Retrospectiva: El mundo NES, Castlevania y el comienzo de todo

Retrospectiva: El mundo NES, Castlevania y el comienzo de todo 2

Corría el año 1986. Era agradable pasear por las calles céntricas en navidad, visitar los centros comerciales llenos de capitalismo, una incipiente sociedad en la que los videojuegos poco a poco se hacían un hueco entre los walkman autoreverse, los clics, legos, tentes, bicis y todos los juegos con terminación *.cefa.

Recuerdo que nos juntábamos todos en casa de alguien que tenía una NES, aquella caja gris cuyos gráficos y sonidos era lo que más se parecía a los que podíamos encontrar en los salones recreativos, pero que aún estaban lejos de alcanzarles. Yo babeaba sin vergüenza ninguna mientras la necesidad de poseer una de aquellas cosas que se hacían llamar consolas crecía en mi, y cada vez que volvía a casa de casa de mi amigo y cargaba la cinta del Manic Miner (por muy grande que el juego fuera) me desilusionaba, en la NES los juegos cargaban al instante, tenían mejores gráficos y el sonido era muy superior.

Esa misma navidad el cielo escuchó mis súplicas y en Enero los reyes me trajeron una NES, y aunque mi gusto por los videojuegos vino desde el día que abrimos la caja del Spectrum pocos años atrás, fue con la NES cuando noté en mis carnes la simbiosis de mis manos con el mando. Cuando la abrí la caja, desenvolví cuidadosamente el plástico, ese olor a nuevo estaba en todas partes. Al tener ya práctica con las conexiones al televisor con el Spectrum, no me hizo falta la ayuda de mis padres para empezar a escuchar uno de los himnos que me acompañarían durante el resto de mi vida: la música del Super Marios Bros.

Me es difícil describir con detalle la emoción de aquél momento. Recuerdo retirar la funda negra del cartucho como si se fuera a romper, mirar el dibujo de la pegatina y fijarme en el sello de calidad de Nintendo. Recuerdo la primera vez que encajé el cartucho en la ranura de la consola, y ese ‘clac’ al encajar el cartucho hacia abajo. Recuerdo que me parecía imposible que un juego tan complejo gráficamente se mostrara en pocos segundos en la pantalla como si nada, como si todas esas esperas en los juegos de Spectrum hubieran sido en vano, me sentí como si todo ese tiempo me hubieran tomado el pelo.

Por si fueran pocas emociones, en el cole hablando con los compañeros descubrimos que había sido el regalo estrella, y que todos teníamos una. Evidentemente iniciamos quizá nuestra primera discusión sobre videojuegos: Que si Luigi corre más rápido, que si yo tengo la tele más grande que tú…

Unos meses más tarde quedamos en casa de uno de mis amigos porque decía que tenía un juego nuevo que se llamaba Castlevania. Dijo que se lo había traido su padre de EEUU y que en España aún no se vendía. Probablemente mintió, pero en aquél momento lo más importante era ver el juego porque yo no lo tenía.

Desde el momento en que mi amigo pulsó el botón power mi vida cambió en ese sentido. Desde aquél día no hay otro juego que forme parte de mi de esa manera, salvo quizá el Silent Hill 2. Es muy posible que haya gente fuera de este mundillo que piense que estoy loco. A esa gente quiero recordarles que no existe un frikismo más aceptado que el fanatismo violento por el fútbol, y si tienen alguna duda, que se pregunten porqué en el telediario se dedica más tiempo a hablar del mismo que sobre otros conflictos mundiales.

Dicho esto y asentada mi postura, continúo. No puedo ser objetivo respecto a este juego, ni pretendo serlo. Para que os hagáis una idea, estoy escribiendo esto mientras escucho esta playlist de spotify: Konami Kukeiha Club – Konami Game Music: Classic Castlevania. La banda sonora de este juego esta compuesta con cuatro pistas y ondas en 8 bits, que era lo que podía hacer en aquél entonces el chip de audio. Con estas limitaciones compusieron algo que es capaz de que con mis 31 años aún se me ericen los pelos mientras escucho la melodía del tercer nivel. No sería el único juego en la serie con una banda sonora tan espectacular. Super Castlevania IV vendría sembrado en este sentido, pero esto da para un libro, así que lo dejaré aquí.

