La depresión no es un juego. No es vagancia existencial, no es fingimiento y no es un estado del ser en el que a la gente le guste estar. Y sin embargo, para el común de los mortales, la depresión es algo tan extraño e incomprensible como para mí el hecho de que la gente siga comprándole juegos a Hideo Kojima. De hecho, una de las principales quejas de la gente que padece el trastorno es que “nadie parece comprenderles”. Tampoco es raro escuchar, de voz de un depresivo, “esto tienes que vivirlo para comprenderlo”. Por un lado se produce ese doble aislamiento: la gente realmente no comprende el trastorno, y el que lo padece tampoco cree ser comprendido.
Es comprensible esta incomprensión. Vivimos en una sociedad que censura todo lo que no sea dar saltos de felicidad y ser el alma de la fiesta, en la que nuestra propia cultura ha ido diluyendo el significado de determinados trastornos. Basta con darse un paseo por Twitter para ver cómo muchos idiotas se tildan de bipolares (la última moda), de depresivos…Al final, acabamos por pensar que es una pose, o simplemente una tristeza prolongada. Lo cierto es que ni siquiera es necesario sentirse triste para padecer una depresión. Y esto, choca. No se nos ha informado sobre la depresión, a pesar de ser uno de los mayores males del mundo moderno.
Sabiendo esto, surge Depression Quest. Nace con la vocación de ayudarnos a comprender el trastorno. Realmente esto no va a ser un análisis en el sentido tradicional, porque me niego a valorar lo bueno o malo que es como juego, si es divertido o tiene un guión o dirección artística soberbios. Vamos a ahorrarnos también la discusión sobre si es un juego o no. Vamos directamente a comentar lo que aporta, lo que significa y lo útil que es. Tampoco seré objetivo en esto: como psicólogo que soy me enamora la idea y me resulta imposible mirarla sin dejarme influir por mi HAMOR por la ciencia psicológica.
1. estado de ánimo depresivo la mayor parte del día, casi cada día según lo indica el propio sujeto (p. ej., se siente triste o vacío) o la observación realizada por otros (p. ej., llanto). En los niños y adolescentes el estado de ánimo puede ser irritable
2. disminución acusada del interés o de la capacidad para el placer en todas o casi todas las actividades, la mayor parte del día, casi cada día (según refiere el propio sujeto u observan los demás)
3. pérdida importante de peso sin hacer régimen o aumento de peso (p. ej., un cambio de más del 5 % del peso corporal en 1 mes), o pérdida o aumento del apetito casi cada día.
La idea de Depression Quest es ponernos en la piel de una persona cualquiera que está pasando por el trance de la depresión. Rápidamente los autores se disculpan, porque la situación es bastante “idílica”: a pesar de la depresión, el protagonista tiene pareja, trabajo y una familia que se preocupa por él. Huelga decir que de no ser así, todo sería muchísimo más difícil. Pero, a partir de aquí, todo va a depender de las decisiones que tomemos.
El juego toma la forma de las antiguas novelitas de “Elige tu propia aventura”, poniéndonos ante un texto que nos describe la situación presente y nos deja una serie de elecciones. Se complementa con imágenes en forma de fotos, una música de piano que ayuda a meterse en lo jodido de la situación y una barra inferior en la que nos describe en qué estado estamos de la depresión y si estamos recibiendo terapia psicológica o farmacológica.
4. insomnio o hipersomnia casi cada día 5. agitación o enlentecimiento psicomotores casi cada día (observable por los demás, no meras sensaciones de inquietud o de estar enlentecido) 6. fatiga o pérdida de energía casi cada día
Rápidamente, y nada más empezar, empezamos a tomar conciencia de lo que pasa: hay elecciones que no podemos tomar. La mayoría de interacciones “sanas”, como quedar con los amigos, salir una noche a pasarlo bien o quedar con tu pareja, se vuelven muy difíciles de ejecutar. A medida que vamos progresando, y dependiendo de lo que hagamos, más y más interacciones se irán tachando, hasta que no nos deje más opciones que quedarnos en casa tirados en la cama. Podemos ir a mejor, eso sí, pero muchas veces a medida que leemos el texto y nos metemos en él, nos damos cuenta de lo costoso (emocionalmente hablando) que puede ser levantar el teléfono para concertar una cita con el terapeuta.
Se nos da la opción de someternos a terapia: por un lado la clásica farmacológica y por otro la terapia psicológica cognitivo-conductual (o la mezcla de ambas). En esto el título se cuida mucho de describir demasiado o entrar en juicios de valor científico: cualquiera de los caminos ayuda. No, Depression Quest no pretende entrar en la discusión de la validez de las distintas terapias o de en qué casos funciona una u otra de mejor manera. Lo que quiere es que a medida que transitamos el “juego” nos vayamos dando cuenta de cómo se siente una persona que padece el trastorno, y lo consigue a la perfección.
7. sentimientos de inutilidad o de culpa excesivos o inapropiados (que pueden ser delirantes) casi cada día (no los simples autorreproches o culpabilidad por el hecho de estar enfermo) 8. disminución de la capacidad para pensar o concentrarse, o indecisión, casi cada día (ya sea una atribución subjetiva o una observación ajena) 9. pensamientos recurrentes de muerte (no sólo temor a la muerte), ideación suicida recurrente sin un plan específico o una tentativa de suicidio o un plan específico para suicidarse
La única barrera es el idioma (no está en castellano, y viendo su naturaleza, dudo que lo llegue a estar), pero si conseguimos traspasarla y concentrarnos durante la no más de media hora que nos puede durar una “partida” llegaremos a comprender. A entender que la depresión no es algo gustoso, y que cuando un ser querido está deprimido de verdad no deja de quedar con nosotros por pereza. Asumiremos que no es tan fácil salir, y que no vale con la ayuda de un amigo que nos aguante media hora en un bar. Quizá cambiará nuestra percepción y empecemos a pensar en alguien querido que puede necesitar esta ayuda. Puede que seamos nosotros y que esto nos ayude a abrir los ojos. Sea como sea, con aprender por el camino ya ha merecido la pena.
Y al final, tendremos ese último texto que hace de epílogo. Nunca absolutamente positivo, pero puede que absolutamente negativo. En el mejor de los casos, tras unos meses de esfuerzo y terapia, atisbemos por delante un horizonte esperanzador. Es más de lo que ha tenido mucha gente.
“Juega” a Depression Quest