecánica jugable, estaríamos ante un buen juego y poco más. Lo realmente interesante es el uso que hace el director creativo, Vander Caballero, del título. Porque lo va a utilizar para desgranar aspectos muy desagradables de su autobiografía, convirtiendo el trayecto de Quico en un infierno de autodescubrimiento y de aceptación.

Decía que Monstruo siente predilección por las ranas tóxicas, pero le sientan muy mal. Se vuelve loco y arrasa con todo lo que pilla, incluyendo a Quico. Así, lo que prometía ser un juego bonico más termina por darle una vuelta de tuerca al sistema de acompañante. Seguimos necesitándole, pero nuestra relación con él se va modificando a medida que vamos avanzando en busca de la cura para nuestro amigo.

Papo & Yo trata con bastante madurez un tema muy duro, y se acaba convirtiendo en el viaje que toda persona que lo vive debe experimentar. Lo logra a través del gameplay, con muy pocas secuencias y diálogos, y es en los momentos finales (los más magistrales) en los que prácticamente menos vídeos veremos y más tendremos que participar en lo que va a pasar. De esa forma se logra contar mucho diciendo muy poco, algo que los videojuegos tienen pendiente y no terminan de asimilar. Aquí lo encontraremos a menudo, en los momentos en los que las mecánicas jugables se convierten en una enorme metáfora de lo que realmente le ha ido pasando a Quico.

No puedo decir mucho más sin romper la magia de lo que el juego quiere contar. No busquéis un juego simplemente bonito en él, sino una historia muy dura que llega a conmovernos, con un final apoteósico que deja a la altura del betún conceptos como «enemigo final». Porque Papo & Yo podría estar más emparentado, en su concepción, con Silent Hill 2 que con juegos como Little Big Planet. Si nos vamos únicamente al tema duración-precio sí quiero que quede claro que no serán más de cuatro horas por 15€, pero realmente es un tema que queda ensombrecido por la intensidad del título.

Últimamente me pienso mucho el uso que le doy a la etiqueta con la que recomendamos los juegos en Nivel Oculto y llevaba un tiempo reservándomela. Aquí va, alabando la franqueza, honestidad y riesgo del juego.

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