A muchos nos encantaría meternos o ponerle la mano encima a Tomonobu Itagaki, sobre todo si antaño éramos poseedores de una consola que viniera de Sony y nos poníamos a oír las perlas que este desarrollador japonés nos dedicaba muy amablemente. Ridícula, inútil, horrible, absurda… nunca un desarrollador había piropeado tanto una Playstation con palabras tan bonicas. Incluso se burlaba de una de las exclusivas que poseía Sony en esos tiempos, un tal Devil May Cry, cuya dedicatoria fue que era un juego para autenticas nenazas si lo comparábamos con sus Ninja Gaiden. El cariño era mutuo. Sin embargo, uno después de tener la oportunidad de jugar a sus Ninja Gaiden, no podía hacer otra cosa que besar los pies de ese japonés con sus gafas de sol y chupa inseparables. Pocos juegos te hacen disfrutar más que cualquiera de las dos primeras entregas que creó este hombre en los años 2004 y 2008. Juegos de mecánica puramente Hack’n slash acompañada con grandes dosis de aventura y de plataformas con una desbordante y adictiva dificultad que te devolvía a la época de los videojuegos de los años 80 y 90. Pocos títulos te exigían tal nivel de habilidad al mando sin resultar nunca frustrante. Su rica jugabilidad te hacía tener la mente bien fría y decir: “La próxima vez lo haré mejor”. Jugabas, morías y repetías como un poseso hasta conseguirlo, hasta obtener tu victoria gracias a tu perseverancia, obteniendo un grado de satisfacción tremendo. La dificultad de los dos primeros Ninja Gaiden te convertían en mejor jugador y mejor persona. Donde sagas como Devil May Cry se te ofrecía la oportunidad de realizar combos impresionantes para fardar delante de tus compis, en Ninja Gaiden eran absolutamente necesarios el saber dominarlos si queríamos llegar a ver algún día la pantalla con el título The End después de haber vislumbrado innumerables veces la dichosa pantalla del Game Over. Todo ello aderezado con una trama tan absurda y ridícula totalmente al servicio de su extrema y deliciosa jugabilidad, con personajes y enemigos finales de diseño horriblemente atractivo gracias a su grotesco aspecto donde salían ganando las féminas con sus preciosas y volumétricas tetas poligonales, dotadas de más animaciones que sus expresiones faciales. Y si, también estaba el “prota”, ese ninja del Clan Dragón llamado Ryu Hayabusa, hombre de pocas palabras, con una máscara que le ocultaba el rostro. Un personaje enigmático que desprendía un curioso carisma.
Por desgracia, coincidiendo con la salida de Ninja Gaiden II, Itagaki dejaba Tecmo debido al impago de ciertos trabajos previamente acordados. El abandono del desarrollador japonés del Team Ninja, su grupo desarrollador, y de Tecmo, nos inundó en un mar de lágrimas al saber que ningún juego más de la saga contaría con su participación. Una de las últimas declaraciones del desarrollador acerca de su juego era, aparte de decir que el remake del primer Ninja Gaiden salido para PS3 llamado Sigma era indigno, ya que lo había desarrollado uno de sus subordinados del Team Ninja sin su supervisión, era que Ninja Gaiden II podía presumir de ser la experiencia ninja definitiva. Y hoy, cuatro años después, y con la salida de su tercera entrega, podemos afirmar con total seguridad que el modesto desarrollador tenía toda la razón. Voy a tratar de hacer un ejercicio made in Itagaki de ser completamente sincero y directo, pese a que las verdades sientan peor que unos cuantos derechazos y donde algunos vean crítica destructiva en lugar de pura verdad. Todo ello aprendido del Sensei Itagaki.
