Primeras Impresiones: Rue Valley

Primeras Impresiones: Rue Valley 4

La clásica pregunta lanzada a ver si está prestando atención despierta a nuestro protagonista de su rapto. Ha sonado la alarma del reloj y la sesión obligatoria de terapia a la que asiste termina. El terapeuta, un hombre de voz grave pero con (al menos una máscara de) profunda empatía le explica que para que no se convierta en una sesión derivativa siempre termina con la hora, pero que al ser la primera vez que charlan es libre de hacerle algunas preguntas. Lamentablemente nuestro héroe apenas tiene energía ni motivación para nada.

Sabemos un par de cosas: estamos en un motel en medio de la nada, rodeados de desierto, porque supuestamente es lo mejor para el tratamiento. Y tenemos que ir, no podemos largarnos hasta que nos den el alta. El terapeuta ha sido claro en esto y tiene todo el poder legal de hacernos cumplir con su prescripción. ¿Pero por qué estamos ahí y por qué esa terapia in media res en la que prácticamente no hemos hablado de nada? Es una de las inmensas hebras del nudo gordiano que nos va a pedir Rue Valley que cortemos para escapar de allí.

Hay una valentía casi suicida (o bueno, pensemos que es optimismo) en ponerse a hacer un videojuego de rol en el que las conversaciones sean las grandes protagonistas y se vean en vertical a un lado de la pantalla. Porque ya sabes lo que va a pasar: te van a comparar con Disco Elysium, quieras o no. Supongo que en Emotion Spark Studio ya sabían que esto pasaría y que, como con otros disco-likes, la obra de mi puñado favorito de marxistas estonios ha tenido cierta influencia en ellos. Hay algo del ethos elíseo aquí, fundamentalmente a la hora de plantearnos un personaje que construimos sólo fijándonos en sus características de personalidad. Es un sistema sencillo pero que da mucho juego: tres dimensiones por las que nos podemos mover referidas a la emocionalidad, sociabilidad y lo resolutivos que seamos. Se nos obliga a asignar unos puntos que rompan el equilibrio por un lado u otro y se nos sugiere que la virtud quizá esté en un punto medio al que ahora mismo no podemos llegar. ¿Somos extrovertidos en extremo o timidísimos? ¿Fríos y o melodramáticos? ¿Absurdamente impulsivos o calculadores hasta la paranoia? Todo esto se traduce en las acciones que nos va a permitir realizar nuestro propio protagonista, pero no es una foto fija. La inicial falta de motivación apenas nos permite transitar y hacer nada, y otros posibles estados (por ejemplo una ansiedad incontenible) nos van a desplazar en esos ejes y robarnos posibilidades a cambio de permitirnos otras.

El otro elemento por el que apuesta Rue Valley como filón es el del loop temporal. Tenemos sólo 47 minutos hasta que algo pase y nos obligue a recomenzar con esa alarma de reloj en medio de la sesión con el terapeuta. Al menos en la prueba jugable que hay ahora en Steam no queda muy claro cómo pasa el tiempo (un poco como en la vida real), aunque supongo que en el juego completo será algo más explícito. Al fin y al cabo aquí jugamos apenas los dos primeros días con una libertad restringidísima hasta resolver el primer problema (la mentada falta de motivación) y empezar a comprender lo que está pasando con la debacle temporal. Siendo un videojuego profundamente radicado en la cabeza del protagonista es simpático también encontrarse cómo se asignan las “misiones”, a través del propio diálogo interno y de la interacción con pensamientos y recuerdos que iremos desbloqueando con nuestros actos en cada fase del bucle. Me apetece mucho ver hasta dónde llega esto.

No puede juzgarse mucho más en la horita que tenemos para explorar Rue Valley. Una miradita a sus sistemas en forma de tutorial encubierto, unas primeras conversaciones con alguno de los personajes que puebla el hotel y ya un cordel para seguir la trama hasta entender qué le pasa a nuestro protagonista. Hasta ahí la escritura mantiene el nivel y tiene un tono algo traviesillo y socarrón que junto con el estilo comiquero funciona estupendamente para marcar su propia personalidad. Creo que eso es lo mejor que puede hacer cualquier obra que quiera inspirarse en el cambio de paradigma traído por Disco Elysium: entenderlo y buscar su fórmula para ser ella misma. Y aunque he visto poco aún, tiene pinta de que Rue Valley puede lograrlo.

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