No os podéis imaginar la cantidad de cd’s japoneses con arreglos de la música de este juego que existen en el mercado, gracias a internet he podido conseguir alguno de ellos y llevarme a casa una verdadera joya friki. Si os gusta el asunto, echarle un vistazo a esto, una página wiki de 2.863 artículos sobre la banda sonora de Castlevania.

El personaje principal, Simon Belmont y su herramienta principal, el látigo le lleva a lo largo de estos seis niveles donde cada vez te van puteando más y la dificultad crece de forma absurda, a partir del cuarto nivel Simon muere en cuatro toques. Aquí no se podía guardar la partida, y había que buscarse la vida buscando chuletas rompiendo algún bloque. Cuando ya sabes donde están todos los bloques, hace mucha gracia que en el Castlevania Chronicles para psone rompiendo uno de ellos aparezca de repente un ejercito de jorobados de notredamme a mala leche en lugar de una jodida chuleta, pero este es el tipo de guiños que normalmente no están el las reviews y que uno aprecia.

Otra limitación además de la escasa energía era el salto: cuando ya habíamos saltado no podíamos volver o cambiar la trayectoria en el aire, lo que te forzaba a calcular bien los saltos y tener muy en cuenta el timing, algo vital en los juegos de los 80, y si no hablad con los fans de megaman o ghosts and gobblins, que han pasado a la posteridad por su elevada dificultad y tuvieron que operarse los pulgares.

Los enemigos finales tenían una estrategia sistemática para acabar con ellos, pero con el justo nivel de arbitrariedad, el no saber por donde nos van a atacar, salvo el Grim Reaper en el que este aspecto era el 100%, las hoces aparecían de forma aleatoria en la pantalla, había que pasárselo a la brava y era mucho más fácil de superar con un boomerang triple o un hacha triple, lo que suponía que o bien ya habías llegado a ese nivel con ese arma, o habías tenido la “suerte” de obtenerla cargándote algún cirio (algo bastante poco probable) y eso después de pasar justo antes por una zona muy puñetera que había que superar intentando guardar una cantidad razonable de energía.

Durante el último nivel, antes de llegar a la escalera final donde nos enfrentaremos a Drácula, hay un tramo que yo calificaría de imposible donde águilas y jorobados te atacan mientras intentas subir por una escalera a cámara lenta, donde se hace patente otra de las limitaciones que endurecen el juego relacionada con el salto, y es que no puedes engancharte a una escalera pulsando la cruceta hacia arriba que sería lo lógico, en vez de eso caes y pierdes una vida (no os olvidéis que estamos en los 80s).

Algo que me ha llamado especialmente la atención es el diseño original de Simon que posteriormente se retomó en Super Castlevania IV: Simon no tiene cara, pero puede imaginarte cómo es. En otros juegos de Konami de la misma época o posteriores como es el caso de konami soccer también veíamos esto. Más adelante en juegos como Metal Gear Solid en Xbox puede sentirse esta misma influencia.

Hace poco me lo terminé varias veces y todas y cada una de ellas he disfrutado. A veces cuando te haces mayor dejas atrás cosas que con 15 años te gustaban mucho y estabas convencido hasta la médula de que jamás las abandonarías, y lo haces. Es curioso que este juego y en general juegos de esta época no hayan sido olvidados por nuestra generación. Lo difícil de todo esto es explicarle a otra generación de padres que se preguntan porqué compraron una consola a sus hijos la importancia que estos han tenido en su educación en la mayoría de los casos para bien.

En Nivel Oculto entendemos que los videojuegos son una forma de arte, no entendemos que haya otra forma de que una caja cuadrada gris con unos cuantos chips y circuitos dentro,como fue la NES, se meta en la historia de tantas personas: juegos como el Castlevania son un estandarte de una generación, como lo fue en su momento el tocadiscos portátil, o el 600.

Y por qué es el comienzo de todo?, es fácil, permitiros el lujo de recordar por unos momentos. Esperemos que la generación que se descarga sus juegos enviando un mensaje al 7*** y que en el futuro tendrá que pagarnos la pensión se esfuerce por evitar que los juegos se casualicen y que ocupen un lugar importante en la historia de este país. Ojalá en un futuro se nos estudie por los videojuegos a los que jugábamos en su momento. Sueno irremediablemente como un padre, pero a esta edad empezamos a entenderlos.

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