The Floor is Jelly es un buen videojuego de plataformas y puzles de aspecto minimalista, aunque me apena decir que es de esos que no empiezan bien. Y es que, a estas alturas, somos capaces de nombrar muchísimos ejemplos que pertenecen a ese género mixto de saltos y rompecabezas, por lo que ofrecer una impresión mediocre en el arranque del juego es un pecado capital que puede condenarlo al olvido. Este es, en realidad, el gran desacierto de su autor, Ian Snyder, que además de cometer algunos errores técnicos, aunque estos sean perdonables dada la modestia del trabajo, carga con el lastre de un comienzo indefinido, lento y poco innovador. Por fortuna logra salir bien parado en el resultado final.Los primeros minutos de The Floor is Jelly me han parecido fríos, simplones, con la sensación de poco trabajados en lo que respecta a la presentación y con una falta de originalidad evidente. El juego se presenta como una sucesión de pantallas en un mundo de formas gelatinosas, bamboleantes al contacto de nuestra pequeña criatura, que puede aprovechar la elasticidad de las plataformas para impulsarse a distintas alturas al ejecutar el salto en el momento adecuado. Esta peculiaridad se puede aplicar también a las paredes, con lo que en la práctica la primera impresión es que nos encontramos con otro juego de factura similar a Super Meat Boy o tantos otros, en el que debemos rebotar para desplazarnos a grandes distancias. Y efectivamente, esta es la mecánica con la que nos encontramos en el inicio y que nos da una sensación de monotonía, atemperada en el dibujo minimalista de los paisajes.
Sin embargo, es en el acierto de los puzles cuando el efecto minimalista empieza a causar la impresión deseada por el autor. The Floor is Jelly se torna interesante cuando Ian Snyder decide meter toda la carne en el asador, desafiando al jugador a pensar con acertijos ocurrentes y a realizar saltos más complicados. Casi sin darnos cuenta, ese escenario de aspecto sencillo, al contrastar con la dificultad cobra vida, empieza a atraparnos, a ejercer su magnetismo onírico, logrando que desaparezca el reloj de la realidad; se ha creado una atmósfera particular y el juego nos atrapa. En ese momento Ian Snyder consigue emular a Nicklas Nygren (Nifflas), convirtiéndose The Floor is Jelly en su particular Knytt, y no son pocos los parecidos. A partir de ahí empezamos también a disfrutar de otros pequeños detalles que forman el conjunto, como la parte sonora de Disasterpeace, por ejemplo, o la coherencia argumental entre las diferentes pantallas, ligadas entre sí en una sucesión lógica.El pequeño mundo de The Floor is Jelly logra mantener, a partir de ahí, el interés hasta el final, ayudándose con algunos recursos en forma de homenaje a otros juegos (que no revelaré) en los que se notan las influencias y gustos del autor. Hablaba yo al principio, sin embargo, de algunos detalles técnicos reprochables, aunque no imperdonables: El control de la criatura protagonista no es perfecto, así como la emulación del comportamiento físico de las estructuras elásticas en movimiento; también se podría haber haber incorporado el uso de un mando, pues el movimiento solamente se ejecuta con el teclado del ordenador. Estos detalles, sumados a la precaria presentación y al tedioso comienzo del juego, hacen que The Floor is Jelly corra el riesgo de perderse en el olvido entre tantos otros juegos que pertenecen al mismo género. Sin embargo, sería una lástima que los errores pesaran más en la balanza, ya que considero que el primer juego comercial de Ian Snyder es meritorio, disfrutable y supone un buen comienzo para alguien a quien deberíamos tener muy en cuenta en sus futuros trabajos.Página de The Floor is Jelly