Motorsport ManagerCrítica
Los deportes de motor, en especial la Fórmula 1, son un caldo de cultivo excelente para que el género de los managers se asiente y produzca grandes títulos. De la misma manera que un Football Manager tiene poco que ver con un FIFA, ya que suelen dirigirse a públicos diferentes, sucede algo parecido entre lo que son los grandes títulos de velocidad de la actualidad y este Motorsport Manager. Agárrense que vienen curvas.
Christian West, al frente de un estudio jovencísimo llamado Playsport Games lanzó en 2014 un juego de gestión de carreras para iOS. De nombre Motorsport Manager, supo capturar la esencia del género y de la plataforma en la que estaba integrado: con una mezcla de micro gestión en carrera (controlar a dos pilotos, sus coches y reglajes y la estrategia) unida a la macro gestión (mejora de componentes a lo largo de una temporada, fichajes de personal) el juego representaba de manera muy trabajada esa organización de la escudería que culminaba en el circuito con carreras frenéticas, de unos pocos minutos. En ellas, toda la responsabilidad del jugador recaía en unas pocas decisiones: establecer las paradas en boxes, los neumáticos a montar o la agresividad del piloto.
¿En qué fallaba esa versión? Posiblemente, en ofrecer una simulación muy artificial. La propia naturaleza de la plataforma, una tableta, empujaba a West a optar por la simplicidad en pos de la inmediatez. Haber desarrollado un título demasiado complejo habría acabado con uno de los grandes puntos a favor que le hicieron ganarse el cariño de los jugadores.
Dos años después, Motorsport Manager se ha destapado como un aspirante a rellenar ese vacío en el ámbito de la gestión en juegos de velocidad. Para ser una primera versión, la creación de Playsport Games ejecuta bien tantísimas ideas que es complicado ponerle pegas al producto de West aunque siga teniendo algunos fallitos.
El título alcanza unos niveles de exhaustividad impensables en la versión para iOS. El jugador puede escoger entre tres campeonatos, cada uno con sus propias reglas; el equipo tiene un árbol de instalaciones que costará tiempo completar mientras los ingenieros del equipo se dedican a fabricar piezas, mejorar su rendimiento o aumentar su fiabilidad. Tenemos un equipo de ojeadores para buscar a los mejores empleados y una plantilla de pilotos, con su jerarquía establecida, que te va a cuestionar hasta el más mínimo error. La lista de edificios a mejorar es tan extensa que una buena partida obligará al usuario a echar muchísimas horas para dejar la escudería a su gusto.
Una de las mecánicas que ya estaban presentes en iOS y que han evolucionado en esta nueva versión son los llamados dilemas, situaciones en las que el director debe tomar decisiones que afectan al rendimiento de los pilotos, a la reputación de la escudería o incluso a la relación con los patrocinadores. Si en la versión móvil esos dilemas no parecían tener un gran impacto sobre el desarrollo de la partida, en la entrega de PC tienen consecuencias más directas. En ocasiones, toca renunciar a compromisos con anunciantes para no enfadar a nuestros pilotos lo que supondrá un considerable mordisco económico. A la inversa, podemos tocar la moral a nuestro corredor hasta el punto de que tenga un impacto en las carreras venideras.
El título incluso tiene un componente político en las reuniones de la GMA (el equivalente ficticio de la FIA) en el que se votan cambios en la regulación de cara a las próximas temporadas que pueden beneficiar o perjudicar a tu equipo. Y no sólo hay politiqueos entre equipos ya que el jugador también tiene un dueño del equipo ante el que responder y que le impone unos objetivos de cara a la temporada, que pueden acabar con tus huesos en la cola del paro si no eres capaz de cumplirlos.
Esa cadena de mando también tendrá que gestionarse hacia abajo. Un punto interesante que el juego ha incluido es el status de ambos pilotos, lo que obligará a tratarles en función a su categoría para que no se enfaden. El ego de un piloto que firma como líder del equipo no entenderá que sea su compañero el que se esté llevando las mejores piezas, como sucedería en la vida real.
La guinda la ponen no sólo las carreras, mucho más completas y duraderas, sino incluso las tandas clasificatorias en las que poner a punto el bólido. Quizá parezcan algo cortas en un primer momento, pero ampliar su longitud se traduciría en partidas demasiado extensas incluso para un título de simulación.
Dos aspectos lastran el acabado final de Motorsport Manager. El primero está relacionado con esas tandas de entrenamientos. Para un juego que presume de ser una simulación, tener que ajustar el coche sobre unos medidores muy poco precisos no parece la mejor de las soluciones. De hecho, ni siquiera hay una opción que permita guardar ajustes en un circuito de cara a las siguientes temporadas.
El segundo punto está relacionado con el clímax del juego: las carreras. Y es un problema que sucedía a menudo en la versión de iOS: la ausencia de incidencias a lo largo de un gran premio. Se echan de menos más abandonos por problemas mecánicos, más colisiones y más coches de seguridad en una competición que, carrera a carrera, acostumbra a ser de guante blanco. Porque es precisamente en la gestión de los grandes premios donde se distingue a los buenos estrategas, esos que tienen que reaccionar en cuestión de segundos en función de la situación de carrera, el rendimiento de las gomas o la previsión del tiempo.
También se puede argumentar que un título que aspira a representar de manera fiel debería tener licencias reales de circuitos, pilotos y escuderías y este es uno de esos aspectos que el título deberá tomarse en serio de cara a próximas entregas pero la propia naturaleza del juego le permite añadir ese componente de realismo a poco que el usuario se busque las habichuelas en foros para modear la parrilla de salida.
Si Motorsport Manager consigue limar esas pequeñas asperezas de cara a una segunda edición (que debería ser obligatoria), estaremos ante el inicio de una larga amistad. Estamos ante un ejemplo de manual de lo que debería ser una primera entrega de un título de gestión: unas fundaciones muy sólidas, mecánicas ajustadas (y otras por mejorar) y espacio para crecer con el paso de los años.