Según apareces en un mundo de Minecraft te tocará talar un árbol. El que es uno de los sandbox más populares de los últimos años nunca ha perdido ese momento inicial, y aunque a lo largo de todas sus versiones ha habido infinidad de cambios, siempre te va a hacer empezar por lo más básico: la madera. Obtener este primer material puede significar una pequeña casa o una gran mansión, puede permitirte hacer una cama o un cofre. Pero esto es Minecraft, por lo que cuando nos referimos a un árbol y su madera no solo hablamos de su esencia física, sino que hablamos simbólicamente de las posibilidades y opciones del título, las cuales se van extendiendo y entrelazando para dar lugar a un conjunto final cada vez más complejo. Esas ramas a las que nos referimos; eso es Minecraft.
Lo que comienza con una mesa de crafteo (el primer objeto que vas a fabricar en el juego y que abre las puertas a todo lo demás) va extendiéndose hasta acabar convirtiéndose en herramientas, las herramientas se usan para conseguir materiales y los materiales se convierten en oportunidades infinitas. Entre todas ellas está la de construir, explorar más fácilmente y conseguir objetos especiales como pueda ser la mesa de encantamientos o la de pociones. Todo esto con la finalidad de cumplir el objetivo que Mojang parece presentar como primordial, acabar con el Dragón. Lo cual, de primeras, no es una tarea sencilla, y el jugador va a necesitar muchos recursos y esfuerzos para superarla.
Pero la realidad es que el Dragón no es un punto y final, pues, aunque es cierto que al acabar con él y volver saltan los créditos del juego, te vas a acabar dando cuenta de que realmente esto no es más que llegar a la base de ese árbol del que hablábamos. Tras ello el mundo es tuyo para construir, explorar y hacer lo que quieras, y es justo en este momento cuando te percatas de que es ahí donde el título destaca, en el enorme espectro de sus opciones: puedes elegir un lugar en el que asentarte, construir una casa y dedicarte a decorarla, o salir a cazar por el mundo. Buscar y matar al Dragón ha estado bien, pero ha sido un porcentaje pequeño de tu partida. De hecho, es cuando llevas varios mundos de Minecraft a tus espaldas que acaba por darte cuenta de que tener prisa por acabar con el Dragón no es algo que sea especialmente necesario.
Son recompensas directas que en muchas ocasiones incitan a seguir jugando, y no hay nada como sentir que cada partida ocasional te acerca más a tus objetivos a corto o largo plazo. No es una cuestión de tiempo, sino de que siempre hay un avance, ya sean materiales nuevos, continuar alguna construcción o simplemente plantar unas zanahorias: tus objetivos, tu ritmo. Al fin y al cabo, eso es Minecraft, recolectar recursos para poder usarlos tal y como te lo permite el juego, ¿no?
La respuesta acaba por ser más complicada de lo que parece, ya que lo que hemos descrito ahora mismo termina siendo una sola de esas ramas de las que hablábamos al principio, una opción más entre todas las formas de jugar a Minecraft, junto a actividades tan diversas como la programación de mods o la creación de mapas personalizados con tus propias aventuras. Una derivación en la que, eso sí, encontramos una enorme comunidad dedicada a forzar la maquinaria interna del título hasta los límites más insospechados.
Todo parte de unas dinámicas que, en la mayoría de casos están presentes para el jugador medio (los cerdos pueden reproducirse, se pueden cultivar melones, los monstruos aparecen de noche…) pero que en otros muchos se encuentran más ocultas (se puede duplicar la dinamita, algunas zonas del mundo permiten que aparezcan monstruos concretos, ciertos objetos tienen propiedades que el jugador, a priori, desconoce…). Estas opciones contenidas en el juego articulan una relación entre los jugadores y el territorio de Minecraft de la que emerge una notable lógica productiva, en torno a la que ha surgido toda una comunidad dedicada a su refinamiento. Gente que penetra en lo más superficial de la obra y se apropia de sus dinámicas para su explotación masiva, y que se conoce por otro nombre: Minecraft técnico.