Ninja Gaiden 3 sigue siendo un hack ’n slash puro, pero aún así, ha dado un giro de lo más radical respecto a sus anteriores entregas. Hay que decir que el Team Ninja no lo tenía para nada fácil. El equipo desarrollador llegó a decir en su momento que estaban algo cansados de la fórmula Ninja Gaiden de Itagaki, y que eran necesarios ciertos cambios. Y es que más que intentar seguir el ejemplo de su anterior líder debieron de pensar algo así como “ya que no está el jefe, en lugar de copiarle, lo haremos a nuestra manera, hala”. El gesto es valiente, sin duda, el problema es que el rumbo que han seguido es el equivocado, haciendo que en lugar de aportar algo nuevo a la saga, la han roto y desmarcado completamente de lo que era la experiencia Ninja Gaiden, cargándose de un plumazo su esencia a los pocos minutos de tener el pad en nuestras manos. “Ninja Gaiden 3 va a ser el más molón de todos”, dijeron. Y sí, molar mola mazo. Pero se han perdido demasiadas cosas en pos a ser un título más guay. Sus desarrolladores pusieron mucho énfasis en desarrollar una faceta más heroica y dramática en torno a la figura del protagonista, Ryu Hayabusa, defendiendo a capa y espada su dualidad entre el honor, y las muertes que debe afrontar en pos del deber. Esto ha dado lugar a una entrega que le da bastante más importancia a su argumento, dotándole de una faceta considerablemente más dramática que la que le dio Itagaki. Eso no sería necesariamente malo si no fuera porque aquí pasa lo contrario al trabajo de su creador original. Si antes la historia estaba al servicio de la jugabilidad, ahora es ésta la que está al servicio de los absurdos caprichos de su pretencioso argumento. Y para colmo de males, el carisma de Ryu se esfuma al instante debido a su dolorosa costumbre a sacarse la máscara revelando su rostro, que hasta ahora era desconocido por todos… y ojalá hubiera seguido en el anonimato, no solo porque su diseño facial sea horrible, sino porque echa por tierra toda su personalidad. El mostrar su lado más bondadoso y humano empaña todavía más su carisma, rozando lo ridículo cuando se relaciona con una niña de no más de ocho años que no dice ni mu y que mantiene conversaciones con nuestro acaramelado ninja mediante un teléfono móvil que cuesta el sueldo de todo un mes para muchos españoles. Si amigos, una niña tan pequeña con semejante aparato, en fin…
El desarrollo del juego es mucho más cinematográfico. Es decir, la jugabilidad del título se ha vuelto todavía más dinámica y frenética que antaño, con un Ryu más grácil y saltimbanqui que nunca, con una cámara que le sigue a todas partes ofreciendo siempre el plano más espectacular a la vez que imposible, junto como no, con una exagerada sucesión de Quick Time Events a casi cada enemigo al que demos pasaporte con nuestra afilada katana, cortando el ritmo de juego y dando la bienvenida a la serie al desarrollo plano. Dado el absoluto frenesí que reside en todo el juego, era imposible mantener la elevada dificultad que atesoraban las dos primeras entregas, por lo que se ha suavizado, pese a que el juego todavía guarde ciertos momentos desafiantes. También se ha incluido un modo de dificultad mucho más fácil llamado Héroe donde Ryu realiza los bloqueos automáticamente. Sí, amigos, Ninja Gaiden se nos ha vuelto algo casual, pero si solo hubiera sido eso… Ryu realiza una cadena de movimientos espectaculares, rápidos y magníficamente coreografiados, liquidando a todo enemigo con una gracia y estilo inigualables. Todo muy cinematográfico y demás, con tan solo alternar los dos botones de ataque. Sin embargo, todo resulta tan automático que en ningún momento tenemos la sensación de tener el control del ninja. Todo se antoja demasiado automatizado y dirigido, y además aderezado de los muy ocasionales Quick Time Events. Las sensaciones son las de encontrarnos con un hack ’n slash demasiado dirigido y preprogramado, pese a su indiscutible espectacularidad y dinamismo. Y dotar al título de ese estilo lo vuelve demasiado convencional, con muy poca inventiva, careciendo de momentos remarcables, junto con pasajes que son completamente planos y olvidables.
