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Still Time: El tiempo es una ilusión

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Quizá los viajes en el tiempo y su aplicación en la física temporal no sean los dos elementos principales que uno espera encontrarse en un videojuego. Al fin y al cabo vivimos tiempos extraños, en los que rascar más allá de la superficie ya no se lleva y basta con haber visto un par de temporadas de Big Bang Theory y entender la broma del Gato de Schrödinger para sentirnos inteligentes. Still Time recorre un camino inverso al que dicta el momento actual y esconde tras su fachada hipster independiente un complejísimo rompecabezas que ha podido conmigo en el primer acercamiento.

Alan Zucconi, de quien ya habíamos hablado por aquí a raíz de su reflexión sobre el amor y la muerte en Raptus, se aleja en esta ocasión (aunque no del todo) de la fórmula videojuego-disquisición para realizar una propuesta cercana a Braid filtrada por la visión del autor sobre el medio. Para ello Zucconi se vale de un diseño artístico basado en el formato de edición de vídeo ochentero y de una mecánica en la que deberemos viajar en el tiempo jugando con nuestros diferentes «yo» para poder ir superando pantallas.

Cada nivel de Still Time está construido bajo una pantalla estática, lo que puede parecer que simplifica y condiciona la dificultad de los puzles. Primer error: Still Time es jodido, y es jodido ahora que aún no se han implementado varias de sus características como «enemigos que son capaces de retroceder en el tiempo», pero aún en su estado actual de desarrollo uno se pregunta cómo una sola persona es capaz de imaginar y realizar títulos de tan compleja mecánica.

Still Time entra por los ojos a través de su filtro CRT ochentero, sus líneas RGB y su editor de tiempo sacado de la década de las hombreras, y se instala en tu cabeza a través de sus complejos puzles y una banda sonora deliciosa realizada por Francesco Orsi. A todo esto súmale que es gratis y tendrás la excusa perfecta para probarlo.

Jugar a Still Time