Estos diseños industriales son muy famosos dentro de Minecraft y tan solo hay que echarle un ojo a Youtube para ver como el ejemplo anterior, pese a parecer enrevesado, es de los más básicos. La comunidad de Minecraft técnico bautizó como “granjas” a estas construcciones que te permiten conseguir recursos infinitos, a pesar de que tienen más relación con una fábrica. Y actualmente en Minecraft se puede hacer granjas de la mayoría de recursos del mundo para permitirte convertir el trigo o una oveja que tan solo pasaba por allí en una parte más de un entramado industrial con el que generar bienes de consumo. Existen desde diseños simples hasta enormes piezas de ingeniería que hacen posible conseguir sustento infinito de muchos materiales y recursos. ¿Oro infinito? Fácil ¿Hierro infinito? Hecho ¿Diamante infinito? Basta con utilizar algún aldeano que intercambie herramientas de este material por cualquiera de nuestros otros recursos infinitos y ya lo tenemos.
La imaginación industrial no tiene límites en esta forma de insertarse en Minecraft: minerales, animales y personas, todo puede explotarse. Esta forma de jugar deja más a la vista el papel de los elementos que forman un mundo de Minecraft: tanto bloques como seres vivos pueden ser un suministro más. Cosechar la vida, como la madera, es una ruta que el jugador puede escoger, aunque ello implique convertirlo en el centro de un espacio de juego que, a partir de ese momento, pasa a pertenecerle por completo.
Ahora, es obvio que esto no solo puede resultar chocante y conflictivo para el jugador, sino que también lo es para la naturaleza de la obra. Se puede pensar que el desarrollo de las mecánicas intrínsecas de la redstone como creador de sistemas de cableado era una incitación al surgimiento de este tipo de creaciones tan separadas de la esencia aparente del juego, pero es difícil tratar de dar con el origen de esta corriente industrial. Este tipo de dinámicas y procesos de automatización son el atractivo principal en muchos juegos, como Factorio o Satisfactory, pero en Minecraft juegan un papel diferente: son solo una posibilidad. Una decisión que permite, por ejemplo, que un mundo cualquiera se convierta en una planta de esquilado de ovejas en bucle. Lo industrial convive con lo orgánico convirtiéndose en una estructura más, como podría ser cualquiera con intenciones decorativas, solo que con un propósito meramente pragmático y un encaje que prima, por encima de todo, la eficiencia. Es una esfera que, en realidad, habla más de los jugadores que de la obra.
A día de hoy la esencia ha evolucionado y muchos ya no solo percibimos Minecraft por lo que era en sus comienzos. La nueva mentalidad se ha asentado como parte del juego, dando así lugar a una interesante profundidad que siempre ha estado ahí, pero no a la vista de todos. Además de que, como ya hemos dicho, se crea un choque entre la recolección original, más limitada y casi artesanal, y las nuevas y ambiciosas posibilidades que trae la automatización de las mismas. Hay solo un par de pasos entre el humilde acto de talar un árbol para conseguir madera, y el de una industrialización que consuma el mundo que te rodea.
Entonces, cuando decimos que hay una forma de jugar clásica es más por fuerza de costumbre que por otra razón, ya que, tal y como hemos repetido, la enorme ramificación de ese árbol no deja de estar ahí. Y después de todos estos años de vida se puede entender este proceso industrial como algo clásico e inherente al juego de Mojang. No una dinámica que se fuerce ni una que se esconda, sino una explotación que quizá primero surgiera como contingencia, o como una manifestación de juego emergente, y que por su estrecha relación con el funcionamiento del juego ha terminado por cuajar en todo un estilo. En una forma de apropiarse de Minecraft.
Así que, irónicamente, la transición de un enfoque clásico a uno industrializado es en muchos casos natural para el jugador. En primera instancia buscas una forma de conseguir un modelo que te permita tener una fuente fiable de comida, solo para después acabar viendo un tutorial de cómo hacer una granja que te produzca más de mil lingotes de hierro la hora. La línea entre jugar a Minecraft de la forma más común y la que te permite crear cadenas de producción masiva acaba por ser más fina de lo que parece. Así es como el juego da lugar a situaciones en las que este cambio ocurre de forma más o menos orgánica, como una respuesta que da el jugador al mundo de la obra, derivando en un ciclo que, observado desde el punto de vista de la evolución de las relaciones entre los seres humanos y su entorno, termina por no extrañar a nadie. Y es que es precisamente esa condición de posibilidad la que lo convierte el árbol de Minecraft en algo tan especial. Un ídolo que representa algo diferente para cada jugador.