Muchas cosas se han perdido de la esencia que le dio Itagaki. El gore permanece, que no las desmembraciones, pese a que aquí Ryu corte y despedace con mucho más gusto y ganas que en sus anteriores itineraciones. Lo único que podremos hacer es rematar a nuestros adversarios. Incluso en los primeros compases de la aventura nos bastará con pulsar compulsivamente los botones de ataque sin tener que preocuparnos en ningún momento en protegernos. Las fases de plataformas o de exploración que le otorgaban variedad a sus anteriores entregas, han desaparecido por completo. Todo se reduce a avanzar, liquidar a un número determinado de enemigos, que además no destacan por su variedad, y dar cuatro pasos más para el siguiente combate. Y si no avanzamos, es que toca secuencia QTE de por medio aderezado de algún video espectacular con un Ryu haciendo el pandiloco. Incluso si pulsamos el joystick derecho, la cámara enfocará el emplazamiento al que debemos dirigirnos, como si fuera fácil perderse por esos escenarios… Como la exploración ha desaparecido por completo, ya no es necesario buscar por los escenarios algún cofre que nos dé alguna poción o maná para recobrar la energía de nuestros poderes ninpo. La vida la recobraremos automáticamente después de cada combate. Por su parte, solo disponemos de un poder ninpo y tampoco decidimos cuándo usarlo. En cada combate, nuestra barra de maná se irá llenando paulatinamente hasta llegado el momento de que podamos ejecutarlo y arrasar a todos los ninjas que nos estén haciendo la puñeta de un plumazo mediante la espectacular y repetitiva secuencia de video (siempre es la misma) . Es por ello que de nada sirve reservar el poder del ninpo para una hipotética batalla más peliaguda, pues tan rápido como hayamos terminado con el combate, la barra de ninpo volverá a vaciarse. Por si no fuera lo bastante fácil, siempre que empleemos nuestro poder, nuestra vida se regenerará completamente aunque estemos en plena refriega. Y todo ello sin contar que ahora hay muchos más check points, incluso los jefes finales disponen de varios, y gran parte de dichas peleas se solventan mediante la caprichosa pulsación de botoncitos en el preciso momento, pese a que dichos momentos estén más inspirados.
Se mantiene lo de mantener pulsado el botón de ataque fuerte para realizar un mandoble mucho más demoledor. Sólo que aquí se hace con mayor facilidad y que nos cargamos a todos los adversarios que aparecen en pantalla en lugar de sólo uno. Eso sí, Ryu lo hace con una elegancia sin igual, deleitándonos con una bellísima y sangrienta secuencia animada. Los enemigos deberían darle las gracias por morir de forma tan elegante y espectacular. A otro a quien echaréis de menos es a Muramasa, ese ancianito que no medía más de un metro de altura y que nos vendía objetos y nos mejoraba las armas que disponíamos a un coste elevadísimo dejando los precios de El Corte Inglés a la altura del betún. Pues bien, aquí solo goza de un pequeño cameo. Y es que aquí no únicamente no mejoramos nuestras armas, sino que se han reducido de forma alarmante. En un principio, tan solo podíamos manejar una katana y el arco. Ahora, gracias a la sabiduría y el buen hacer del Team Ninja y de Tecmo, aunque imagino que unos fans muy cabreados también habrán tenido algo que ver, tenemos a nuestra disposición dos DLCs gratuitos que nos otorgan las Garras de Dragón y la Guadaña, ambas heredadas de la segunda parte, que por lo menos, insuflarán algo más de variedad a la hora de liquidar a nuestros adversarios. Resulta doloroso que unos títulos que destacaban por su tremenda y variopinta variedad de armas se hayan reducido prácticamente a cero. Sin contar que antaño, la jugabilidad cambiaba radicalmente dependiendo del arma que empuñábamos, aquí también lo hace, pero menos de lo que cabría esperar. Otro aspecto que se ha reducido drásticamente es su duración, que no nos llevará más de 8 horas completarlo, incluso menos dependiendo de nuestra habilidad y del nivel de dificultad escogido.
Como curiosidad, la versión de PS3 es compatible con el periférico PS Move, el cual nos permite realizar todos los mandobles agitando nuestro brazo. Sin embargo, el uso del periférico queda relegado solo al nivel de dificultad más accesible, el modo Héroe. Haciendo que tan solo debamos mover nuestro brazo al aire sin importar en ningún momento el modo en cómo lo movamos, y si venimos de jugar a juegos como Skyward Sword, la cosa se nota demasiado. Por no hablar que la poca sensación de control de la que disponemos con un control tradicional, desaparece por completo si usamos el PS Move, pues la sensación de que todo es automático se engrandece. Se le habría sacado más partido si pudiéramos mover los senos de las preciosas féminas con el periférico teniendo en cuenta que la versión Sigma de la segunda parte podía hacerse agitando el sixaxis. Los chicos del Team Ninja no se han conformado con el modo historia, por lo que han implementado un modo multijugador online, tanto cooperativo como competitivo. Los modos cooperativos consisten básicamente en liquidar a diversos enemigos con la ayuda de un amigo por diversos mapas, mientras que los competitivos se centran en la competición en duelos por equipos o todos contra todos. A medida que vayamos subiendo de nivel, podremos personalizar a nuestro acólito ninja gracias a los objetos que iremos desbloqueando. Pese a no ser la piedra angular del juego, es cuanto menos curioso.
A nivel técnico, Ninja Gaiden 3 es un título bastante sólido, que sin llegar a sorprender, deja un muy buen sabor de boca. Parte de culpa la tienen unos personajes bastante bien diseñados y sobre todo, sus gráciles y bellas animaciones. También se debe hacer hincapié en el comportamiento de la sangre que sale a borbotones, tratando siempre de mostrar un lado elegante, pese a su nivel de gore, muy en sintonía de la segunda parte. Tampoco se aprecian ralentizaciones, ni cuando hay multitud de enemigos a nuestro alrededor, todo se mueve con gran fluidez. Un aspecto por lo que siempre ha destacado la serie es por parajes y escenarios enormemente variados, y se puede afirmar que siguen en su línea, con aldeas en el campo, ciudades modernas, zonas nevadas, laboratorios, paisajes desérticos… Aunque el relegar su desarrollo al combate puro y duro, dejando de lado la exploración, hace que los escenarios sean bastante lineales y poco amplios, incluso vacíos, careciendo además de algún tipo de interactividad, aunque todo esto son aspectos que la serie lleva acarreando desde su primera entrega. Se echa algo de menos más variedad de enemigos, aquí todos son humanos menos los enemigos finales, que aunque algunos gocen de un gran diseño, hubiera estado bien que tuvieran un aspecto más grotesco, cargante y exagerado como el que les daba el equipo cuando Itagaki estaba al mando. Podemos escoger voces en japonés o en inglés, perfectamente subtitulado al castellano. Goza de buenos efectos sonoros y de una muy lograda banda sonora, con temas absolutamente frenéticos, otros de corte más épico y con algún que otro coro muy bien compuesto.
Pese a todas las críticas que se han vertido en este análisis, Ninja Gaiden 3 no es un mal juego. El problema es que como título perteneciente a una saga ya legendaria, deja mucho que desear, y como juego perteneciente al género hack ’n slash, se ve demasiado limitado y poco inspirado en comparación con sus competidores más directos. Y es que los fans de esta clase de juegos tienen opciones mucho mejores. La iniciativa de distanciarse del estilo dotado por Itagaki no tenía por qué ser precisamente malo. El problema es que la senda por la que han partido ha resultado ser la equivocada, pese a que las buenas intenciones estaban ahí. Su esquema de juego peca de convencional y simplón, además de estar limitadísimo en armas, sin contar que todo está muy automatizado. Y es que es fácil tener la sensación de estar ante un simple machacabotones que incluso a la larga puede volverse repetitivo. Donde antes el reto consistía en derrotar a tu adversario con tu habilidad y perseverancia, ahora la diversión se concentra en matar a la mayor cantidad de rivales posible de la forma más espectacular sin necesidad de ser habilidoso en realizar combos, pues el juego los hace por nosotros. En pantalla queda muy bonito, pero nunca tendremos esa sensación de “eso lo he hecho yo”. La diversión se concentra en la espectacularidad visual. Es rápido, frenético y muy generoso en proporcionarnos acción, no hay duda, pero los fans de los Ninja Gaiden nunca buscaron eso. Es por ello que se sentirán decepcionados. Esta tercera parte es sobretodo recomendable para el neófito, y no únicamente de la saga, sino de los juegos Hack’n slash, pues es muy accesible y no tiene ninguna baza que lo haga destacar del resto, tanto en lo bueno como en lo malo. Eso de convertir al Ninja en Hombre, como decían los del Team Ninja no ha sido la mejor decisión, despojando a su protagonista de todo su carisma y prescindiendo de todo aquello que hizo de esta saga algo grande. Sin duda lo mejor de esta tercera entrega es recordarnos las virtudes de sus antecesores y que ahora prescinde con tanto desdén. Los fans deberán esperar a la nueva y genuina creación de Itagaki, el anunciado Devil’s Third, que no será el mejor juego del mundo, porque ese juego, según Itagaki, ya lo hizo cuando sacó Dead or Alive 4, y sería absurdo y estúpido hacerse la competencia a uno mismo. En fin, I love this man.